Una economía incierta

Actualizado
  • 31/05/2015 02:00
Creado
  • 31/05/2015 02:00
La inversión en negocios ha sido deslucida

La economía de Estados Unidos continúa trastabillando. Crea empleo a buen ritmo pero otros aspectos del crecimiento son menos impresionantes.

La inversión en negocios ha sido deslucida. La recuperación de la vivienda mejora pero todavía no está donde muchos economistas piensan que debería haber estado. El gasto del consumidor, que representa un poco más de dos tercios del total del gasto, ha sido débil. La economía tiene una cualidad incierta que reiteradamente defrauda los pronósticos de un crecimiento sólido.

Mi principal explicación para esto —como he argumentado anteriormente— son los vestigios de la crisis financiera de 2008-2009 y de la Gran Recesión. Estos sucesos cambiaron la psicología económica, precisamente porque fueron horrorosos y no anticipados.

Trascendieron la experiencia de la mayoría de los estadounidenses (es decir, cualquiera que no vivió la Gran Depresión). Los ejecutivos corporativos y los consumidores se volvieron más defensivos; ahorraron y acumularon un poco más. Si una nueva calamidad golpea una vez, puede hacerlo otra vez. Más vale prepararse.

Pero este cambio en el clima no es lo único que sucede. Éste se ve reforzado por las prácticas de negocio generalizadas. En la jerga económica, muchas compañías luchan por convertir los ‘gastos fijos' —dinero que tienen que pagar— en ‘costos variables', dinero que pueden o no pagar, dependiendo de sus necesidades.

Las compañías buscan mayor flexibilidad, lo que es bueno para ellas. La desventaja es que su ‘flexibilidad' se convierte en la ‘inseguridad' de los trabajadores, lo que es malo para ellos.

Consideremos dos formas comunes de esto. Una es el apoyo creciente en trabajadores temporarios. Superficialmente, esto parece trivial. Los trabajadores temporarios ahora representan solo 2% de la fuerza laboral de Estados Unidos y, pese a que eso representa un aumento de 1% con respecto a 1990, todavía parece ser muy pequeño para que importe. Pero las apariencias engañan.

Las compañías han cambiado el modo en que ven a los trabajadores temporarios, dice la economista Susan Houseman de W. E. Upjohn Institute, un grupo de investigación. Por décadas después de la Segunda Guerra Mundial, los empleados temporarios, principalmente mujeres, servían como reemplazantes de trabajadores de oficina que estaban enfermos, de vacaciones o de licencia. Ahora, las compañías ven a los trabadores temporarios como una forma de mejorar su performance financiera y navegar mejor el ciclo de negocios. Aproximadamente la mitad están involucrados en manufactura y depósitos; más o menos uno de cada seis son profesionales o empleados técnicos (contadores, trabajadores de tecnología de la información, abogados).

Las empresas ‘quieren tener una fuerza de trabajo justo a tiempo', dice Houseman. ‘No se quiere pagar a la gente cuando no se la necesita'. Como resultado, los trabajadores temporarios han representado una porción muy grande de los cambios laborales tanto en la recesión como en la recuperación. En un estudio, Houseman y Carolyn Heinrich de la Universidad de Texas hallaron que los trabajadores temporarios representan 11% de la pérdida de empleos en la recesión (de fines de 2007 a mediados de 2009) y 13% de la recuperación de empleos hasta 2014.

Los trabajadores temporarios también pueden reducir los costos laborales de una empresa, principalmente porque no tienen —o tienen muy pocos— beneficios de salud y pensión, reporta el estudio.

(Los trabajadores temporarios permanecen en los libros de la empresa que los reclutan —compañías como Manpower— y entonces no están cubiertos por los beneficios adicionales de la compañía que los contrata). La ventaja para los trabajadores es simple: Tienen un trabajo que a veces lleva a una posición permanente en aproximadamente 15% de los casos en el curso de cinco años, dice Houseman.

Una segunda manera en que las empresas expanden los costos variables tiene que ver con la práctica de pagos. En nuestra mente, nos imaginamos que la mayoría de los trabajadores tienen un salario base o tarifa salarial que se aumenta periódicamente. Las empresas consideran los costos laborales como fijos —a no ser que despidan a los trabajadores. Pero eso está cambiando, informa Aon Hewitt, una firma consultora.

En una encuesta de 1,064 empresas grandes y medianas, se halló que muchas habían transformado la mayoría de los fondos para aumentos anuales para trabajadores asalariados en una variedad de pagos que se hacen una sola vez: ganancias compartidas, planes de incentivo personal y bonificaciones.

Los costos laborales se vuelven más variables. Estos pagos no se aplican al pago base del trabajador y, dependiendo de cuán bien o cuán mal le va a la empresa, pueden aumentarse o reducirse anualmente. También pueden ser un canal para favorecer a empleados.

‘Este es un modo de pagar por performance… pero no de quedarse atado a costos fijos', dice Ken Abosch de Aon Hewitt, quien llama a la falta de enfatización sobre aumentos salariales generalizados una ‘revolución silenciosa' en las prácticas de compensación que datan de la década de 1980.

Pero para los trabajadores, el cambio eleva la incertidumbre. No pueden saber por adelantado cuál será exactamente su pago anual. Se vuelven más vacilantes.

Pareciera que lo que tenemos es una economía atrapada en el círculo vicioso de su propio miedo e ignorancia. La crisis financiera y la Gran Recesión han dejado un gran residuo de ansiedad. Las compañías y los consumidores respondieron restringiendo el gasto, que (por supuesto) debilitó la recuperación.

Los esfuerzos de las empresas por protegerse a sí mismas de esta debilidad asimismo desplazaron el riesgo a los consumidores, volviéndolos más cautelosos. No están aterrorizados, pero tampoco se sienten exuberantes.

Con el tiempo, quizás veamos este proceso como el redescubrimiento de la prudencia. Pero por ahora, continúa alimentando la frustración.

THE WASHINGTON POST

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Las compañías buscan mayor flexibilidad, lo que es bueno para ellas. La desventaja es que su flexibilidad se convierte en la inseguridad de los trabajadores, lo que es malo para ellos'.

La crisis financiera y la Gran Recesión han dejado un gran residuo de ansiedad. Las compañías y los consumidores respondieron restringiendo el gasto, que debilitó la recuperación'.

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