Flamencos franciscanos castellanizados

Actualizado
  • 18/03/2023 00:00
Creado
  • 18/03/2023 00:00
Los primeros religiosos flamencos en pisar tierra mexicana fueron Jan Dekkers, Jan Auwera y Pieter van Gent, cuyos nombres fueron castellanizados por los cronistas conocidos como Juan de Tecto, Juan Aora y Pedro de Gante (Griffin, 1932)
Ruinas de Tenochtitlan en Ciudad de México.

La caída de Tenochtitlán el 13 de agosto de 1521 fue un momento decisivo en el colapso dramático del imperio azteca que dominaba Mesoamérica (Cartwright, 2022). Cortés solicitó luego al emperador Carlos V misioneros para la evangelización de almas. El conquistador debió sorprenderse al recibir a los tres primeros franciscanos, que no eran españoles sino flamencos. Así, los primeros religiosos flamencos en pisar tierra mexicana fueron Jan Dekkers, Jan Auwera y Pieter van Gent, cuyos nombres fueron castellanizados por los cronistas y conocidos como Juan de Tecto, Juan Aora y Pedro de Gante (Griffin, 1932).

El 31 de agosto de 1522 el emperador ordenó a sus funcionarios en Sevilla que den “pasaje franco” para tres franciscanos flamencos que partieron solos, sin traductor ni séquito. Llegaron a México el 30 de agosto de 1523 y empezaron con la conversión de los indígenas. Esta historia aparece ya en las primeras crónicas, como la de Jerónimo de Mendieta. La mayoría de los historiadores la han copiado de allí. Investigaciones posteriores determinaron que el viaje fue favorecido por Carlos V que también era de origen flamenco y deja entrever que la misión de estos era de inspección para evaluar la expansión de los franciscanos en los nuevos territorios, es decir, el inicio de la evangelización de México no fue su único propósito (Thomas, 1994). De hecho, tenían previsto el arribo de un segundo grupo de doce franciscanos que llegó en mayo de 1524, dirigido por Martín de Valencia.

¿Por qué el emperador se involucró en la selección de los tres primeros misioneros? Quizá Carlos V considerase oportuno tener algunos hombres de confianza próximos a Cortés, y si eran flamencos, mejor. Tecto y Aora acompañaron a Cortés en la expedición que hizo a Honduras para recuperar las tierras que Cristóbal de Olid había conquistado.

Aprendieron náhuatl para evangelizar en su propio idioma a los súbditos de Ixtiixochitl, aliado de Cortés, desafiando con ello la españolización que imperaba desde los reyes católicos. Pronto Tecto fue capaz de traducir los fundamentos de la doctrina católica al náhuatl (Pazos, 1962). Ricard (1933) y Thomas (1994) relatan un incidente entre los franciscanos flamencos y los franciscanos españoles que evidencia sus distintos criterios de aproximación hacia la cultura indígena. Señalan que “[...] Martín de Valencia vio que los indios todavía adoraban a sus ídolos y que no se había derribado ningún templo, les preguntó a los flamencos qué demonios habían hecho hasta entonces. Tecto le contestó que se habían entretenido aprendiendo una teología que san Agustín había ignorado por completo, refiriéndose al estudio de idiomas. Simplemente los flamencos se daban cuenta de que, si querían penetrar en el alma del indígena, deberían primero aprender a comunicarse con ellos”.

¿Qué pasó con los tres flamencos después de esto? Las versiones no son precisas. Según el cronista Mendieta, Aora murió pocos días después de llegar junto con Pedro de Gante a Texcoco y que su cuerpo se enterró en primera instancia en la casa de Ixtlixochitl mientras que Tecto habría muerto de hambre en Honduras. Por su parte el cronista Bernal Díaz del Castillo, que destaca su condición de testigo presencial, cuenta en su “Historia de la Conquista de Nueva España” que Aora y Tecto se ahogaron en el golfo de México (P. Borges, 1960).

Thomas (1994) rebate estas afirmaciones basándose en un dibujo del Códice 3738 de la Biblioteca Vaticana que muestra a Cuauhtémoc y a otro presunto traidor colgados de un árbol en compañía de un fraile franciscano. Thomas sostiene que ese misionero no es otro que Tecto. En el viaje a Honduras, Cortés hizo ahorcar por traición al último rey azteca, Tecto defendió ardientemente a Cuauhtémoc y por eso se ganó la animadversión de Cortés que no lamentó su desaparición cuando “accidentalmente” se ahogó.

Mientras tanto, Pedro de Gante siguió su labor como evangelizador en Tlaxcala y, a partir de 1526, en Tenochtitlán, en colaboración con los otros franciscanos, entre los cuales estaban Motolinía y Zumárraga. Fue allí, en Tenochtitlán, donde Pedro construyó la primera iglesia de Nueva España, la capilla de San José de los Naturales, al lado del convento franciscano. En 1528, en Amberes, publicó “Doctrina cristiana en lengua mexicana”, la primera obra impresa enteramente en náhuatl (Aspurz, 1944).

Además de la doctrina católica, Pedro de Gante enseñaba a sus alumnos a escribir y leer en náhuatl. Para ello transformaba las pictografías aztecas en letras del alfabeto latino. Además, bajo un criterio de autosubsistencia, enseñaba a los indígenas a pintar, entallar, tejer, hacer herramientas, etc. Thomas (1994) señala que “[...] bajo la dirección de Pedro de Gante se producían campanas, estandartes y ropa litúrgica. El flamenco contribuyó en no escasa medida al desarrollo de una arquitectura colonial”.

Su muerte en 1572, a la edad de casi noventa años, significó una pérdida enorme para los indígenas y para sus compañeros franciscanos. Los especialistas en historia de la Iglesia católica latinoamericana indican que, junto a Las Casas y Motolinía, Pedro de Gante fue uno de los grandes defensores de los indígenas mexicanos. Un seguidor de los métodos de este último fue Joost de Rijcke, más conocido como Jodoco de Ricke, primer franciscano flamenco que llegó al Perú y a Quito en 1535.

Desde principios del siglo XXI los estudiosos se vienen preguntando sobre el papel de los misioneros flamencos en la construcción de la sociedad virreinal de México y Centroamérica. No eran numerosos, pero desempeñaron un rol medular en la evangelización de ambas regiones y en la construcción de una idiosincrasia colonial. No fueron el único factor de cambio, pero fueron los facilitadores del cambio a través de su visión solidaria e inclusiva. Nuevos trabajos seguramente profundizarán estas líneas de investigación.

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