La racista y triste historia del mulato Carlos Alberto y el simbólico polvo de arroz

Actualizado
  • 07/03/2019 01:00
Creado
  • 07/03/2019 01:00
Desde sus inicios, el fútbol era un pasatiempo de británicos que se practicaba en clubes de cricket fundados por y para la alta sociedad

Ya lo sabes: el racismo no pertenece a un solo país, a una época o a un determinado grupo social. El racismo está en todas partes y penetra todos los ámbitos y actividades humanas. Solo cambian sus formas, sus posibilidades de violencia, sus modos expresivos. Pero no deja de acompañarnos, de persistir entre nosotros y de formar parte del tejido vital del mundo.

Una tarde de 1913, cuando el fútbol brasileño era patrimonio de la aristocracia, juego exclusivo para blancos; un mulato quiso ocultar los tonos oscuros de su piel y se maquilló para jugar. Su equipo era el Fluminense de Río de Janeiro.

Desde sus inicios, el fútbol era un pasatiempo de británicos que se practicaba en clubes de cricket fundados por y para la alta sociedad. Cuando empezó a popularizarse entre obreros, negros y mulatos, la aristocracia brasileña intentó monopolizarlo. En 1907 se creó en Río de Janeiro la Liga Metropolitana de Deportes Atléticos que formalizó la prohibición de que jugase ‘gente de color', ‘obreros' y ‘analfabetos' en los equipos miembros de la liga.

Por eso, aquella remota tarde, intentando eludir la prohibición, Carlos Alberto Fonseca Neto salió a la cancha con la cara blanqueada con polvo de arroz. Cuentan las historias que al avanzar el partido e incrementarse el sudor de los jugadores, la piel del mulato Carlos Alberto comenzó a recuperar su coloración original, provocando las burlas de los hinchas rivales que comenzaron a llamarlo ‘polvo de arroz'. Con el tiempo, el apodo invadió la identidad del club Fluminense.

Pero Carlos Alberto no fue el primer negro o mulato en el fútbol brasileño, ni muchísimo menos el último. Ya en 1900, el trabajador ferroviario Miguel do Carmo jugó para Ponte Preta con 15 años. Y en 1919, Arthur Friedenreich, hijo de un alemán y una negra brasileña, se transformó en el primer gran ídolo brasileño durante un torneo Sudamericano. Dicen que para alisarse el cabello rebelde, utilizaba brillantina y una toalla. Después, en 1923, el Vasco da Gama rompería todos los moldes, resultando campeón ese año, mientras contaba en su plantel con tres jugadores negros, un mulato y siete obreros blancos.

Recién en los 30 y los 40, las combinaciones étnicas comenzaron a darse en el fútbol brasileño. El autor y empresario Mario Filho (quien escribió el libro El Negro en el Fútbol Brasileño ) junto al sociólogo Gilberto Freyre, impulsaron la búsqueda de cierta unidad racial brasileña a través de la selección nacional de fútbol. Ambos solían decir que la multiplicidad racial había transformado ‘un juego británicamente apolíneo' en una ‘danza verdaderamente dionisíaca'.

Después de aquel lejano incidente de Carlos Alberto, la hinchada del Flu creó un rito muy propio a partir de los polvos de arroz. A partir de este episodio, representante de una época muy racista y restrictiva, convirtió el polvo de arroz en parte de su identidad, transformando su significado original en una fiesta participativa en la que, antes de cada partido, se arrojan al cielo nubes de polvo blanco, evocando las viejas heroicidades y transgresiones de una época, y transformando su significado en una fuerza vigente de inclusión apasionada y participativa.

Durante los primeros años del siglo XXI la particular tradición del Fluminense estuvo prohibida. Entonces, sus hinchas no podían ingresar al estadio con los clásicos 200 kilos de polvo de arroz, que arrojaban antes de cada partido. Recién en 2008 la prohibición se levantó para un partido de Copa Libertadores. Y desde entonces, podemos ver y disfrutar antes de cada juego, esa nube de pólvora blanca que se mezcla con las tribunas coloridas y con los uniformes blanco, verde y grana; los colores del Fluminense, los genuinos colores del Polvo de Arroz.

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