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- 18/10/2015 02:00
Casi todos los que con regularidad corremos en los parques y calles del país tenemos en nuestra memoria algunos episodios referidos a encuentros con perros, la mayoría de los cuales no pasan de ser situaciones desagradables en las que por unos momentos sentimos desde una simple molestia a miedo por nuestra integridad física, pero que en casos puntuales pueden incluso acabar en ataques con lesiones.
Antes de entrar en el fondo del tema, quiero aclarar que siempre me han gustado los animales, y convivo con numerosos perros en mi residencia.
Por este motivo estoy acostumbrado a tratar con canes de muy diferentes razas y caracteres, y realmente creo que al igual que las personas, no hay dos perros iguales.
Con frecuencia se asocian determinadas razas a una especial agresividad y tendencia al ataque, como los pit bull, rotweiller, doberman o bóxer, pero de mi experiencia teniendo encuentros con perros mientras corro en muy diversas circunstancias, no puedo afirmar que esto anterior sea cierto.
Obvio, las razas citadas se corresponden con animales generalmente de mucha corpulencia y peso, los cuales ciertamente impresionan cuando se le acercan a uno de manera amenazadora, pero tengo que admitir que las veces en que he sido atacado y mordido, estuvieron involucradas razas pequeñas.
PERROS CALLEJEROS
En nuestras ciudades y pueblos hay una enorme cantidad de perros sin dueño, los cuales se reproducen de manera indiscriminada.
Son los llamados ‘tinaqueros', y por lo general están en las calles más pendientes de no ser atropellados, de buscar algo de alimento que llevarse a la boca y de olfatear a una hembra en celo, que de si pasa un corredor en sus cercanías.
Hay ciertas áreas por Las Cumbres donde suelo trotar, que durante un entrenamiento puedo cruzarme fácilmente con 40 o 50, los cuales por lo general son indiferentes a mi presencia, o cuanto más, me ladran mientras me siguen desconfiados a cierta distancia.
Si se acercan demasiado, un simple gesto como el de hacer que se recoge una piedra del piso o gritarles reiteradamente ‘fuera' les hará recular.
PERROS DE VIGILANCIA
Las razas anteriormente mencionadas, así como los pastores alemanes, se encuentran entre los perros que con mayor frecuencia se eligen en Panamá para cuidar de fincas y propiedades, y por lo general en parejas o grupos más numerosos.
Normalmente estos perros están confinados en el interior de la propiedad por muros o verjas, pero el peligro radica cuando por algún motivo, como un descuido del dueño al operar una puerta de garaje automática, quedan vagando en la calle.
Acostumbrados a estar recluidos y frustrados sin poder hacer otra cosa que ladrar a toda persona, animal o cosa que pasa por las cercanías, cuando se sienten en libertad y ante la presencia de un corredor, con bastante probabilidad responderán de forma agresiva.
LOS PERROS Y SUS DUEÑOS
En ocasiones los problemas con los perros no nacen precisamente de ellos y sus instintos animales, sino de la irresponsabilidad de sus dueños.
Por norma los perros deben de ir con collar y correa cuando son paseados por sus propietarios, pero con bastante frecuencia los dejan sueltos bajo el argumento de que son pequeños o los tienen controlados.
No sé la de veces que corriendo se me ha venido para encima algún perro suelto y he tenido que escuchar del dueño la famosa frase ‘tranquilo que no hace nada'.
Obvio mis perros a mí tampoco me hacen nada, pero la cuestión es que no se debe dejar un perro suelto cuando no se tiene control sobre el mismo, porque aunque lo llamen e intenten controlar, la mayoría de las veces el perro hace caso omiso a su dueño y sigue incomodando con su presencia al corredor.
LENGUAJE CORPORAL
La manera en que afrontemos los encuentros con uno o varios perros mientras corremos tendrá mucho que ver con el desenlace de los mismos.
Ante todo debemos mantener la calma y no entrar en pánico, ya que los perros, como otros animales, sienten el miedo en las personas.
Dependiendo de la actitud del perro o manada, convendrá desde reducir algo nuestra velocidad, hasta ponernos a caminar, e inclusive detenernos totalmente en casos de un ataque inminente. Según nos vayamos acercando a un perro desde lejos podremos evaluar por su postura y actitud si se va a mantener indiferente, si se va a acercar por curiosidad, o si tiene intenciones de confrontarnos.
Igual que cuando vemos a un perro moviendo la cola podemos intuir que es amigable, cuando lo observemos parado mirándonos fijamente, con el cuerpo rígido hacia adelante y las orejas atrás, deberemos presuponer que en cualquier momento se puede abalanzar hacia nosotros. El que un perro ladre no necesariamente lo convierte en agresivo, ya que ese es simplemente uno de los mecanismos de defensa que ellos tienen.
Lo que denota realmente agresividad es cuando el perro gruñe y muestra sus dientes.
Estando en presencia de un perro agresivo que se nos acerque a corta distancia y muestre claros síntomas de querer mordernos, nos detendremos adoptando la silueta de un poste, con los brazos pegados al cuerpo y las manos cerradas.
De esta forma le será más complicado al perro encontrar una parte de nuestra anatomía que sobresalga y sobre la que poder clavar sus dientes.
Lo peor que podemos hacer en esos casos es salir corriendo a todo lo que den nuestras piernas, ya que los perros son más rápidos que nosotros y nos darán alcance en una posición desequilibrada y sin posibilidad de defensa.
Los expertos recomiendan no mirar a los perros a los ojos directamente para que no lo tomen como una señal de confrontación, sino de soslayo, pero siempre observando qué hacen y la posición en la que están. Esto es complicado cuando no se trata de un solo perro sino de varios.
Si el perro se pone a dar vueltas a nuestro alrededor y sigue ladrando, pero sin tomar una actitud de ataque, nos moveremos muy lentamente de perfil sin darle la espalda, paso a paso, alejándonos del perímetro que el perro esté protegiendo.
Esto puede llevar minutos, y quizás mientras aparezca el dueño o pase algún carro que nos sirva de protección.
En cambio, si gritamos o hacemos gestos bruscos, podemos poner nervioso al animal y desencadenar el ataque. En algún momento el perro dejará de seguirnos y nos ladrará cada vez más en la distancia, hasta que podamos retomar el trote después de superado el peligro.
A pesar de las precauciones que tomemos, en algunos casos el perro se lanzará de todos modos contra nosotros, y en esa eventualidad y por mucho amor que le tengamos a los animales, deberemos defendernos intentando infringir al perro el menor daño posible.