- 13/07/2009 02:00
DARIÉN. Mientras que en la capital las escuelas obtienen sumas millonarias para reparaciones, como es el caso del Primer Ciclo Panamá cuya restauración costó más de 2 millones de dólares, en provincias como Darién, algunos centros educativos dependen más del ingenio de los padres de familia que del apoyo del Ministerio de Educación (MEDUCA).
La escuela Santa Librada, ubicada en el corregimiento de Yaviza, es testigo de este abandono: aulas construidas con trozos de madera, que cuando cae la lluvia tienen que suspender las clases y refugiarse en otros salones, interrumpiendo además las clases de los demás grupos.
La directora encargada de la escuela, Loyda Batista, recuerda que le han prometido muchas veces la construcción de varias aulas, pero nadie ha cumplido. “Lo poco que tenemos es obra de los padres y de organizaciones caritativas como la Fundación Pro Niños de Darién y del Club Activo 20-30”.
La docente advierte que las promesas siempre han llegado hasta el lugar. “Siempre se nos ha dicho: vamos a construirle la escuela a Santa Librada, y nunca cumplen, será que estos 170 estudiantes no existen para el Ministerio de Educación.
Pero no solamente los salones están en deterioro, también los sanitarios que son —letrinas—. El Ministerio de Salud ha solicitado que se cierren, “pero si las cerramos cómo van a hacer los niños”.
La maestra lamenta que del MEDUCA sólo tengan los maestros. Para la alimentación de los niños, ha recurrido a pedir fiado en la tienda del chino, mientras llega el dinero del PRODEC.
Cerca de este plantel se construyeron tres escuelas satélites, a distancias cortas. “Aquellas son escuelas muy bonitas, equipadas con todo lo necesario, pero cada una cuenta con un maestro que da clases a todos los grados porque tienen menos de 20 estudiantes, quedamos como el patito feo, en medio de tres escuelas bonitas”.
A pocos kilómetros de Santa Librada está el Primer Ciclo de Santa Fe. En esta escuela también queda demostrado el ingenio de los padres, para procurar el bienestar de sus hijos. Ante la falta de agua, el director del plantel, José Bazán, recoge el agua lluvia en un tanque que les alcanza para dos días. “Por suerte nadie se enferma aquí por tomar agua lluvia”, señala el educador, quien también tuvo que apelar al trabajo de los padres para que le confeccionaran las sillas para un aula. “El MEDUCA nos dijo que no tenían sillas y que resolvierámos por nuestra cuenta, así que los padres hicieron dos mesas largas para cinco niños por cada lado”, manifestó con optimismo.