Carlos Berrocal, la excelencia arbitral en los cuadriláteros

Actualizado
  • 23/08/2021 00:00
Creado
  • 23/08/2021 00:00
El réferi panameño participó en más de 70 peleas de título mundial. Su sinigual forma de arbitrar le valió el reconocimiento internacional. Falleció con solo 48 años de edad
Berrocal (Der.) estuvo involucrado en decenas de pleitos de título mundial, la mayor parte de ellos en Estados Unidos.

El boxeo ha tenido grandes exponentes a lo largo de su historia. Si precisamos que la misma se remonta a los siglos XVIII y XIX, es indudable que la lista es enorme, casi que incontable.

Es cierto, es extensa, quizá demasiado. No obstante, cuando comienzas a poner filtros en el camino, las cosas se van esclareciendo.

Igual ocurre con otras instancias en el mismo negocio. Es decir, esta actividad no solo se circunscribe a los púgiles, sino a personas que están a su alrededor, como los árbitros, comisionados, entrenadores, promotores y periodistas.

En esta oportunidad me voy a referir al difícil, responsable y noble acto del tercer hombre del ring. En un principio, la labor era ejercida por personas involucradas, como los propios empresarios, después por boxeadores retirados y, en ocasiones muy contadas, por los que estaban activos.

Carlos Berrocal tuvo un poco más de siete años como oficial del boxeo local, antes de que fuera considerado para su primer pleito de título mundial en 1976.

Sin embargo, el boxeo fue cambiando en toda su magnitud. De bares y cantinas pasó a pequeños escenarios, después a otros mucho más acogedores, hasta pasar a grandes coliseos, como el Madison Square Garden, en Nueva York, y el Luna Park, en Buenos Aires.

Asimismo, cambiaron sus reglas y sus actores colaterales. En esa línea, los jueces y árbitros no eran cualquier hijo de vecino, sino personas colegiadas, estudiadas y con esa 'clave' o ese flow necesario para la profesión.

Panamá, influenciada en todas sus estructuras por el gigante estadounidense, no escapó a esos cambios y tras iniciar su actividad en el año de 1906, profesionalizó toda la armazón alrededor del boxeo, incluyendo a sus maestros de ceremonia.

De una de esas escuelas fue que llegó uno de los más connotados árbitros que tuvo el boxeo panameño, latinoamericano y mundial. Hablamos de Carlos Berrocal.

Los inicios de Carlos Berrocal (Izq.) fueron casi al mismo tiempo que el de figuras como Aquilino Asprilla.
La excelencia arbitral

Berrocal se inició en 1969, tres años antes que Panamá iniciara la fiebre de 'campeones mundiales' de boxeo.

En esa época se contaba con púgiles con grandes aptitudes, pero que no habían logrado llegar a la cúspide del negocio. Es cierto, Laguna había obtenido un título cuatro años antes, pero fue la excepción.

La versatilidad de Berrocal y lo cerca que estaba el boxeo istmeño de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB), le permitió formar parte de su equipo de oficiales en 1976.

Sin embargo, irónicamente su primera intervención como árbitro en un pleito de título fue con el Consejo Mundial de Boxeo. Ese mismo año actuó en la pelea entre el panameño Rigoberto Riasco y el japonés Phillipe Waringe Nakayama, por el recién creado cinturón súper gallo.

Su último compromiso se registró el 16 de mayo de 1998, cuando el francés Jean Baptiste Mendy le arrebató la corona ligera AMB al ruso Orzubek Nazarov.

En más de 70 peleas de título mundial intervino como tercer hombre del ring, una profesión que le permitió estar en casi todo el mundo.

“Fue un árbitro excelente. El mejor que tuvo Panamá, con un estilo diferente, muy suyo”, recordó Rogelio Pérez, expresidente de la Comisión de Boxeo de Panamá.

“Viajamos juntos en varias ocasiones y siempre su desenvolvimiento fue muy bueno”, aseguró.

“Recuerdo la vez que actuamos en el pleito en el que el japonés Akinobu Hiranak hacía la primera defensa de su faja wélter junior ante el filipino estadounidense Morris East”, contó.

“Hiranaka cayó en el undécimo y cuando se puso de pie, Berrocal fue a su lado, y cuando todos pensábamos que le iba a limpiar los guantes, dio varios saltitos hacia atrás y le indicó al japonés que lo siguiera, algo que hizo de manera tambaleante, por lo que Berrocal levantó los brazos y luego abrazó al púgil, dando por terminado el pleito”, relató.

“Fue la primera vez que vi a un árbitro haciendo eso. Era propio de él ese tipo de cosas, siempre estaba haciendo algo diferente, algo que lo diferenciaba de los demás. Por esas cosas siempre fue considerado uno de los mejores de la AMB”.

No solamente Pérez ponderó la clase de Berrocal.

A finales de 1996 fue el árbitro del pleito de unificación del título semipesado entre el estadounidense Virgil Hill y el alemán Henry Maske, y según los medios que cubrieron la pelea, fue la figura más destacada del pleito.

“Fue una de las peleas más duras en las que me tocó actuar”, nos reseñó en una ocasión Berrocal.

“En las peleas de pesos pesados casi siempre ocurre que los púgiles llegan a agotarse más que los otros, sobre todo en la segunda parte del encuentro, como ocurrió con Hill y Maske”, explicó.

Una lección aprendida

A Berrocal le tocó arbitrar cinco peleas entre semipesados, cinco por títulos crucero y una de la división pesada, entre el estadounidense John Tate y el sudafricano Gerry Coetzee (octubre 1979, Pretoria), por el cinturón vacante AMB.

En esa pelea aprendió una lección para toda la vida, que “cada vez que subiera a un ring, tendría que hacerlo en muy buenas condiciones y con un buen peso”.

“Cuando estuve en la pelea de Tate con Coetzee pesaba solo 135 libras por las 228 del sudafricano y otras tantas del estadounidense. Me costaba separarlos, pero pude salir airoso”, sostuvo.

“Después de la pelea me dijeron que para ponerme en otra tendría que subir de peso. Aprendí que no solo tendría que subir de peso, sino estar en tan buenas condiciones como los boxeadores y fortalecer los brazos”, apuntó.

Otra cosa que aprendió es que en un combate hay dos idiomas para hacerse entender, el inglés y el de uno. “Hay voces de mando que vienen desde la carrera aficionada, todas en inglés, así es que no es difícil hacerse entender”, señaló.

“La verdad es que no importa el idioma que hable el boxeador. También hay señales con las manos que son universales, pero si alguno se me pone difícil le hablo en español. Sé que no saben lo que les estoy diciendo, pero al hacerlo a gritos, entienden que estoy molesto y que deben seguir mis instrucciones”, añadió.

“Sé también cuando están molestos conmigo. Me lo dicen en alemán, en inglés, en francés, les entiendo, aunque no hable su idioma”, dijo.

Berrocal siempre estuvo convencido de que uno tiene que probarse primero que es un profesional antes de tratar de convencer a los demás, y lo hizo en el pleito entre Roberto Durán y el argentino Jorge Castro, realizado en Panamá en junio de 1997.

En esa ocasión estuvo a punto de detenerle la pelea a Durán. Fue en el tercer asalto, cuando Castro logró conectar fuertemente al panameño.

“Durán sorteó el momento –explicó–, pero si Castro lo llega a rematar, le hubiera parado la pelea. Estaba preparado, porque mi trabajo era evitar un castigo innecesario”.

Ese fue Carlos Berrocal, un hombre que vivió de la misma forma que caracterizó su carrera en los cuadriláteros con ímpetu, pasión y honestidad.

En 1999, cuando fallece a los 48 años de edad, la Asociación Mundial de Boxeo como homenaje póstumo, bautizó algunas de sus reglas de seguridad con el nombre del exréferi panameño.

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