Los hijos de la caridad

Actualizado
  • 21/06/2009 02:00
Creado
  • 21/06/2009 02:00
PANAMÁ. Cuando se les topa por alguna vereda o calle hay que darles el paso. Cargan bolsas, arrastran pedazos de metales, de maderas o...

PANAMÁ. Cuando se les topa por alguna vereda o calle hay que darles el paso. Cargan bolsas, arrastran pedazos de metales, de maderas o revuelven la basura unos, otros han optado por vivir de la limosna casi como si fuera un negocio. Fácil podríamos llamarlos “los hijos de doña caridad y don caritativo”. En sus rostros encarnan muchas esperanzas, con miradas que buscan a “amparo” para que les ayude a llevar su querido “sustento” a sus casas algunos, otros a sus refugios.

Durante esta semana dedicada a la familia, recorrimos lugares íconos de la capital como el área bancaria, la Iglesia del Carmen, los predios del Hospital Santo Tomás, la Peatonal y Calle 12, donde deambulan y hasta duermen muchos de estos panameños que aún se consideran parte de una familia, hecha de recuerdos pues hace años no ven a sus seres queridos. El común denominador entre ellos: la mendicidad en una misma ciudad, un escenario que cada día crece envuelto en el auge económico, escándalos de corrupción, inseguridad y protestas de todo tipo.

De la mano con lo anterior, está la desintegración familiar, un cáncer en nuestra sociedad del que a su vez muchos “indigentes y dame un cuara” han sabido sacar provecho con un letrero de “Ayúdame”, el cual atrás oculta la firma de “Ayúdame a no trabajar, S.A.”.

PUERTAS ABIERTAS

Los especialistas añaden que otra causa es la adicción a las drogas y el alcohol. Una vez dentro de esta espiral no pudieron desprenderse.

Según Heriberto Sánchez, encargado del programa de Rescate Ciudadano de la Alcaldía de Panamá, los indigentes diariamente son llevados a “Puertas Abiertas” del Centro de Servicios Múltiples Juan Ramón Poll, donde reciben comida, ropa y pueden asearse. Además, el campamento Ejército de Dios se encarga de la rehabilitación de un selecto grupo por un año. Pero en ese campamento no hay cama para tanta gente, y la edad es un factor clave. “No se aceptan mayores de 56 años. El departamento recluta alrededor de 10 a 15 indigentes por día. Sólo admiten del sexo masculino, porque no hay lugares habilitados para albergar a las mujeres”, afirmó Sánchez. La idea de abrir un lugar para las mujeres, nada más quedó en eso, nunca se concretó, explicó.

Y como dicen las escrituras de Dios, una mano tiene que lavar a la otra, es decir, muchos de los que se ocupan de ayudar en la recuperación de estas personas también han sido objeto de rehabilitación. Así funciona todo en el Ejército de Dios. Sin embargo, Sánchez reconoció que “no existe un control para que los individuos sigan el tratamiento, por tal razón a muchos de éstos se les encuentra días después en las calles”.

OBSTÁCULOS

En medio la ayuda siempre hay obstáculos. Falta más personal e igualmente recursos, por eso es difícil atender a más personas. En el mes de mayo pasado recogieron a 220 indigentes, es lo más que pueden abarcar en estos momentos, pues también se depende de la caridad —donaciones—.

LOS DERECHOS

Rita Huertas, de la dirección de Protección de los Derechos Humanos de la Defensoría del Pueblo, dice que esta institución no cuenta con estadísticas referentes al número de personas en esta condición. Y sobre los responsables de enfrentar el problema, reconoce que el Código Administrativo desarrolla a partir del artículo 1160, la Indigencia y Mendicidad, y atribuye a los municipios su atención.

Sobre la protección de los derechos humanos de estas personas, Huertas advierte “El problema de la pobreza y de los flagelos sociales, son a nivel mundial y se hacen llamados a los Estados a través de organismos internacionales e instituciones de derechos humanos para que establezcan políticas públicas para atender los problemas sociales que afectan directa e indirectamente a las poblaciones”.

Es difícil precisar quién debe resolver la atención de los indigentes. Por ello, Huertas admite que a pesar de las acciones de los municipios y grupos de servicio social, en las calles se mantienen estos personajes no muy queridos, por lo que el problema requiere la intervención de diversos sectores para poder dar un final feliz a estas historias. Mientras, la Defensoría apela a fortalecer la familia y los valores, tomando en cuenta que la desintegración familiar y los antivalores han dejado sus frutos visibles en cada esquina.

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