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- 23/08/2015 02:00
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H ace un mes el presidente de El Salvador, Salvador Sánchez Cerén, enfrentaba casi en solitario las violenta Mara Salvatrucha (MS-13) y su similar Barrio 18. Pues las sanguinarias pandillas salvadoreñas sometían con amenazas, torturas y asesinatos un ‘paro nacional' de transporte, un sector que suelen controlar. El gobierno salvadoreño que preside Salvador Sánchez Cerén aisló a los líderes de las pandillas en cárceles de máxima seguridad, sacó al 100% de la policía a la calle y puso en alerta máxima al Ejército. Esta semana se produjo un nuevo estallido de violencia y los enfrentamientos contra las maras es ahora una crisis de seguridad pública. Las maras avanzan no solo en la nación salvadoreña sino también en Centroamérica.
Las pandillas MS-13 y Barrio 18 son dos bandas criminales más peligrosas que existen en El Salvador. Tuvieron su origen en la ciudad de Los Ángeles (EE.UU.), hacia donde grupos de ultra derecha, una vez finalizada la guerra y mediante ‘facilidades' migratorias de entonces de los estadounidenses, lograron enviar a jóvenes salvadoreños que sobrevivieron la guerra civil. EE.UU. los repatrió tras transformarse en las temidas pandillas. Se restablecieron en El Salvador a partir de los 90. En la actualidad han dejado de ser pandillas juveniles, circunscritas a un barrio y que hizo de la famosa frase ‘Por mi madre vivo, por mi barrio muero', un canto de guerra juvenil. Hoy son más violentas y muy conocidas por su ferocidad, incluso son ‘contratadas' por los cárteles de la drogas mexicanos para tareas ‘especiales'.
Según fuentes oficiales, la violencia se ha incrementado desde el año pasado hasta la fecha. Tan solo en el 2015 se han reportado 3,800 asesinatos. Y desde el pasado domingo, durante tres días consecutivos los homicidios diarios han superado la tasa de 43 asesinados por día. Pero la guerra interna del gobierno salvadoreño no tiene frentes de combate. Cualquier calle o una esquina de barrio puede ser transformarse en un centro de batalla entre bandas rivales, o pandilleros contra la policía.
Durante la administración del expresidente salvadoreño, Mauricio Funes, se produjo un insólito ‘acuerdo' entre el gobierno de El Salvador y las dos bandas rivales, también más grandes y sanguinarias, que negociaron una tregua. Desde 2011 al 2013 disminuyeron las cifras de homicidios, cifras que se han disparado a más del 50% en un año. La iniciativa de Funes de negociar treguas a cambio de mejoras en cárceles, regulaciones más laxas con grupos criminales, abrió una compuerta inédita y, tras varios años, absolutamente fallida. Quizá por eso, el actual mandatario no haya intentado revivir tales acuerdos, sino que procura combatirlo con los estamentos de seguridad nacional.
No obstante la gravedad del problema, que se ha convertido en un factor de desestabilización política e institucional, radica en la indiferencia de los gobiernos vecinos. La lucha contra las maras salvadoreñas parece no importarle a nadie. Los mareros controlan con violencia extensos territorios urbanos en su país y avanzan sobre toda Centroamérica.
La Mara Salvatrucha mide fuerzas entre grupos rivales. Todos tatuados con símbolos de pertenencia. Las ramificaciones de las Maras salvadoreñas se han fortalecido en varios países centroamericanos, especialmente en Guatemala, Honduras y El Salvador, los países más violentos del mundo. Esta singular forma de violencia es lo que presiona sobre la población, a la cual no le queda otra opción que migrar hacia inciertas y peligrosas rutas buscando un mejor futuro, o por lo menos, el sueño de un futuro. Los ciudadanos viven entre balaceras en las calles. Según datos oficiales, este año 35 policías fueron asesinados y, fuentes extraoficiales, aseguran que más de un centenar de pandilleros fueron muertos en los enfrentamientos.
Desde que EE.UU. endureció su política de deportaciones y persuadía políticamente a los gobiernos centroamericanos de aquellos países de donde procedían la mayoría de los indocumentados que pretendía cruzar la frontera entre México y Texas. Eran muchos jóvenes, miles de niños inclusive que originó el estadillo de migración masiva de unos 50 mil niños (2014); un fenómeno deliberadamente provocado por las maras salvadoreñas. Hicieron correr un rumor en la región sobre entrada especial a niños a los Estados Unidos, por lo que Washington movilizó a su vicepresidente, Joe Biden, para contener la migración de los niños.
Hay indicios que el negocio de trata de personas de la Mara Salvatrucha estaba en juego. Pero, si al norte no pueden mover a los desamparados, las maras están mirando el sur. Nicaragua es la barrera natural, pero es frágil para enfrentar estas bandas criminales que pretenden, quizá, crear otra ruta a través de su país hacia Costa Rica y Panamá. Es por tanto un problema regional pues la migración centroamericana es un ‘negocio' criminal de las temidas Maras Salvatruchas.