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- 17/04/2020 00:00
La Federación Panameña de Fútbol (Fepafut) dio a conocer a la opinión pública la decisión del comité ejecutivo, a cuya cabeza está el presidente de la entidad, de dar por terminados los contratos vigentes de los entrenadores nacionales en las diferentes categorías masculina y femenina.

¿El motivo? Un argumento incuestionable a los ojos y el sentido de común: la crisis por la pandemia mundial, que ha trastocado los cimientos de la sociedad afectando mundialmente a todos, incidiendo en las actividades sociales, económicas, educativas, culturales, de entretenimiento, etc., y por supuesto las deportivas, cuyo engranaje profesional mueve una industria generadora de eventos, dinero, publicidad, derechos de transmisión, oferta laboral, entre otros renglones, de la cual, con la debida proporción de nuestro desarrollo deportivo y extensión territorial, participamos.
Hasta allí encaja la decisión, pero ha faltado darle también un poco de profundización a la exposición, para no restarle valor ante la sospecha de que al esgrimir la justificación económica se busca un pretendido borrón y cuenta nueva, como si no hubiese pasado un periodo en ejercicio de funciones, el cual amerita evaluarse a la par, con un sencillo abordaje de autocrítica, aprovechando el periodo de reflexión inducido por las restricciones vigentes.

La difusión de la decisión tiene mayor relevancia informativa al cobijar al técnico argentino Américo Rubén Gallego, un referente del fútbol internacional, con quien se están “negociando las condiciones de la terminación del contrato” que involucra también al cuerpo técnico. Una negociación, que pone fin a su ciclo a la cabeza de la Selección Masculina Mayor del fútbol. Una pulseada en la cual no debe estar desamparado, pues tiene un contrato en vigencia reconocido por FIFA, el cual, más allá de la validez de los argumentos de la Fepafut, tiene a su favor una cláusula de rescisión que no se puede obviar legalmente.
Sin desconocer los méritos de Gallego, quien fue como jugador campeón del Mundo con Argentina en 1978 y del torneo local argentino, al igual que como técnico obtuvo títulos tanto en su país como en México, la decisión confirma que su contratación fue un enorme desatino de la Federación, desde lo deportivo hasta lo económico.
Desde lo deportivo, pues más allá de la pomposa presentación que se hizo del Tolo Gallego, quedó al descubierto el precario plan de trabajo concebido por el ente rector. Llegó directamente para afrontar la eliminatoria de la Liga de Naciones de la Concacaf, sin partidos de fogueo que le permitieran un conocimiento previo de las características de los jugadores panameños y el entorno, máxime sabiendo, por su currículum, que era su primera experiencia como entrenador de una selección nacional, en la cual, preparación y disposición de jugadores tienen otra dinámica a la de los clubes profesionales.
Al emotivo arranque en la Liga de Naciones, el 5 de septiembre de 2019, con la victoria 4-1 sobre Bermudas, en Hamilton, le siguieron los descalabros de las derrotas 2-0 ante Bermudas, en Panamá, así como 3-1 y 3-0 contra México de visitante y de local, respectivamente. Un 2019 que se cerró con una sufrida clasificación a la próxima Copa Oro al ocupar el segundo lugar del triangular del Grupo B, gracias al mejor gol diferencia sobre Bermudas, y a que México en el cierre del grupo, venciera a Bermudas 2-1 sobre el final, en el minuto 93. El empate clasificaba a los caribeños.
En 2020, la cosecha fue dos partidos amistosos: un empate 0-0 ante Nicaragua el 25 de febrero, y un triunfo 2-0 sobre Guatemala el pasado 4 de marzo. En general, pocos frutos para tanta promesa de superación, durante este período: la selección no mejoró en su nivel de juego, disminuyó la prestancia como sparring de altura después de haber participado en el último mundial, perdió atractivo para sumar nuevos sponsors y descendió en el ranking FIFA del puesto 71, que ocupaba en septiembre de 2019 cuando tomó las riendas el Tolo Gallego, al 81 que ocupa actualmente en su despedida. 10 escalones abajo.
Después de siete meses (septiembre 2019-marzo 2020) con una inversión final que rondaría cerca de los $280,000, según las especulaciones locales sobre el salario del técnico y su cuerpo técnico, pues no se conocen públicamente las cifras reales, esa inversión no deja una huella trascendente para mostrar como valor agregado del precio pagado por el camino recorrido.

Dinero que de haberlo dispuesto con racionalidad designando un entrenador menos oneroso, entendiendo las limitaciones y progresos de nuestro fútbol, habría podido dejar un remanente útil para no recortar en otros sectores menos onerosos en las selecciones o para la administración dentro de la Federación.
El análisis no debe obviar una crítica interna, sin ofenderse ni ofender, de por qué les ha costado adaptarse certeramente a su rol de nuevos dirigentes en la Fepafut.
El llamado 'derecho a piso', como se conoce en el argot del fútbol al periodo de aprendizaje de pasar a mirar “los partidos desde la banca a lidiar con la pelota en el campo de juego”, ha repercutido en que durante el periodo que llevan, los resultados deportivos hayan disminuido en rendimiento a lo alcanzado en la anterior administración tanto en la Selección Mayor como en el fútbol femenino, fútbol playa, Sub-20, dejando en los aficionados un amargo sabor. Un análisis que no debe llevar necesariamente a culparse unos a otros, si no a encontrarle el quid al asunto y apuntarle a la solución.
Se conoce por la prensa que las medidas tomadas internacionalmente por la mayoría de las federaciones de fútbol, han sido las de optar, por la contención temporal, a rebajar de común acuerdo los salarios con los cuerpos técnicos, pero manteniendo previsiblemente su estabilidad laboral teniendo en la mira que una vez superada esta etapa, vendrán los eventos y la regularización escalonada de la actividad futbolística. La decisión de la Fepafut, a diferencia de estas, ha tenido la particularidad de deshacerse de los entrenadores de todas sus selecciones.
Una decisión que no deja de suscitar alguna interrogante con preocupación, porque el mensaje que puede interpretarse entre líneas es que se partirá de cero, una posición lógica en toda empresa nueva, pero la Fepafut no lo es.
Además, puede parecer emparentada con el concepto reiterativo de los países tercermundistas de que ante cada cambio en la administración, el ente gobernante hace tabla rasa de lo que había, y sin reparar entre lo adelantado y lo desechable, parte de cero; así se sigue comenzando eternamente de cero. Los países del primer mundo suelen procurar, a través de sus dirigentes, rescatar lo logrado y potenciar el aporte de los nuevos para remarcar su impronta ante la de su antecesor.
Con el espíritu que deja transmitir el comunicado de la Fepafut, se podría concluir que la valorización sobre el tiempo y el trabajo realizado por Julio César Dely Valdés, Jorge Dely Valdés, en las categorías menores; Kenneth Zseremeta, Raiza Gutiérrez, en el fútbol femenino, y Porfirio Rebolledo, en el fútbol sala, con sus respectivos cuerpos técnicos, fueron una inversión como la del Tolo Gallego, en vano. No dejaron nada rescatable para darle continuidad a alguno de ellos.
Lo cual repercutiría negativamente en el balance general de la gestión porque, si como se dice en el comunicado, estos mismos (hoy exentrenadores), pueden volver a ser opciones, queda la pregunta a flor de labios: ¿por qué sin deshacerse de todos no se llegó a un entendimiento si ya llevaban un trabajo adelantado? ¿No habría que revisar los procesos realizados individualmente de cada categoría? o ¿la gestión administrativa fue tan deficiente que no acertó en el manejo de las arcas con los recursos y el perfil deportivo heredado de la clasificación a Rusia 2018?
Sería saludable una explicación más amplia de la Fepafut por lo que representa la organización como ente rector del fútbol nacional, porque ya tienen un año de experiencia y, sobre todo, porque todavía tienen tiempo de juego para llevar adelante la embarcación. Un partido que, al final, todos los involucrados en el fútbol necesita que ganen, para seguir creciendo.