En Panamá, imperan la limpieza y los caminos ‘bien cuidados’

Actualizado
  • 04/09/2010 02:00
Creado
  • 04/09/2010 02:00
iel testimonio de su presencia en Panamá, el primer tomo del escrito de Vicente Blasco Ibáñez, La vuelta al mundo de un novelista, dedic...

iel testimonio de su presencia en Panamá, el primer tomo del escrito de Vicente Blasco Ibáñez, La vuelta al mundo de un novelista, dedica al Istmo un capítulo de 12 páginas.

La obra, publicada en 1924, despliega una ágil reseña que parte desde los tiempos del descubrimiento del Mar del Sur hasta los días en que visitó nuestro país. Habla de las hazañas de Vasco Núñez, de los proyectos españoles para un ‘nuevo paso interoceánico’. Plasma una hermosa descripción de su visita a las ruinas de Panamá La Vieja (que recuerda a la escrita por el periodista Wolfred Nelson, en el siglo XIX, que ya hemos citado). Al visitante le atrae el Panamá que describe como una tierra ‘tan hermosa por su vegetación, tan interesante por sus recuerdos históricos’. Habla de los caminos en Panamá que halla ‘tan bien cuidados’, la ‘limpieza y regularidad’ del pavimento en la capital y, finalmente, cuenta su conversación con el presidente Belisario Porras.

Presta mérito citar fragmentos de sus interesantes impresiones sobre Panamá, no sin antes reseñar brevemente algunos aspectos de su vida. Blasco Ibáñez fue un famoso escritor y político español, nacido en Valencia en 1867 y muerto en Menton (Francia) en 1928. Estudió derecho en Valencia. Una de las novelas que le dio fama internacional fue la intitulada Los cuatro jinetes del Apocalipsis.

Volviendo a su narrativa sobre Panamá, al describir su experiencia visitando las ruinas de Panamá La Vieja deslizó: ‘A cierta distancia de la ciudad de Panamá existen las ruinas de la vieja Panamá, robada e incendiada por los filibusteros que pasaron el istmo (sic), dirigidos por Morgan. Estas ruinas ofrecen hoy un aspecto interesante, pues las ha embellecido la extraordinaria vegetación del trópico, cubriéndolas en parte con su follaje. Las más de las casas del antiguo Panamá eran de madera, y desaparecieron completamente; pero la catedral y los edificios del gobierno, por ser de mampostería, sobrevivieron al incendio. Entre las murallas, todavía en pie, de los caserones que en otros siglos guardaron las remesas de oro del Perú y de Chile, en espera de la flota real, han crecido ramajes gigantescos, como sólo pueden verse en estas tierras. La torre de la catedral, tapizada de plantas trepadoras, recuerda las eternas ruinas que sirvieron de escenario a tantos episodios de la literatura romántica. He visto los restos de Panamá La Vieja a la hora más favorable para estas visitas. Acababa de cerrar la noche. Árboles enormes extendían sus masas, como borrones de tinta, sobre la lámina celeste acribillada de puntos de luz. Los faros de nuestro automóvil subieron y bajaron, abarcando en sus mangas luminosas los restos de la antigua ciudad española. Así vimos surgir del misterio de la noche, con un resplandor purpúreo de incendio, el campanario de la derruida catedral y las murallas todavía en pie de las casas del gobierno. Antes había visto a la luz del sol la actual ciudad de Panamá, la que fundaron los españoles en sitio más favorable, para la defensa, después del saqueo de los piratas y que es hoy capital de la joven República que lleva su nombre’.

Terminamos con la descripción de la ciudad que vio el visitante en 1923: ‘Los caminos de Panamá se hallan tan bien cuidados, que puede correrse en ellos como en una avenida asfaltada… Dentro de la capital llama inmediatamente mi atención la limpieza y regularidad de su pavimento. Es de ladrillos rojos puestos de canto, duros como la piedra, cristalizados, sin que un tránsito continuo cause en ellos desgastes visibles. Panamá guarda un aspecto de antigua colonia española, pero elegante, aristocrático. Fue una ciudad de ricos comerciantes, con sucursales en Lima y otros mercados de la América del Sur; de oidores y altos empleados de la Península. Los edificios algo antiguos tienen balcones de madera de gran vuelo, que son a modo de salones adosados a las casas, pues en ellos pasaban las señoras la mayor parte del día y recibían sus visitas. La catedral hace recordar los templos andaluces. La antigua muralla, empleada como paseo en su parte alta, atestigua que Panamá tiene varios siglos y una historia propia.’ (Vicente Blasco Ibáñez, La vuelta al mundo de un novelista) .

Lo Nuevo
comments powered by Disqus