¿Regulación o autorregulación?

Actualizado
  • 04/05/2009 02:00
Creado
  • 04/05/2009 02:00
AMÉRICA ECONOMÍA. Es un chiste, pero de los amargos: “No tienen remedio (cura)”, se dice en Chile de los comerciantes de fármacos.

AMÉRICA ECONOMÍA. Es un chiste, pero de los amargos: “No tienen remedio (cura)”, se dice en Chile de los comerciantes de fármacos.

El descubrimiento de la colusión de las tres principales cadenas de farmacias con los laboratorios farmacéuticos para subir los precios a más de 200 medicamentos, hace pocas semanas, dejó pasmados a moros y cristianos.

Se sabe que la desconfianza del consumidor puede arruinar a una industria. ¿Por qué la historia se repite sin pausa cada cierto tiempo? El consenso es que no se trata de un problema moral de algunas “manzanas podridas”, sino de algo más sistémico: los incentivos, en posiciones oligopólicas, son demasiado suculentos para que los empresarios se resistan a cruzar el límite de lo socialmente aceptable. Por eso, ya nadie cree que se deba dar a las firmas la autonomía para fijar por sí mismas las reglas de competencia en su negocio.

Es cierto que la autorregulación privada efectiva puede evitar la imposición de normas pesadas de parte del Estado, pero esto sólo ocurre cuando hay una institucionalidad sólida y vigilante en ambas partes.

“Lo que te voy a decir es muy raro”, dice el abogado colombiano y profesor de la Universidad de los Andes Marino Tadeo Henao, “pero la autorregulación funciona bien cuando hay buena regulación”. Es más, propone el académico, cuando hay un vacío regulatorio, los privados relajan sus estándares. Y allí aparecen las tentaciones.

Esto es lo que ocurrió en el mercado financiero estadounidense, británico y alemán durante los últimos años.

UN PASO ADELANTE

Pero si la regulación es deficiente o tarda en llegar, ¿por qué no prevenir? “Igual se debe avanzar en la autorregulación, porque eso mueve el estándar y permite mejorar la regulación”, dice la abogada Nicole Nehme, socia fundadora de Ferrada Nehme, experta en materias de libre competencia.

No se trata de dejar que las compañías pongan sus propias reglas, más bien que los estándares del sector privado complementen las normas y regulaciones que impone el Estado, explica.

Concuerda con Hehme en que los empresarios son quienes conocen mejor su actividad, así como los vicios y malas prácticas que hay que controlar, por lo que dentro de los propios gremios surgen las mejores medidas de supervisión.

El feedback político puede evitarse mediante una efectiva autorregulación, ya sea que involucre una industria completa o una sola empresa.

Pero este daño no proviene sólo de agentes políticos o del Estado.

El cambio de reglas entre privados puede ser igualmente dañino, por lo que las negociaciones entre empresas grandes y pequeñas frecuentemente se rigen por códigos de buenas prácticas.

Existe, casi siempre, un escollo en este camino: quienes están en una posición de dominio suelen optar por el criterio cortoplacista de no ceder.

VACÍO REGULATORIO

A medida que el mercado se torna más complejo se requieren respuestas que antes no. Al crear un código de autorregulación las industrias se consolidan y ganan credibilidad. No son pocos los dilemas de esta actividad.

En 2008, cuando la empresa D&S estuvo a punto de fusionarse con Falabella —antes de ser adquirida por Wal-Mart—, el marido de una funcionaria de la agencia Extend, que asesoraba a Falabella en la negociación, adquirió acciones de D&S. Se trata de uno de los casos emblemáticos de uso de información privilegiada en Chile.

“Cuando se habla de autorregulación, uno se refiere a ámbitos específicos, porque las leyes o las regulaciones públicas cubren parte importante de los mercados”, dice Nehme.

Pero no todo es negativo en la experiencia latinoamericana. Uno de los casos más exitosos apunta justamente a la libre competencia y la transparencia. “Se prohíben los sobornos directos e indirectos”. Así de claro es el acuerdo que firmaron las empresas fabricantes de tuberías en Colombia, cuando se propusieron terminar con las prácticas de corrupción en 2005.

En 20 páginas, las firmas agrupadas en la Asociación Colombiana de Ingeniería Sanitaria y Ambiental, Acodal, que representan más del 90% de las ventas del rubro al Estado, detallan los vicios que se comprometen a eliminar de su negocio. El pacto, asesorado por la filial colombiana de Transparencia Internacional, fue tan exitoso, que los miembros de Acodal lo están exportando.

Desde que opera el acuerdo los socios cuentan con un comité tripartito independiente, que puede llevar sus quejas directamente a la Vicepresidencia de la República.

“Esto ha dado en una competencia más leal, más abierta y precios más bajos”, asegura González.

Es decir, beneficios para todos. El contrario de lo que pasa cuando la autorregulación es mala o inexistente.

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