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- 15/04/2013 02:00
La muerte de Hugo Chávez no fue súbita ni filosa, pero fue igual de poderosa y trágica, pese a la agonía de 20 meses. Desde el martes 5 de marzo, cientos de miles de personas fueron a rendir honor. Nadie fue capaz de adivinar cuántas. Una marea que, como Yolanda, avivó la certeza de que ese día el líder murió y nació el mito.
Para cualquier observador externo mezclarse por ahí era asistir a un fenómeno que asombra, conmueve y arroja una convicción: Chávez Frías influirá en la política y las relaciones sociales de su país desde esa otra parte por mucho tiempo más.
Chávez ya era todo antes de transmutar. Ahora es más. Y está en todos los rincones: en un cartel inmenso cuando llegas al aeropuerto, pintado en las paredes, en banners sobre las calles, en los jingles de las radios, en 24 horas de televisión oficial, en los suéteres, en las discusiones de cada casa y de cada bar. Está hasta en el juramento de Maduro para conducir los destinos de la República. Como un padre amado o como un cuco que se padece y del que se reniega hasta el hartazgo, Chávez sostiene el discurso como el dios de Malebranche sostenía al mundo.
Fueron 14 años de omnipresencia que rindieron frutos. Y el tiempo de inversión en programas de TV y actos públicos, también: en las filas sudorosas repetían como una letanía términos como liberación, venceremos, grupos oligárquicos, burguesía y no volverán.
Así durante los nueve días en que el cuerpo estuvo expuesto en la capilla ardiente, hasta que lo llevaron al Cuartel de la Montaña en un desfile de 18 kilómetros desde el sur de la ciudad hasta el barrio 23 de enero -centro de operaciones de una veintena de colectivos de izquierda-, una franja que serpentea en el oeste de Caracas.
El culto a la personalidad predominó también en la campaña más corta de la historia (10 días). ‘Nicolás tú no eres Chávez’, repetía el candidato opositor, Henrique Capriles, al oficialista Nicolás Maduro. ‘No soy Chávez, pero soy su hijo’, contestaba Maduro y agregaba para reforzar el vínculo mesiánico: ‘Y todos juntos, el pueblo, somos Chávez’.
El cuerpo también fue un actor activo en la campaña más corta de la historia venezolana. Primero lo expusieron, después lo trasladaron y amagaron con embalsamarlo, aunque no se pudo.
¿Aprovechamiento político del muerto? ¿Exacerbación del ritual para fomentar pasiones? El historiador Elía Pino Iturrieta no lo duda: ‘Evidentemente hay un uso político. La situación de crisis del país es el legado fundamental de Chávez, pero todavía goza de popularidad y Maduro la quiere aprovechar’.
‘Todo esto es parte de un proyecto de deificación de Chávez, coherente con la tradición comunista’, apuntó un experimentado analista, hombre de la cultura y los medios, que pidió no ser identificado. ‘Es una experiencia conocida -agrega- que les permite ir estructurando un discurso donde Chávez se convierte en una especie de santo laico’.
‘Empezó un capítulo de su canonización republicana’, coincidió Pino Iturrieta. Y agregó: ‘El fomento del culto va a ser utilizado por más que sea un acto reñido con los principios republicanos’.