Hacia la primera captura de Noriega

Actualizado
  • 27/04/2011 02:00
Creado
  • 27/04/2011 02:00
Si Sanjur logra su propósito en 1988, tal vez los norteamericanos se quedan sin un General para capturar en la invasión de 1989. El auto...

Si Sanjur logra su propósito en 1988, tal vez los norteamericanos se quedan sin un General para capturar en la invasión de 1989. El autor de ‘Panamá, veinte años después’, estuvo a un tris de capturar a Manuel A. Noriega, en cumplimiento de un plan fraguado con agentes norteamericanos.

Todo comenzó con su regreso a Panamá. Antes de eso, Sanjur no había podido estar al lado de su madre cuando ella falleció en Panamá. Incontables son las historias de exilados que, dejando correr lágrimas a raudales por su rostro, han contado el dolor que una privación como esa, marca. La congoja de Sanjur, se duplicó cuando le fue negado en permiso para asistir a su sepelio. Pero dos años más tarde, algo cambió. Le fue permitido asistir al de su padre, quien había fallecido el 9 de abril de 1984. ‘Decidí a prepararme para viajar a Panamá para su sepelio’, evoca Sanjur aclarando que ya Manuel Antonio Noriega le había llamado por teléfono, en febrero de ese año, para enterarlo que ‘podía regresar a Panamá’. Ya no pendía cargo en su contra. Parecía que estaban restañadas las heridas. Superados unos contratiempos, y con el auxilio del Cónsul de Panamá en Miami, Sanjur pisó la terminal aérea de allá, camino a Panamá. Allí el Cónsul le hizo saber que en Panamá le esperaba ‘una comisión del Gral. Noriega’ para ofrecerle las condolencias y la bienvenida. Y así fue.

Pero le ofrecieron más que eso. A su disposición estaba un vehículo con chofer, que Sanjur aceptó, pese a las protestas que opusieron sus familiares. Estos ignoraban que Sanjur tenía algo en mente. ‘Conocía a Noriega y sabía que iba a seguir indagando sobre mí; por lo que prefería presentar una imagen de paz y de concordia, en lugar de una actitud bélica o rebelde’, reflexiona Sanjur. Y agrega que esto fue de utilidad para lo que vendría. Pese al tiempo y el permiso de retorno, Sanjur no había olvidado cobrar cuentas pendientes y a eso vino a Panamá. ‘Durante la semana que estuve en Panamá, la idea de mi venganza fue tomando forma más clara, pues nunca olvidé que el causante de mis desgracias fue Noriega, cuando ayudé a la Junta Provisional de gobierno y él se puso de parte de la dictadura’, rememora.

Su plan operaba desde adentro. Para llevarlo adelante debió manejarse con cautelosa discreción, cediendo en aquello que le redituara confianza. Debió saludar a Noriega con algún gesto de teatral efectividad. Es que la presencia del dictador inoculaba en él tóxicos recuerdos. ‘A pesar de la repugnancia que me producía el personaje, me reuní con él y hasta le acepté dinero. Dinero que me sirvió en parte para comenzar a trazar mi plan de venganza, que comencé a llevar a cabo durante mis viajes a Panamá’, recapitula.

En medio de sus andanzas le sobrevino un golpe de suerte llamado Robert Levinson. Sanjur reconoce su resentimiento con los gobiernos de Estados Unidos por el ‘abandono’ al que postraron a los panameños ‘apoyando a la tiranía’. Pero eso no lo enajenó de sus ‘contactos’ con la DEA, con Aduanas y con el FBI. Esa liason deslizó con fluidez el contacto con su golpe de suerte. Nada menos que con el FBI. Resulta ser que en uno de sus ires y venires de Panamá, entre 1984 y 1986, cuando la temperatura política comenzaba a bullir, Robert Levinson, un agente del FBI con quien mantenía contacto, lo abordó: ‘Sabemos que puedes hacer contacto con Noriega’, le retó. Si, respondió Sanjur Al FBI le interesaba saber los sitios a donde concurría Noriega, sin mezquindad en los detalles. Pero había más: ‘necesitamos capturarlo vivo’, le confió.

Mientras contestaba afirmativamente Sanjur dejaba fluir sus pensamientos que bien pueden resumirse en esta idea: ‘justo lo que necesitaba’. Efectivamente, razonó, esta propuesta ‘calzaba perfectamente’ dentro de su plan, y, más aún ‘ahora sí estaba completamente seguro de que el Tío Sam se había volteado en contra de su criatura.’ Sanjur comenzó a trabajar. Regresó a Panamá festejando que, dentro de los círculos de Noriega, se mascullaba que Amado Sanjur recibía dinero de la dictadura. Era conveniente para su plan. Logró hacerse de un vehículo (conductor incluido), asignado por la Comandancia, lo que facilitó su desplazamiento por el país. Acopió la mayor información solicitada, sin ir al encuentro de problemas ‘que pudieran despertar sospechas.’ Hubiera sido ingenuo pensar que los choferes asignados por Noriega, no eran maletas de doble fondo. Sanjur no era un improvisado y lo sospechó hasta que se lo confirmó uno de ellos: ‘tenían órdenes de informar mis movimientos y uno de ellos me lo dijo con entera confianza luego de conocerme mejor’, dice Sanjur.

Llegó el dia D. Su acopio investigativo le había permitido saber que Noriega se movía, la mayor parte del tiempo, en su helicóptero ‘El Puma’. Sanjur guardaba su lista de ‘los sitios en donde solía aterrizar, e inclusive los teléfonos de los lugares, número de guardaespaldas y otras informaciones’. Necesitaba entonces establecer las prioridades, para hacer efectivo su propio plan, que ‘consistía en la captura del helicóptero conjuntamente con Noriega, volar a la Base Aérea de Howard Field en Fort Kobbe, entregarlo al FBI y volar desde allí de regreso a los Estados Unidos, con los hombres que me acompañaran en la misión cumplida’, recuerda. Pero todo colapsó. Sanjur logró reclutar a ocho hombres para el operativo pero todavía hoy está esperando que lleguen para ejecutar el plan. Sólo se presentaron dos de esos hombres. Tres horas esperaron al resto, pero ni el helicóptero, ni Noriega, decidieron esperar tanto para que los capturaran. Alzaron el vuelo.

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