La isla cambia su modelo

LA HABANA. Cuba es noticia. Además de la liberación de presos políticos, los brotes de protesta social y el ansiado cambio de modelo eco...

LA HABANA. Cuba es noticia. Además de la liberación de presos políticos, los brotes de protesta social y el ansiado cambio de modelo económico han sido los más recientes focos de atención. De uno y otro lado del espectro político, múltiples son los intentos por anticipar el futuro de la Isla.

Sin embargo, pocas veces se logra ofrecer un panorama claro acerca de qué está sucediendo verdaderamente dentro del país.

Cuba también provoca sentimientos encontrados.

Críticas y defensas se han enfrentado por décadas al discutir sobre un gobierno que, por un lado, provee acceso gratuito a servicios públicos claves como la educación y la salud, y por otro, suprime derechos individuales elementales como la libertad de expresión o la posibilidad de salir y regresar al país sin necesidad de permisos estatales.

A veces pareciera que sobre Cuba se extiende una especie de cúpula, quizás como pantalla sobre la cual cada quien proyecta lo que desea ver, pero que de hecho impide observar la realidad que impera debajo. La realidad que rige la vida diaria de millones de cubanos.

REUNIÓN POLÍTICA

Entre hoy sábado 16 y el 19 de abril se celebrará por fin el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), postergado por catorce años. Las expectativas aumentan desde su anuncio en noviembre pasado. Las declaraciones de Raúl Castro sobre ‘la necesidad de realizar modificaciones drásticas para incrementar la productividad y reducir la ineficiencia’ se tradujeron en la propuesta de un Estado que permita espacio a la iniciativa privada. Para muchos, esto implica tomar una dirección exactamente opuesta a la definida por su hermano Fidel al principio de su Revolución, cuando aniquiló la propiedad privada y puso al Estado como eje de toda planificación y actividad económica.

Y la gran pregunta se alza desde el sentido común. ¿Qué pasará en Cuba cuando la vida de muchos entre su gente cambie de un día a otro? ¿Y cómo podrá el gobierno reactivar una economía que parece ya descalabrada?

Una mirada a la posición de Cuba en sus relaciones económicas internacionales revela en primer lugar la dificultad para obtener créditos.

Dos razones fundamentales lo explican: el embargo norteamericano y la acumulación de una deuda externa que limita las opciones de a quién poder pedir.

PAÍS DEUDOR

Según Robert Plummer, periodista especializado de la BBC, el Club de París, que reúne a las más influyentes economías mundiales, sitúa a Cuba como segundo gran deudor.

La suma publicada supera los 30 billones de dólares. Y la cifra puede crecer si se suman números ‘menores’ como casi 2 billones adeudados a Argentina y 1.2 billones que se deben a Rumania.

El perjuicio real del embargo norteamericano, no obstante, resulta más difícil de medir.

Aunque no existen obstáculos legales para establecer relaciones económicas con otros gobiernos, ciertamente cada empresa o firma que tenga intereses estadounidenses se ve inhabilitada para involucrarse en cualquier intercambio económico con la Isla.

Con todo, muchos sostienen que dicho embargo resulta obsoleto y sirve de pretexto a las autoridades cubanas para justificar su fracaso. De hecho, se ha observado que más del 80% de las importaciones de alimentos provienen de Estados Unidos.

En añadidura, el impacto de la crisis financiera internacional se ha hecho sentir con crudeza. La inestabilidad tanto en el valor de las monedas duras como en los precios de los productos de importación y exportación ha ocasionado pérdidas en el rango de los miles de millones de dólares.

Una consecuencia directa ha sido una reducción del 15% en el poder de compra de bienes exportables, como reconoció el propio PCC en el documento emitido con los lineamientos económicos y sociales emitidos para su discusión previa al próximo congreso.

FERTILIDAD EN OCIO

A lo interno, resulta grave que alrededor de la mitad de los terrenos fértiles estén ociosos en un país que históricamente se ha apoyado en la actividad agrícola. Decisiones equivocadas también promovieron las ‘plantillas infladas’ –el empleo de un número superior de trabajadores respecto al necesario para adecuado funcionamiento de cualquier actividad–, y en la desvalorización del rol social del trabajo como medio de satisfacer las necesidades personales y familiares. Más allá del alcance y control de las decisiones humanas, pero no menos perjudicial para la economía, huracanes, sequías y otros fenómenos naturales ocasionaron daños que han costado a la nación casi 22 mil millones de dólares tan sólo en el período 1998-2008.

Pero todos estos números, indicadores macroeconómicos, revelan muy poco de la vida cotidiana de los cubanos. Precisamente un aspecto que ha devenido lugar común en los medios de prensa internacionales, concentrados en describir las carencias diarias.

Por una parte, periodistas y bloggers critican la dificultad del acceso a internet, la censura a la información y los efectos desgastantes de una burocracia caduca e ineficiente. Y con todo, ellos no consiguen dibujar el tapiz completo de una situación que no se resume a cortes eléctricos, problemas con el transporte público, escasez de medicinas o altos precios de los alimentos, sino que impone verdaderas batallas al ama de casa que busca una escoba, al universitario que necesita imprimir o fotocopiar un texto, y la generalidad de la población que sufre la forzosa convivencia familiar, al no estar permitidos, al menos aún, el alquiler y compraventa de viviendas.

La pobreza no sólo se hace tangible en un salario insuficiente que nunca basta para subsistir el mes, sino también en la inestabilidad de la oferta de productos básicos que muchas, pero muchas veces, falla.

Y en ningún caso podrían resumirse las experiencias de la totalidad de los cubanos en solamente la descripción de los avatares de un ‘cubano promedio’.

Sin dudas, el tejido social es variado y complejo.

Grandes diferencias son determinadas por factores entre los que resulta clave el acceso a la moneda convertible (CUC), ya sea por la vía laboral o gracias a remesas recibidas de familiares en el extranjero. Para quienes cuentan exclusivamente con un salario o una pensión en moneda nacional, la realidad adquiere tintes trágicos.

TIEMPO DE REVERSIÓN

No sin causas Raúl Castro señaló como prioridad urgente la necesidad de revertir la precariedad económica.

Para ello, los lineamientos económicos y sociales definen un grupo de objetivos.

Entre estos se encuentran la eliminación eventual de la mencionada dualidad monetaria, la erradicación de subsidios estatales como el de la llamada cuota mensual que se distribuye bajo el principio del igualitarismo, y la modificación de la estructura del empleo, que promueve la ampliación de las opciones fuera del sector estatal.

Sin dudas, el hecho de que el Estado mantenga empleada, o subempleada, a un 85% de la población laboralmente activa conlleva pérdidas que ya no se pueden asumir. Pero voces gubernamentales han repetido que en ‘la actualización del modelo económico primará la planificación y no el mercado’, como afirma Rodríguez García, ex-ministro de Economía y Planificación.

En consecuencia, el número de licencias concedidas a pequeños negocios en los últimos meses sobrepasa el total de años enteros en el pasado.

Tal circunstancia es celebrada por la mayoría de la comunidad internacional, sean gobiernos, organizaciones no gubernamentales o medios de prensa.

Sin embargo, algunos miran la lista de empleos autorizados para desarrollarse en el sector privado y concluyen que es poco menos que feudal.

Esas mismas voces advierten que hay pocas razones para mantener esperanzas si no se proponen cambios más profundos, ya que las ‘modificaciones’ no son todo lo ‘drásticas’ que prometieron ser.

EL SECTOR ‘PRIVADO’

Efectivamente, la lista de actividades permitidas incluye la de ‘alquilador de trajes’ pero no la de crear un taller de costura o una fábrica de textiles; la de ‘albañil’ pero no la de productor o vendedor de materiales para la construcción; el de ‘encuadernador de libros’ pero no la posibilidad de fundar una casa editora.

Entre las 178 actividades, la mayor parte son artesanales o manuales; ninguna incluye la práctica privada de profesiones como la medicina, la ingeniería, la arquitectura, las ciencias sociales o la educación.

En ningún caso el Estado se desprende del monopolio sobre los recursos y sobre la producción y comercialización de bienes.

¿Y cómo va a sostenerse el sector privado si se apoya únicamente en los servicios, sin contar con el impulso de un capital que se genere en la producción y que propicie el consumo?

Análisis sobre las dificultades que enfrentarán aquellos trabajadores que pasen del sector estatal al privado se han publicado en más de una ocasión.

Interrogantes se levantan sobre, por ejemplo, cómo obtener financiamientos, cómo se regularán los impuestos, cómo agenciarse los suministros. Aunque países como Brasil han expuesto su interés en otorgar micro-financiamientos, aún no se determina o regula nada al respecto.

Sin embargo, pocos se han detenido a reflexionar acerca de la repercusión a nivel individual de este ‘tránsito’.

En tal sentido, Rafael Hernández, editor de la revista cubana

Temas dedicada a asuntos de relevancia social, ha expuesto que ‘la vasta mayoría de los cubanos nunca se ha relacionado con un businessman capitalista porque han nacido bajo otro sistema’.

Se deduce entonces una obvia inexperiencia, extendida entre aquellos que incursionen en la gestión de la pequeña empresa.

En un artículo reciente, el periodista y novelista cubano Leonardo Padura puso el dedo en una llaga más honda.

El autor observa que el proceso impulsado por las autoridades traerá ‘aparejado una importante modificación de las estructuras sociales cubanas, no sólo en lo económico sino en todas sus esferas de existencia’.

Padura se refiere fundamentalmente a una franja de la población que él denomina ‘generación escondida’.

GENERACIÓN CASTRADA

Esta generación, cuyos integrantes oscilan hoy entre los 45 y 55 años, creció educada para creer en la utopía que naufragó en los 90 con el derrumbe de la Unión Soviética; fue la primera en asistir masivamente a las universidades y por tanto, son profesionales desvinculados del trabajo agrícola o artesanal; participó en misiones internacionalistas –en países de África, el Medio Oriente y Asia, y también en Panamá– sin recibir ni esperar beneficios económicos; vio truncada en muchos casos su ‘etapa de madurez intelectual y laboral’ a causa del ‘periodo especial’.

Esa generación tendrá que alterar medularmente y en algunos casos incluso rehacer su forma de sustento y vida, además de replantearse sus relaciones con un Estado que pretende descontinuar su rol paternalista.

Lo que cuestiona Padura, resumido en pocas palabras, es si estos individuos tendrán suficientes fuerzas físicas y sicológicas para (re)moldearse en un nuevo modelo económico que será mucho más competitivo y menos proteccionista.

¿Hasta qué punto ellos estarán dispuestos o serán capaces de convertirse en agricultores, choferes, carpinteros, o peluqueras ‘por cuenta propia’?

Cualquier reflexión sobre la situación económica y social en Cuba que pretenda escarbar más abajo de la superficie arrojará todavía más preguntas que respuestas.

El Congreso del Partido seguramente contestará algunas, y mientras transcurren los días, esperanzas y escepticismo se confunden y contradicen. Pero es probable que a la conclusión del mismo aún permanezca la incertidumbre respecto al futuro.

Y muchos temen que una vez más, en Cuba, la serpiente se muerda la cola.

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