Venezuela decide su futuro

VENEZUELA. Los más fanáticos empezarán a hacer fila desde las cuatro y media, aunque las más de 39,000 mesas electorales no abrirán hast...

VENEZUELA. Los más fanáticos empezarán a hacer fila desde las cuatro y media, aunque las más de 39,000 mesas electorales no abrirán hasta las seis. Casi 19 millones de venezolanos están citados a votar en 13,800 centros de votación por todo el país, más los 100,495—de más de un millón de venezolanos en el exterior—que lo harán en las 304 mesas que habrá en las 126 ciudades donde hay sedes diplomáticas venezolanas.

Unos 139,000 efectivos de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana garantizarán el orden y la seguridad, aparte de cumplir con labores de logística, como el traslado de material electoral. ‘Estamos capacitados, equipados y motivados para cumplir una vez más la noble misión de preservar la democracia en Venezuela’, expresó ayer Henry Rangel, ministro de la Defensa, en un mensaje de Twitter.

ABSTENCIÓN Y VOTOS NULOS

A priori, las elecciones de hoy son las más reñidas de la era chavista, y de ambos lados—pero especialmente del lado opositor—existen dos grandes preocupaciones. La primera es el abstencionismo, que en Venezuela acostumbra rondar el 25-30%, lo que reduce a unos 15 millones la cantidad de votos efectivos. La segunda son los votos nulos, que en las elecciones anteriores rondaron el 1,5%, pero que podrían dispararse debido a una serie de cambios de última hora—la retirada de cuatro partidos de la alianza de Capriles—que harán que cuatro de las casillas en las que figura el rostro del candidato opositor se conviertan en efecto en votos nulos o para otro candidato. Además de Chávez y Capriles, hay otros cuatro candidatos inscritos: Orlando Chirinos, Reina Sequera, Luis Reyes y María Bolívar.

La abstención y los votos nulos son ejes fundamentales de la estrategia opositora. Chávez, aseguran muchos analistas, parte con el 40% del voto asegurado—entre cinco y seis millones—, procedente del llamado ’chavismo duro’. Las cuentas de la oposición pasan por reducir el abstencionismo a un 15%, elevar el número de votos efectivos a 16 millones, y ser capaces de obtener ocho millones de votos. En sus proyecciones, el presidente jamás sacaría más de los 7,3 millones con los que arrasó a Manuel Rosales en 2006. La estrategia, por ende, no es robarle votos al chavismo sino movilizar a los que por uno u otro motivo no acuden a votar.

A pesar de la estrategia opositora de reducir el abstencionismo, Capriles Radonski ha hecho de la unidad—de ser un presidente ‘para todos’--un eje fundamental de su retórica de campaña, usando como símbolo esa gorra con la bandera venezolana que tan popular se ha vuelto. Chávez, es verdad, se ha adueñado del universo político venezolano con una retórica de confrontación y de lucha de clases, de pueblo contra burguesía, patria contra imperio, socialismo contra neoliberalismo. Y si bien es cierto que cualquier retórica confrontacional es potencialmente peligrosa, no menos cierto es lo profundo que ha calado este discurso en el pueblo venezolano. Chávez, entonces, se ha aprovechado de una división que no es de su creación, sino que ya estaba ahí. ¿Y quién la puso ahí? Las élites que gobernaron Venezuela hasta 1999. Las mismas, tristemente, que hoy son parte de la coalición de Capriles. En este país, así se resume gran parte de la ecuación.

CHÁVEZ, AÚN MUCHO CHÁVEZ

En Caracas existe un alto grado de optimismo de los dos lados. Sin embargo, los despliegues populares de la última semana parecen arrojar un veredicto claro: Chávez aún es mucho Chávez. A pesar de que no se pueden publicar encuestas en Venezuela desde el 30 de septiembre, un reciente informe del Center for Economic and Policy Research (CEPR) en Washington, D.C., le da al actual presidente una ventaja del 13.7%.

El secreto quizá esté en ese mencionado 40% que seguiría a Chávez a las entrañas del mismísimo infierno si hiciera falta. El presidente, por su parte, ha hecho una campaña en la que se ha vendido como el ‘corazón de la patria’. La estrategia no es—al menos no en su totalidad—un síntoma más de la progresiva mitificación de Hugo Chávez, sino de una realidad más preocupante para él. Hoy por hoy, el pueblo apoya a Chávez y sólo a Chávez. No a su partido, el PSUV, ni a casi ninguno de los políticos que lo rodean. Sólo al ’comandante’. No es casualidad, entonces, que el PSUV haya aparecido poquísimas veces en los discursos de campaña del presidente.

A eso de las siete de la noche (18:30 en Panamá) se deben empezar a dar resultados concretos. Quien sea que resulte ganador deberá lidiar con una serie de crisis estructurales—económicas, energéticas y de infraestructura—que podrían explotar en cualquier momento. Pero fundamentalmente, heredará un país con un proyecto socialista a medio hacer y un pueblo dividido en cuanto al futuro del mismo. Además, las decisiones que tome el próximo inquilino de Miraflores retumbarán por toda América Latina. Afortunadamente, esta noche se resolverá el misterio.

ENVIADO ESPECIAL EN VENEZUELA

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