La Turquía que ya no conozco

Actualizado
  • 18/05/2017 02:00
Creado
  • 18/05/2017 02:00
Occidente debe ayudar a Turquía a volver a un camino democrático.

Mientras los presidentes de los Estados Unidos y Turquía se reúnen en la Casa Blanca el martes, el líder del país que he llamado hogar durante casi dos décadas se encuentra cara a cara con el líder de mi patria. Los dos países tienen muchos intereses en juego, entre ellos la lucha contra el Estado Islámico, el futuro de Siria y la crisis de refugiados.

Pero la Turquía que una vez conocí, como un país inspirador de la esperanza en su camino hacia la consolidación de su democracia y una forma moderada de secularismo, se ha convertido en el dominio de un presidente que está haciendo todo lo que puede para acumular poder y subyugar la disidencia.

Occidente debe ayudar a Turquía a volver a un camino democrático. La reunión del martes y la cumbre de la OTAN de la próxima semana deberían utilizarse como una oportunidad para avanzar en este esfuerzo.

Desde el 15 de julio, después de un deplorable intento de golpe de Estado, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha procesado sistemáticamente a personas inocentes, arrestando, deteniendo, despidiendo y arruinando la vida de más de 300 mil ciudadanos turcos, kurdos, alevis, secularistas, izquierdistas, académicos o participantes de Hizmet, el movimiento humanitario pacífico con el que estoy asociado.

A medida que se descubría el intento de golpe, yo lo condenaba ferozmente y negaba cualquier participación.

Además, dije que cualquiera que participó en el golpe traicionó mis ideales. Sin embargo, y sin evidencia, Erdogan inmediatamente me acusó de orquestarlo a cinco mil millas de distancia.

Al día siguiente, el gobierno produjo listas de miles de personas a las que vinculó con Hizmet —por abrir una cuenta bancaria, enseñar en una escuela o escribir para un periódico— y trató a esa afiliación como un crimen y comenzó a destruir sus vidas.

Las listas incluían personas que habían muerto desde hace meses y personas que habían estado sirviendo en la sede europea de la OTAN en ese momento.

Los guardianes internacionales han reportado numerosos secuestros, además de torturas y muertes en detención.

El gobierno persiguió a personas inocentes fuera de Turquía, presionando a Malasia, por ejemplo, para deportar a tres simpatizantes de Hizmet la semana pasada para encarar prisión cierta y probable tortura. Uno de ellos era un director de escuela que ha vivido allí por más de una década.

En abril, el presidente ganó con una ligera victoria del referéndum —entre acusaciones de fraude— para formar una ‘presidencia ejecutiva' sin controles y equilibrios, lo que le permitió controlar las tres ramas del gobierno. Por supuesto, a través de purgas y corrupción, gran parte de este poder ya estaba en sus manos. Temo por el pueblo turco al entrar en esta nueva etapa del autoritarismo.

Éste no empezó de esta manera. El gobernante Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) entró en el poder en 2002 prometiendo reformas democráticas y buscando la afiliación a la Unión Europea.

Pero mientras pasaba el tiempo, Erdogan se volvía cada vez más intolerante al desacuerdo.

Facilitó la transferencia de muchos medios de comunicación a sus compañeros a través de agencias reguladoras gubernamentales.

En junio de 2013, aplastó a los manifestantes del Parque Gezi. En diciembre de ese año, cuando sus miembros del gabinete fueron implicados en una investigación masiva de corrupción, él respondió subyugando el poder judicial y los medios.

El estado de emergencia ‘temporal' declarado después del pasado 15 de julio sigue vigente. Según Amnistía Internacional (Amnesty International), un tercio de todos los periodistas encarcelados en el mundo se encuentran en prisiones turcas.

La persecución de Erdogan a su pueblo no es simplemente un problema doméstico. La persecución de la sociedad civil, periodistas, académicos y kurdos en Turquía está amenazando la estabilidad a largo plazo del país.

La población turca ya está fuertemente polarizada en el régimen de AKP. Una Turquía bajo un régimen dictatorial, proporcionando refugio a los radicales violentos y empujando a sus ciudadanos kurdos a la desesperación, sería una pesadilla para la seguridad en el Medio Oriente.

El pueblo de Turquía necesita el apoyo de sus aliados europeos y de Estados Unidos para recuperar su democracia. Turquía inició verdaderas elecciones multipartidistas en 1950 para unirse a la OTAN. Como requisito de sus miembros, la OTAN puede y debe exigir que Turquía respete su compromiso con las normas democráticas de la alianza.

Dos medidas son fundamentales para revertir la regresión democrática en Turquía.

En primer lugar, se debe redactar una nueva constitución civil mediante un proceso democrático que incluya la participación de todos los segmentos de la sociedad y que esté a la par con las normas jurídicas y humanitarias internacionales y extraiga aprendizajes del éxito de las democracias de largo plazo en Occidente.

En segundo lugar, debe desarrollarse un currículo escolar que enfatice en los valores democráticos y pluralistas y fomente el pensamiento crítico. Cada estudiante debe aprender la importancia de equilibrar los poderes del Estado con los derechos individuales, la separación de poderes, la independencia judicial, la libertad de prensa y los peligros del nacionalismo extremo, de la politización de la religión y de la veneración del Estado o de cualquier líder.

Sin embargo, antes de que pueda suceder cualquiera de éstas, el gobierno turco debe detener la represión de su pueblo y reparar los derechos de las personas inocentes que han sido lastimadas por Erdogan sin el debido proceso.

Probablemente yo no viva para ver a Turquía convertirse en una democracia ejemplar, pero rezo para que su decadencia pueda ser detenida antes de que sea demasiado tarde.

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