El triste viaje del placer al deber

Actualizado
  • 22/01/2020 00:00
Creado
  • 22/01/2020 00:00
La reciente adquisición de Reinier, joven jugador del Flamengo, por el Real Madrid, es una buena ocasión para dejar caer algunas reflexiones

El título de este texto no me pertenece. Su autor es Eduardo Galeano y lo incluyó en su libro El fútbol a sol y sombra. Se refería a que en la medida en que el fútbol se industrializaba con mayor profundidad y vigor, se iban desvaneciendo o quedando de lado los atributos que sostenían la hermosa magia de jugar por el puro placer de hacerlo.

Este lunes, el Real Madrid oficializó, a través de un comunicado, el fichaje de Reinier hasta junio de 2026.

La reciente adquisición de Reinier, joven jugador del Flamengo, por el Real Madrid, es una buena ocasión para dejar caer algunas reflexiones despeinadas sobre el fútbol como juego, contrapuesto al fútbol como obligación: la responsabilidad contra el placer.

El Madrid pagó al Flamengo unos 30 millones de euros, por un jugador que se parece a Kaká (según afirma el propio jugador y miembros de su entorno) y que en su club de origen apenas jugó 14 partidos de liga durante la temporada pasada. La comparación con Kaká tiene que ver con su talla, con algo en su manera de moverse, y muy poco más. Pero es suficiente para clavarle el nombrecito de “Nuevo Kaká” para promoverlo y de paso ahogarlo con una responsabilidad que sin duda no necesita. Pero como hay que aprovechar las oportunidades, el propio jugador, en busca de apoyarse en alguna significativa identidad, busca puntos de comparación en el juego de ambos, y asegura que Kaká fue su inspiración de infancia. ¿Acaso tuvo alguna otra fuente de inspiración? Según Reinier, sospechosamente fue Zidane, quien será su futuro entrenador y al que Reinier elogió de manera desmesurada en diversas entrevistas.

El fútbol, la calle, la infancia

No quiero pecar de romántico empedernido. Pero cuando veo los despliegues artificiosos de jóvenes jugadores como Reinier, no logro evitar el recuerdo de aquellos legendarios partidos callejeros, en los que solo se jugaba por placer y sed de triunfo deportivo. Aquellos enfrentamientos con arcos improvisados, con la necesidad de estar atentos a los carros que circulaban por la calle (es decir por nuestra cancha) y amenazaban con atropellarnos si no nos manteníamos alerta. ¿Premios? No había. La recompensa era el puro y simple placer de jugar, de compartir y competir con los amigos. Podías jugar con zapatillas o descalzo; la pelota podía ser profesional o hecha de trapos. No teníamos árbitros, aunque sobraban vecinos intolerantes y agresivos. Nunca ganamos un dólar. Pero ganamos la extraordinaria satisfacción de borrar el tiempo, y sumergirnos por unas horas en el deporte que amamos. Pocas recompensas podrían ser más gratificantes.

El caso de Xavi Simmons

Era apenas un niño cuando se unió al FC. Barcelona en 1910. Apenas contaba con 7 años, pero no tardó mucho en convertirse en una de las figuras más visibles y reconocibles de La Masía. Un mediocampista que compartía nombre con una de las mayores leyendas recientes del Barça, dueño de una imagen peculiar, fácilmente reconocible, Simmons parecía una jugada ganadora para el futuro culé. Y sin embargo, su juego no parecía respaldar la fama y las enormes expectativas que lo precedían. Las comparaciones injustificadas (obviamente con su tocayo Xavi, e incluso con Messi, con quien no tiene nada que ver en absoluto) no se hicieron esperar. Así, se fue cimentando su fama, un tanto ficticia.

La multiplicación de su presencia en redes sociales, el compartir su nombre con una leyenda blaugrana, el cuidadoso uso de su imagen (melena leonina incluida) han hecho de Simmons más una sensación que una realidad. Un producto de mercadeo que corre por encima de una expresión futbolística. Es por eso que en el Barcelona no lloraron excesivamente su partida hacia París (hoy es parte del PSG). Sus entrenadores en La Masía lo ponían por debajo de jugadores mucho menos conocidos, como Marc Casadó o Txus Alba, mediocampistas con menos seguidores en las redes, pero con un mayor caudal y potencial futbolístico. Xavi Simmons era un gran protagonista en el imaginario barcelonista, pero su rendimiento futbolístico no se aproximaba ni remotamente a las leyendas con las que era comparado. De hecho, su salida del club significó un respiro para los entrenadores y funcionarios. No resultaba fácil lidiar con un chiquillo de 16 años que se sentía una estrella consagrada (obviamente sin serlo). Una gran estrella fuera de la cancha, con mucho por demostrar en el campo de juego.

Cuando tenía 12 años, todo era futuro y expectativa. Hoy, con 16, se dibujan a su alrededor dudas sombrías que sugieren precipitación y excesos de mercadeo. Después de todo, tener 2 millones de seguidores en Instagram, no te garantiza el éxito en la cancha.

Aprendices de estrella

Reinier es el más reciente de una lista de adolescentes que llegan a las grandes ligas europeas con promesas de estrellato. Por ahora, no pasan de eso: promesas. Algunos muestran destellos de incuestionable talento. Otros se aproximan a la madurez imprescindible para estar a la altura del reto. Pero lo que los une, es, básicamente un enorme potencial y muchas aspiraciones de éxito. ¿Cuántos lograrán hacerse un lugar en la élite? El Real Madrid, además del reciente Reinier, trajo a dos delanteros con gran juventud y promesas de explosividad. Vinicius Jr. llegó con un cartel esplendoroso, y promesas de éxito avasallador. Pero, el paso del tiempo, el transcurrir de los partidos y una particular puntería temblorosa, lo han devuelto a su lugar original de joven promesa.

Igualmente, Rodrygo Goes, también en el Real Madrid, ha pasado del brillo prometedor, a la irregularidad como signo de identidad.

Hace pocos días hablaba en este mismo espacio de Joao Félix (Atlético de Madrid) quien padece problemas de adaptación y sufre la falta de libertades que disfrutaba en el Benfica portugués.

A veces parece que estos jugadores, de talento indiscutible, podrían beneficiarse con un poquito (insisto: apenas un poquito) de las esencias que los nutrieron desde muy pequeños. Aquellas esencias de la calle que incluyen improvisación, talento puro, intensidad: las antiguas pero vigentes cualidades del potrero.

Lo Nuevo
comments powered by Disqus