Gana Biden, pierden los demócratas

Actualizado
  • 09/11/2020 00:00
Creado
  • 09/11/2020 00:00
Al no haber noqueado a Trump y ganado por puntos, el de Biden es un gobierno que nace débil y el presidente apuesta a agudizar las tensiones y canalizarlas con miras al 2024

El partido demócrata y su senil presidente electo, Joe Biden, -que se queda en blanco cada dos por tres por falta de riego sanguíneo a causa de dos aneurismas- han celebrado su victoria con un entusiasmo recortado. Pese a convertir a Donald Trump en el presidente estadunidense más denostado y vilipendiado de la historia reciente, no lograron noquearlo. Al final solo lo derrotaron por puntos, y el Frankenstein republicano sigue vivo.

Trump y los republicanos exhibieron un poder electoral superior al que se tenía previsto, lo que deja intacta su capacidad de enfrentar la ola demócrata –no la marejada arrasadora profetizada- y están en condiciones de mutar en forma única las reglas del juego político estadunidense.

Los demócratas han ganado la presidencia, pero han perdido su apuesta para lograr lo que realmente buscaban: un poder hegemónico que pudieran mantener durante décadas. Eso era lo que en realidad estaba sobre la mesa en las recientes elecciones.

Las encuestas no solo decían que Biden iba a arrasar, sino que recuperarían el Senado y ampliarían su mayoría en la Cámara de Representantes. Según sus previsiones, dispondrían de carta blanca para rehacer Estados Unidos a su deseo, con el único freno de la Corte Suprema de Justicia, que se propondrían reformar para aumentar el número de nueve jueces vigente desde 1869 y contrarrestar el nombramiento de tres logrado por Trump.

Resulta difícil creerse que las grandes encuestadoras hayan vuelto a fallar todas al igual que en el 2016, solo por torpeza.

Hace cuatro años a pesar de que las encuestadoras daban una cómoda victoria a Hillary Clinton, un candidato fuera del sistema de partidos, peleado con la prensa, heterodoxo y excéntrico, ganó la presidencia. Cuatro años después, sumaron un nuevo y rotundo fiasco.

Hubo encuestas que dieron a Biden entre hasta 14 puntos por encima, que vaticinaban un tsunami demócrata que al final fue una marejada, dura, es cierto, pero se estrellaron contra las rocas del trumpismo.

“Todo lo que puede decirse con certeza es que Estados Unidos no ha terminado con Trump. Tal vez sea al revés. Una elección que parecía purgarlo de la vida pública como una aberración de un solo mandato le ha otorgado un papel central y duradero en ella. De ese modo se convertirá en la voz de la oposición republicana a su imagen y semejanza”, escribió este fin de semana el diario británico Financial Times.

¿Réquiem para Trump?

Analistas anticipan que bajo una presidencia de Biden, Trump solo será recordado como un mal sueño, que su movimiento está derrotado y todo volverá a ser algo más normal. Sic transit gloria mundi. El efímero paso de Trump por la historia de Estados Unidos.

En un artículo dominical en el diario argentino Clarín, el escritor británico John Carlin, dijo que sobre Trump debe ponerse como epitafio que fue “una aberración pasajera, un episodio surreal en la política de Estados Unidos”.

Sin embargo, hay mucho desacuerdo. Los mejores pensadores de Washington, los líderes de los think tanks más influyentes, los columnistas de los grandes medios de comunicación de las dos costas y toda una panoplia de comentaristas, politólogos, filósofos y sicólogos, indagan en la esperanza de vida y las ramificaciones teóricas o reales de un movimiento político que va mucho más allá de Trump.

La historiadora de la Universidad de Harvard, Jill Lepore, citada por el diario español ABC, dijo que la prensa estadunidense y los demócratas están lejos de destrumpizar el país. “Quienes creen que lo que Trump representa terminará cuando él ya no sea presidente, simplemente se equivocan”. Una muestra son los 71 millones de votos que acumuló.

Por otro lado, Morris Fiorina, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Stanford, entrevistado por el diario británico The Guardian, dijo que “la hostilidad de los medios ha beneficiado a Trump más que perjudicarle”.

Un claro ejemplo fue el manejo mediático de la pandemia del covid-19. No puede ocultarse que la gestión de Trump fue un desastre y que Estados Unidos se acerca a los 10 millones de contagios y a 250,000 fallecidos. Sin embargo, pese al bombardeo de los medios de comunicación en complicidad con la campaña demócrata, ese tema no fue prioridad para los votantes, sino reconstruir la economía.

Un editorial del diario español La Razón acusó la semana pasada a los grandes medios de comunicación de “cambiar la realidad” sobre la gestión del coronavirus y “tomar parte en un relato sin guardar la saludable distancia” y pretender que “la caricatura de Trump, por ellos mismos dibujada, era el retrato que veían todos los estadunidenses”.

La irrupción de Trump en la vida política y el partido republicano y sus bases es tan absoluta, que una derrota no puede borrarlo. No es usual en Estados Unidos que, tras salir del gobierno, un expresidente se convierta en vocero de la oposición. Pero ante la carencia de un liderazgo consistente no puede descartarse que Trump sea un referente conservador de ese país. Trump podría iniciar su campaña el mismo día en que Biden tome posesión del cargo, en la que, se anticipa, no estará presente. “Hipótesis y conjeturas aparte, de lo que podemos estar seguros es que nacerá una suerte de trumpismo como movimiento político que se convertirá en una fuente inagotable de críticas al gobierno en turno, cuestionará su legitimidad y, lo más preocupante, asumirá que tiene el derecho a bloquear y torpedear las iniciativas del nuevo gobierno”, dijo este domingo el diario mexicano El Universal.

Se ha anunciado que el presidente creará su propio canal de televisión para incidir en el debate político y no depender de la cadena Fox News y que podría postularse para las elecciones del 2024. Para entonces tendría 78 años y lo más probable es que promueva la candidatura de su hija Ivanka o de Donald Junior.

Debilidades de Biden

Al no haber noqueado a Trump y ganado por puntos, el de Biden es un gobierno que nace débil y el presidente apuesta a agudizar las tensiones y canalizarlas con miras al 2024.

La estrategia de denuncias anticipadas de fraude, el desconocimiento de los resultados y la victimización que ha propagado Trump, tienen como objetivo diluir la derrota e instalar la noción de ilegitimidad del nuevo gobierno.

Trump tiene más de dos meses por delante, antes de entregar el poder el 20 de enero, para ametrallar desde la Casa Blanca con la mayor toxicidad posible a un Biden endeble y balbuceante – que este mes cumplirá 78 años convirtiéndose en el más viejo en llegar a Washington luego de salir del cementerio donde descansan los elefantes políticos estadunidenses- manejado por Obama y Kamala Harris, Wall Street y el mundo de las finanzas, a quienes los demócratas enriquecieron en el 2008. No será una transición pacífica, ni una entrega saludable del mando presidencial.

Así las cosas, Biden tendrá que sumar a la lista de desafíos en materia de salud, conflicto racial y reactivación económica, el abierto enfrentamiento político entre ganadores y perdedores de la reciente contienda electoral.

Uno de los aspectos más complicados serán las presiones que recibirá de la izquierda del partido demócrata, hijos políticos e ideológicos del postestructuralismo, que poco a poco han infectado al sector público y privado estadunidense.

Esos grupos le exigirán que meta en cintura a las empresas petroleras y a los multibillonarios, que altere la estructura de la Corte Suprema de Justicia y ofrezca espacios inéditos a los afrodescendientes y otras minorías. Inevitablemente tendrá que pedirles una tregua. Pero las presiones para deshacer cualquier residuo del trumpismo, requerirán de un manejo político que pondrá a prueba las limitaciones de Biden.

El presidente electo se encontrará con un Congreso mucho más polarizado que el Senado que dejó hace casi 15 años, con una legislatura en la que muchos republicanos han adoptado el populismo de Trump y los demócratas cada vez son más sensibles a una izquierda vociferante.

“Si Biden es incapaz de salvar esa brecha como presidente y conseguir la cooperación del partido republicano –opinó este sábado The New York Times- enfrentará una inmensa presión por parte del ala progresista de su partido para que abandone una postura de conciliación y adopte una de combate”.

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