El chantaje republicano

Actualizado
  • 08/10/2013 02:00
Creado
  • 08/10/2013 02:00
Desde que Barack Obama anunciase que la reforma sanitaria era una prioridad de su segundo mandato, el ala más radical del Partido Republ...

Desde que Barack Obama anunciase que la reforma sanitaria era una prioridad de su segundo mandato, el ala más radical del Partido Republicano ha empeñado todos sus esfuerzos por tumbar el proyecto, en primera instancia, o desfigurarlo hasta hacerlo irreconocible, como mal menor. Tanto el heterogéneo grupo de dirigentes derechistas, como sus bases partidarias y sus votantes, han convertido la oposición a la reforma que amplia la cobertura sanitaria a los más desfavorecidos, en una auténtica cruzada ideológica en defensa de los valores que encarnan el genuino modo de vida americano.

En estos días, los cruzados del Tea Party, junto con otros congresistas republicanos, están dando la que consideran la batalla final contra la ‘herejía’ que representa para ellos la reforma del sistema de salud. Como arma fundamental usan su capacidad de bloquear el presupuesto e impedir el aumento del techo de gasto, a cambio de que el Presidente suspenda la entrada en vigor de la reforma sanitaria. Los rehenes son 800,000 funcionarios que están en sus casas sin cobrar y los servicios públicos que se han dejado de prestar. Pero su amenaza va mucho más allá, y dicen que están dispuestos a que Gobierno Federal tenga que declarar una suspensión de pagos. Sería la primera vez en la historia que eso ocurre, y el anuncio de todos los males que ello acarrearía para Estados Unidos y para el resto del mundo, no parece amilanar a los chantajistas.

La sanidad es un derecho fundamental en una democracia avanzada, por eso se entiende el empeño del presidente Obama por aprobar uno de los proyectos que marcaran su presidencia. Si para los extremistas republicanos tumbar la reforma es una batalla ideológica contra todo lo que odian, para los demócratas de cualquier ideología que se mantenga un proyecto que ha sido aprobado por una mayoría legítima debería ser una cuestión de principios.

Por eso, a pesar de la preocupación que está generando en el resto del mundo y de las posibles consecuencias que la acción desesperada de los republicanos puedan tener a partir de mediados de octubre, lo que deberíamos desear los demócratas de todo el mundo, es que el presidente de los Estados Unidos gane esta batalla, sin modificar una ley que ya está aprobada y que es justa, y sin dejar que unos pocos chantajeen a la mayoría.

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