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- 14/12/2017 01:02
Gareth Bale encontró el premio a sus meses de sufrimiento, siendo el gran protagonista del pase del Real Madrid a la final del Mundial de Clubes, con un gol salvador que propició la remontada a nueve minutos del final y sacó a su equipo del esperpento, víctima de graves errores defensivos y de concentración ante un Al Jazira que tuteó al vigente campeón. La reivindicación de Bale llegó en una nueva reaparición, siendo decisivo en los pocos minutos que puede jugar por sus eternos problemas en el sóleo izquierdo. Resolvió en Copa del Rey ante el Fuenlabrada y repitió en otro partido que iba camino de un ridículo histórico, marcando en el primer balón que tocó.
El estreno del Real Madrid tuvo susto inesperado. Ningún jugador creía el marcador al descanso. Un 1-0 en su contra después de 17 remates y cinco paradas que convertían en héroe local al portero Ali Khaseif.
Sentir tanta superioridad condujo a la relajación defensiva y al desorden en demarcaciones que aprovechó un modesto Al Jazira pero con las ideas claras que provocó la histeria con un 2-0 nada más arrancar el segundo acto, anulado por fuera de juego.
Cristiano buscaba convertirse en el máximo goleador de la competición pero de inicio se topaba en cada remate con Ali Khaseif, que sacaba de puños la primera y dejaba una gran parada a un remate tras córner que desviaba su defensa.
Las pérdidas de tiempo fueron continuas y la única baza del Al Jazira llegaba al contragolpe veloz, su especialidad, con balones en largo del portero que siempre cogieron por sorpresa a una zaga madridista desconocida. El guión del partido parecía definido.
Las continuas ocasiones madridistas debían darle goles pero ni su peor enemigo pudo escribirlo con más incertidumbre. Siempre con balones en largo sorprendía Al Jazira y Mabkhout perdonaba con su disparo ajustado al palo. Hasta el minuto 51 aguantó Ali Khaseif, que podrá presumir toda su vida de su partido y de no encajar un tanto del campeón de Europa y el mundo.
A Romarinho le daba igual el marcador. Cada vez que entraba en escena dejaba una acción acertada. Con elegancia se iba de Isco, retratando actitudes que no pasaron desapercibidas para Zidane. Hasta cuatro ocasiones seguidas perdonó Benzema para desesperación de Cristiano, solo para empujarla a la red en dos de ellas.
Entraban Marco Asensio y Lucas Vázquez para poner la puntilla con superioridad física, pero no fue hasta la entrada de Bale cuando el panorama cambió. A los 40 segundos de pisar el césped, en su primer balón remató de zurda a la red liberando todo su sufrimiento. Incluso acarició el doblete, sin la necesidad de forzar en carreras aún sin confianza, con una elegante tijera que sacó abajo el portero. Era la última acción de un partido para el olvido madridista que dejó el pase a la defensa de la corona en la final ante Gremio.