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- 05/08/2010 02:00
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De un país entregado al boxeo, el béisbol y el fútbol, lo que menos uno se imagina es que esté lleno de héroes anónimos, panameños comunes y corrientes que actúan de manera extraordinaria, que lo entregan todo sin pensar que pueden dejar hasta sus vidas por su patria.
Hablamos de César Barría, Aristides Guevara y Alexander Pérez. Una hora con ellos deja el sabor de que siempre hay un camino para seguir adelante.
César Augusto Barría Castro, un colonense de 27 años de edad que se ha convertido en el primer latinoamericano con discapacidad y la primera persona de Centroamérica en cruzar a nado el estrecho de Gibraltar, llegó a visitar al sargento Alexander Pérez y al cabo segundo Aristides Guevara, quienes el pasado 24 de junio en la playa Isaías, cerca de la comunidad de Jaqué, perdieron una de sus piernas al pisar una mina antipersonal.
LA VISITA
Eran las 10:15 a.m. del lunes, todo había sido planeado para que César compartiera su testimonio con estos jóvenes miembros del Servicio Nacional de Fronteras (SENAFRONT), que en circunstancias muy distintas lograron tener algo en común: a los tres les hace falta una pierna, pero les sobra valentía, coraje y decisión.
Llegó la hora, un conjunto de emociones a flor de piel se pudo observar en los rostros de Guevara, Pérez y sus familiares, cuando vieron entrar a César Barría con su imponente estatura a la habitación 2916 del segundo piso del Hospital San Fernando, donde estos chicos se mantienen en recuperación.
‘¿Cómo están? Estoy aquí porque sus compañeros y amistades de los medios así me lo solicitaron y no dudé en tener el honor de conocer a unos guerreros como ustedes’, fueron las primeras palabras de Barría, quien les aseguró que, sin importar lo que pase, son afortunados porque Dios les ha dado la oportunidad de recomenzar sus vidas.
‘La vida da vueltas y todo cambia. Cuando vi que a raíz de mi accidente ya no podía desempeñarme como quería en el baloncesto, decidí incursionar nuevamente en la natación, ya que lo había aprendido desde niño’, confesó Barría a los jóvenes.
Con el pasar de los minutos, Pérez, y en especial Guevara, el más joven de los dos, fueron rompiendo el hielo y reflejando en su rostro la esperanza de que no todo era tan malo.
Barría no sólo compartió lo difícil que fue para él perder su pierna y adaptarse a todo el proceso de su prótesis, sino su optimismo y cómo fue que tomó la decisión de no dejar su vida postrada en una cama y decidir ser lo que es hoy: un ganador.
‘Ustedes, al igual que yo, tienen en común una pierna menos, no es fácil, pero sólo ustedes deciden si quieren ser vistos con lástima —cosa que no le permito a nadie— o que los vean con gallardía, con garra, con la que fueron formados’, expresó con determinación el joven nadador.
Tal como les indicó Ba- rría, la procesión va por dentro, pero de algo estoy segura y es de que estos chicos, aunque aún no aceptan por completo su situación, lo que no saben es que lejos de ser vistos con lástima, son vistos con admiración, no sólo de parte de sus familiares, amigos y compañeros de trabajo, sino de personas como este nadador que, sin importar cuáles obstáculos encontró en su camino, ve cómo, poco a poco, personas con discapacidades se integran a la sociedad sin ningún tipo de discriminación.
A eso de las 11:15 a.m., Barría se despidió de Pérez y Guevara. Su mensaje final fue contundente: perder una pierna ha significado para él ganarlo todo. ‘Si tuviera que escoger entre como era antes y como soy ahora, no dudaría en quedarme con el César de hoy’, confesó.
Pérez, oriundo de San Miguelito, un poco más optimista, indicó: ‘Lo que pasó, pasó. Les hago un llamado a los jóvenes que son soldados como yo para que sigan adelante’, se animó a decir.
Y aunque Guevara reconoció que no es fácil, ‘seguiremos adelante’, agregó con esperanza.
SU FUTURO
Entre risas y bromas, ambos jóvenes dijeron a Barría que serían trasladados a Bogotá, Colombia, dentro de una semana.
Allá empezarán su recuperación y les confeccionarán las prótesis. Viajarán acompañados por sus familiares.
Estos jóvenes permanecerán en casas del pabellón militar en Colombia y, luego de seis meses, regresarán a Panamá para continuar sirviendo a su país, en el área administrativa de SENAFRONT.