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- 27/09/2009 02:00
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PANAMÁ. A pesar de nunca haber ganado la máxima gloria para un beisbolista, una Serie Mundial, los logros de Ted Williams fueron suficientes para ser considerado como uno de los más importantes jugadores que haya estado en las Grandes Ligas.
Desde sus inicios, se dedicó a estudiar técnicas de bateo, para así algún día cumplir su sueño de que fuera reconocido como el mejor bateador que ha existido.
Teddy Samuel Williams nació el 30 de agosto de 1918, en San Diego, llevando ese nombre en honor al ex presidente de Estados Unidos, Teddy Roosevelt, a quien el padre del futuro beisbolista admiraba mucho.
Desde muy temprano, Williams demostró un gran talento, y cuando aún estaba en la escuela, recibió ofertas de los Cardinales de San Luis y los Yanquis de Nueva York, las que rechazaría por su madre, quien no quería que se fuera de casa a tan corta edad.
A pesar de jugar en un equipo local, la capacidad de conectar imparables, Williams causó un gran eco, y fue firmado por los Medias Rojas de Boston, equipo con el que debutó en las mayores en 1939.
Desde que llegó a la gran carpa, Williams manifestó que deseaba ser considerado el mejor bateador en la historia del juego, por lo que se dedicó a analizar y aplicar distintas teorías para mejorar su swing.
Lo aprendido por este pelotero, no tardó en hacer efecto, y en su primer año terminó la temporada como líder en carreras empujadas y en el cuarto lugar de la votación para el Jugador Más Valioso.
Paulatinamente, su técnica fue mejorando, y en 1941 se transformó en el séptimo jugador en acumular un promedio mayor a los.400 en una temporada, siendo el último pelotero en lograr esta hazaña.
En 1942, obtuvo la triple corona de la Liga Americana, al finalizar la campaña como el líder en promedio ofensivo, carreras remolcadas y jonrones. En 1947, volvería a ganar el galardón, siendo el único jugador del nuevo circuito en lograrlo dos veces.
Los números de Williams iban en ascenso, y muchos expertos consideraban que podría romper muchas de las marcas de aquellas épocas, pero en 1942, fue llamado para enlistarse en el ejército y servir en la II Guerra Mundial.
A diferencia de muchos deportistas que fueron llamados, Williams no escogió un rol pequeño y decidió ser piloto, ganando varias condecoraciones por su gran habilidad para maniobrar en los aires.
A su regreso a las mayores, en 1946, condujo a Boston a una Serie Mundial, en la que no llegó a las expectativas y solo pudo conectar cinco incogibles en 25 turnos al bate, y los Medias Rojas fracasaron en la única oportunidad de Williams de ganar un anillo.
En 1952 volvería a ser llamado al ejército para que sirviera en la guerra de Corea, en la que nuevamente ganaría condecoraciones como piloto.
El 28 de septiembre de 1960, temporada en la que ya Williams había anunciado su retiro, el jardinero conectó un cuadrangular en lo que sería su último turno al bate.
Curiosamente, el zurdo no saludó al desaforado público cuando pisó el plato, hecho que revertiría décadas después en un acto ceremonial a su gran legado en el Fenway Park.