Cruce del Atlántico en Monomotor

Actualizado
  • 19/10/2009 02:00
Creado
  • 19/10/2009 02:00
SUIZA. Nunca en mi vida me imaginé que algún día viviría una experiencia tan increíble: cruzar el Atlántico por el Norte de América haci...

SUIZA. Nunca en mi vida me imaginé que algún día viviría una experiencia tan increíble: cruzar el Atlántico por el Norte de América hacia Europa piloteando un avión monomotor.

Cuando una noche, a finales de marzo, mi esposo me anunció que en pocos meses dejaríamos Panamá para irnos a vivir a Suiza, pues su empresa había decidido transferirlo a este país, se me formó un nudo en la garganta. No, no era fácil dejar Panamá. Habíamos pasado aquí cuatro años maravillosos, gracias a la calidez de su gente, a las facilidades y oportunidades que ofrece el país y a los muy buenos amigos que habíamos encontrado. Tan adaptados estábamos, que si les preguntaban a nuestros hijos cuál era su nacionalidad respondían sin vacilación: panameños.

De modo que nuestra partida iba a ser muy dura. Luego de renunciar a mi cargo como gerente de mercadeo de la empresa Dell, comencé a organizar la mudanza. Pero muy pronto se nos presentó un interrogante: ¿qué íbamos a hacer con nuestro avión, comprado hace un año? ¿Cómo lo íbamos a llevar a Suiza?

A mi esposo y a mí nos apasiona la aviación. Aprendimos a volar aquí, en Panamá. Nos encantó recorrer el país, conocer cada rincón suyo: el archipiélago de las Perlas, Chitré, Pedasí, David, Bocas del Toro. Acabamos comprándonos un Cirrus SR22, monomotor de 4 lugares. ¿Cómo íbamos a llevarlo? Lo mejor era pilotearlo hasta Suiza. No había otra alternativa. De modo que comencé a prepararme para realizar esta travesía.

ALTOS RIESGOS ANUNCIADOS

Tenía muchísimas dudas. La principal era: ¿cómo cruzar el Atlántico? Son pocos los aviones monomotores que realizan este cruce cada año. El cruce directo sin tanques adicionales de combustible es imposible, pues este tipo de avión no tiene autonomía suficiente para lograrlo. La ruta recomendada es el cruce por el Atlántico Norte atravesando Canadá hacia Groenlandia, siguiendo posteriormente por Islandia y finalmente accediendo al viejo continente por Escocia o Noruega.

Dos problemas se presentan a muchos pilotos. El primero, el riesgo de encontrarse en estas latitudes, inclusive en verano, con problemas de hielo. La fuerte acumulación de hielo en las alas del avión interfiere en su aerodinámica y provoca la pérdida de control de la aeronave. La probabilidad de sobrevivir a una caída en medio del Atlántico —un Atlántico de agua helada— es bastante baja, por no decir nula. El segundo riesgo es encontrarse sin combustible suficiente para llegar al destino. Esta situación no es tan improbable. Con un viento fuerte de frente, el tiempo hacia el lugar de destino se alarga y las reservas de combustible se van agotando.

Según los artículos que fui leyendo, muchos accidentes ocurridos en esta ruta se debían en gran parte a las dos causas mencionadas. ¿Debía desistir en consideración a riesgos tan altos? No pude. Las ganas de afrontar esta aventura fueron más fuertes que temores y prudencias.

Decidimos con mi marido que Don Hall, un “Ferry Pilot” experimentado en realizar el cruce por el Atlántico, a quien conocíamos de tiempo atrás, me acompañaría. Don había hecho esta travesía cerca de cuarenta veces, pero con tanques de combustible adicionales y cruzando por las Azores. Según nos informó, era preciso adquirir todos los equipos de supervivencia necesarios para esta travesía: bote de rescate, ELT de mano, combinación térmica de supervivencia y otros implementos más, para mí, a primera vista, algo alarmantes.

La ruta estudiada debía llevarnos por todo el Norte de los Estados Unidos, el Nordeste de Canadá, Groenlandia. Islandia, Escocia y Suiza. Para facilitar la travesía, acordamos que Don llevaría el avión desde Panamá hasta Lakeland, Florida, en donde nos encontraríamos para iniciar el viaje.

Y así, culminados los preparativos, el primero de agosto llegué a Florida (USA) para iniciar esta aventura. Partimos dos días después con el avión cargado de víveres, equipos de supervivencia y nuestras maletas.

CRUZANDO ESTADOS UNIDOS HASTA CANADÁ

El 3 de agosto se abrió como un día soleado. Sobre la Florida el cielo era de un deslumbrante azul y los pronósticos meteorológicos para la ruta eran excelentes. Todo indicaba que íbamos a tener un buen día de vuelo.

En medio de amplias áreas arborizadas, divisábamos las típicas ciudades americanas con sus casitas en perfecto órden simétrico, fábricas, carreteras y de vez en cuando algún río. Fue un vuelo normal, sin problemas. Demoramos tres horas y media y aterricé siempre bajo un cielo despejado.

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