El plan perfecto de Obama para balancear las finanzas

Actualizado
  • 16/02/2012 01:00
Creado
  • 16/02/2012 01:00
WASHINGTON. La divulgación del presupuesto federal para 2013 del presidente Obama involucra dos grandes noticias. La primera se refiere ...

WASHINGTON. La divulgación del presupuesto federal para 2013 del presidente Obama involucra dos grandes noticias. La primera se refiere al déficit y la deuda, que han recibido abundante atención. Aunque Obama describe su presupuesto como comedido y responsable, la deuda federal crecerá un 68% en la próxima década, para alcanzar $19.5 mil millones en 2022.

Pero la segunda noticia ha recibido una atención sólo modesta. Se trata de la manera en que los gastos de los ancianos, lenta pero inexorablemente, están desplazando al resto del gobierno —y creando enormes presiones para que se deban realizar profundos aumentos fiscales en el futuro.

Estamos re-definiendo la naturaleza del gobierno sin pensar conscientemente en ella y sin debatirla. Los gastos en casi todo el resto de las actividades gubernamentales —defensa, educación, parques nacionales, construcción de carreteras y muchas otras cosas— se están reduciendo o, casi con certeza, se reducirán. Para comprender lo que está sucediendo hay que zambullirse en las tablas del presupuesto.

Comencemos con la tabla S-6. Como porción del ingreso nacional (producto bruto interno), Obama espera reducir los gastos discrecionales de defensa e internos en un asombroso 43% para 2022. Caerían de representar un 8.7% del PBI en 2011, a un 5% en 2022.

Todo el mundo sabe lo que es defensa. Entre los gastos discrecionales internos se encuentran muchas de las actividades gubernamentales que no incluyen al Seguro Social, Medicare y Medicaid, programas que asisten a los ancianos.

Si ustedes no creen en la tabla S-6, prueben la S-7. Ésta calcula los gastos después de ajustarlos a la inflación esperada y a los cambios de población. El resultado muestra el ‘verdadero’ tamaño de varios programas gubernamentales. He aquí las tendencias proyectadas para la próxima década: los gastos del Seguro Social se elevan un 27%; para Medicare y Medicaid el aumento es del 41%. Mientras tanto, los gastos de defensa caen un 23% y los gastos discrecionales internos caen casi un 20%.

El Seguro Social, Medicare y Medicaid —que crecen por el envejecimiento de la generación de baby boomers y por los elevados costos de salud— determinan, inexorablemente, las prioridades nacionales. En una sesión informativa de prensa, altos funcionarios del gobierno —liderados por Gene Sperling, director del Consejo Económico Nacional, y Jeffrey Zients, director en ejercicio de la Oficina de Administración y Presupuesto— apenas mencionaron estos programas.

Es una proeza, considerando que constituyen el 44% de los gastos que no son intereses y que se proyecta que constituyan el 57%, para 2022.

La paradoja es obvia, aunque no se la exprese: Una administración, que reconoce ser liberal, está vaciando el gobierno porque carece de voluntad política para encarar los programas para los ancianos.

Todas las presiones presupuestarias se están concentrando sobre la menguante porción de los gastos no dedicada a los ancianos y a impuestos más altos. Alguien debería prestar atención.

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