Más allá del azúcar, las grasas y la sal

Actualizado
  • 16/03/2016 01:00
Creado
  • 16/03/2016 01:00
Es hora de declarar la obesidad una crisis y llamarla por su nombre: epidemia

Estadísticas publicadas por la Organización Mundial de Salud (OMS) destacan la crisis mundial de salud pública con motivo de la epidemia de obesidad.

Más de 2 mil millones de personas en el mundo sufren de sobrepeso y obesidad. En Panamá, actualmente el 30% de los niños y 65% de los adultos padecen de sobrepeso y obesidad. Además, alrededor de 70 mil nuevos casos de cáncer se registrarán en el 2035 por sobrepeso y obesidad.

Las estadísticas del 2015 muestran que por primera vez el número de personas con diabetes superó las 350 mil, un aumento de 25 mil en comparación con el año anterior, y un aumento de 65% durante la última década.

Aunque la obesidad ha estado en la agenda de las autoridades de salud por más de una década, poco se ha hecho. A pesar de los llamados de la sociedad para crear leyes o decretos con miras a reglamentar la venta de alimentos no saludables, el mero anuncio causa escándalo entre los fabricantes de alimentos procesados y enciende de inmediato los aparatos de defensa de los comerciantes.

Tras el anuncio, hace unos meses, de la propuesta del Ministerio de Salud para regular las sodas de los quioscos escolares, la incomodidad de la industria fue notoria.

Lo cierto es que la obesidad es una epidemia entre niños y adultos de proporciones gigantes y que produce problemas de salud pública en todos los estratos demográficos de la sociedad, principalmente en los de ingresos bajos. Los enfoques usados por las autoridades y la industria para frenar la obesidad no han funcionado.

La obesidad es el resultado de un entorno propiciado por grandes empresas a nivel mundial que fabrican comida procesada y bebidas azucaradas con el único interés de suministrar alimentos de alta densidad calórica, alimentos ultraprocesados, pobres en nutrientes y a precios lo más bajo posible, y de un estilo de vida cada vez más sedentario.

La prevención y tratamiento de la obesidad requiere de medidas urgentes, serias y multifacéticas, más allá de un impuesto al azúcar, de reducir la sal en comidas o prohibir las grasas saturadas en alimentos.

Medidas novedosas, revolucionarias y culturales que detengan el principal problema que viven los seres humanos. Una de las razones que hacen de esta epidemia tan temible es la poderosa influencia de la industria de alimentos y bebidas, y de otros grupos de presión que doblegan a gobiernos y políticos.

El nuevo Índice Mundial de Nutrición, publicado el 14 de enero, que resalta a las 22 empresas más grandes del mundo y sus contribuciones a la lucha contra la obesidad y la desnutrición, muestra que la industria en su conjunto se está moviendo demasiado lento.

Por eso, las autoridades deben crear estrategias para combatir la obesidad e implementarlas con acciones más abarcadoras, más integrales y más participativas para incluir y abarcar tanto aspectos de prevención como de tratamiento y curación.

Además del sector salud, el sector educación juega un papel vital para empoderar a los niños y adolescentes con el conocimiento relevante sobre la alimentación y la nutrición. También, el sector transporte, comercio, trabajo, negocios, economía y empresa deben responsabilizarse de participar de los programas para desarrollar hábitos saludables de consumo.

Entablar un proyecto de esta naturaleza es muy difícil. Las estrategias de tratamiento son múltiples y comienzan con la necesidad de reconocer a la obesidad como una enfermedad. Igualmente, las acciones preventivas deben cuantificar sus consecuencias en términos de pérdida de productividad económica y eficiencia nacional.

El Reporte 2015 de la OMS sobre las Medidas Preventivas, así como también el Informe 2013 sobre Dietas de Hogar del Ministerio de Salud, señala que la población de Panamá es deficitaria en nutrientes vitales como vitaminas A, D , E y C, ácido fólico, calcio, magnesio, fibra, potasio y hierro. La ironía es que si dos tercios de la población sufrieran de anorexia nerviosa grave o sufrieran de un simple virus de resfriado, ya la habrían llamado emergencia nacional. Es hora de declarar la obesidad una crisis y llamarla por su nombre: epidemia.

Por tanto, la obesidad necesita mucha más atención de la que actualmente las autoridades están dando. Reducir el azúcar, la sal y las grasas de las dietas y crear un impuesto de consumo a las sodas sería un pequeño paso ante la inmensidad del problema. Pero no nos llamemos al engaño; eso no será suficiente. Es imperante ensayar y gestionar medidas mucho más profundas y más amplias, como por ejemplo ( ver tabla )

En resumen, un país es el reflejo de lo que consume su gente. Si la gente toma sodas y se alimenta con comida chatarra, entonces seremos un país de obesos y enfermos. Pero si, por el contrario, las personas comen alimentos saludables y dietas balanceadas, si las políticas de prevención sirven para educar a la población sobre los riesgos de las enfermedades no transmisibles, si las empresas reciben incentivos para fabricar y comercializar alimentos frescos y ricos en nutrientes, y si el Estado realiza sus funciones básicas para asegurar la salud de su población, entonces el país será rico con gente feliz. Esperemos que todos en Panamá escojamos bien estas propuestas por el beneficio de nosotros y de las futuras generaciones.

EL AUTOR ES EMPRESARIO Y EXCOMISIONADO DE LA CLICAC

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‘Un país es el reflejo de lo que consume su gente. Si la gente toma sodas y se alimenta con comida chatarra, entonces seremos un país de obesos y enfermos...'.

RAFAEL CARLES

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MEDIDAS PREVENTIVAS

Educar a la población sobre aspectos de alimentación y consumo saludable.

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