Damaris y Marlin relatan irregular acción policial

Actualizado
  • 25/03/2012 01:00
Creado
  • 25/03/2012 01:00
Damaris y Marlin González, dos viejas amigas que comparten apellido e intereses, hace un año se convirtieron en socias y montaron una re...

Damaris y Marlin González, dos viejas amigas que comparten apellido e intereses, hace un año se convirtieron en socias y montaron una refresquería llamada Expressate, con la idea de brindar recreación a los jóvenes de La Chorrera. Fue allí donde el pasado 9 de marzo se toparon con la arbitrariedad policial: un allanamiento sin orden, detención sin delito, agresión verbal y abuso físico. Tuvieron que emprender una lucha frontal por defender sus derechos ante los hombres que uniformados las llevaron al límite de la indignación.

DAMARIS: ABUSO EN LA ESTACIÓN

-Cuando llamaron a Marlin no imaginé lo que sucedería, pensé que iban a indagarnos y ya. Como ella estaba hablando por celular con el abogado, fui yo. Le tocaba a ella, pero por cosas del destino se salvó. No importa cuál era, la impunidad no tiene nombre (Damaris mira a Marlin y ambas sonríen con pena).

-¿Qué sucedió entonces?

-La agente me revisó, como lo hacen a la entrada de los eventos públicos, pero más fuerte. Pasó sus manos sobre mis senos, recorrió mi cuerpo y obviamente tocó entre mis piernas. Luego dijo: quítese la ropa.

-¿Y tú qué hiciste?

-Me la quité.

-¿Así no más?

-No. Al principio la miré e inquirí, le pregunté por qué y ella dijo que era el procedimiento. Yo entonces me quité la blusa, ella indicó que también el pantalón.

-Te lo quitaste...

-Sí. Y después también el panty. Yo ya estaba desmoronada, sin fuerzas después de tanto luchar. Cuando me hizo poner de cuclillas, acepté sin chistar. Ya no era la misma de dos horas atrás.

-¿Pensaste que llegarían a este punto?

-No. Nunca imaginé que llegarían a ello. No había razón para hacerlo. Yo no estaba acusada de nada, aparte de responder a una orden policial que consideré injusta, no he cometido ningún delito para recibir un trato tan indignante.

-¿Qué sentiste allí, desnuda frente a una desconocida y en cuclillas?

-Primero, impotencia. En este punto cualquier cosa podría suceder y yo no podría detenerlo. Entonces lloré. Mis lágrimas salían en silencio y tenía tanta rabia que la maldije con toda la fuerza de mi alma. Eso sentí: rabia e impotencia.

-¿Y por qué este agravio, cómo es que fueron a parar a la estación?

-Por responder y resistir, por no dejar que agentes de la Policía, solo por llevar un uniforme, hicieran lo que quisieran en nuestro local y sacaran a nuestros clientes a la fuerza. Por no dejarnos amedrantar con la táctica de la represión sin explicación, en donde te hablan con la voz alta y tú quedas minimizada, aterrada.

MARLIN: DIGNIDAD VS. AUTORIDAD EN EXPRESSATE

-Empezó como una bola de nieve. Desde el primer momento el abuso de poder fue evidente y progresivamente, ante nuestro reclamo de respeto y cuestionamiento a la mala aplicación de las leyes, se les fue saliendo de las manos—, dice Marlin.

-¿Cómo describirías el ‘abuso de poder’?

-Primero, los agentes irrumpieron sacando a los muchachos a la fuerza, excediéndose en el ejercicio de sus funciones. Los chicos tenían derecho de estar en el local. No había toque de queda, apenas eran las 5:30 de la tarde y, según lo establecido en la Ley de Menores, pueden circular libremente, sin compañía de adultos, hasta las 9:30 de la noche. Además, en el local no se llevan a cabo actividades que afecten ‘la moral y buenas costumbres’.

-El concepto ‘moral y buenas costumbres’ puede resultar ambiguo. Lo que para ti es ‘buena costumbre’ para otra persona podría ser simplemente inocuo...

-Es verdad, ‘moral y buenas costumbres’ es un concepto que puede rebatirse por todos lados y en su nombre se han cometido infinidad de injusticias. Pero usted comprenderá que estamos en una sociedad moralista, que juzga fuertemente diferencias y actos que se salgan un poco, o mucho, de la norma.

-Entonces...

-Con ese concepto nos referíamos específicamente a que en el local no vendemos drogas ni licor, no ponemos pornografía, ni tenemos videojuegos. Hay una maquinita que solo pueden usar los chicos no uniformados, y ya. Juzgue usted (sonrisas)...

-Entonces no había razones para un allanamiento...

- Exactamente. Además, para un allanamiento es indispensable tener una orden, y dicha orden no estaba lista antes de las 9 de la noche y cuando llegó ni siquiera revisaron el local. Sencillamente no había allanamiento. Los agentes se equivocaron con nosotras y no aceptaron el error, luego dijeron que teníamos que ofrecerles disculpas y todo terminaría.

-Explícame un poco esta parte.

-A ver. Ellos pensaron que nos quedaríamos de brazos cruzados viendo cómo sacaban a los muchachos, pero no. Yo estoy terminando mi carrera de derecho y Damaris ha trabajado con la comunidad toda su vida. No vamos a permitir que se metan a nuestro local como si nada. Entonces se indignaron porque, según ellos, que son la autoridad, nosotras solo tenemos que obedecer sin chistar. Y no, la sociedad tiene el derecho de exigir sus derechos. Por eso llamaron refuerzos. Así, doce hombres nos custodiaron durante tres horas. Al parecer yo soy Puka y Damaris Shira, la princesa guerrera (risas).

-Acaso en La Chorrera no hay delincuencia para desplegar todas esas unidades hasta Expressate.

-Sí. Todos sabemos que sí. Pero éramos más peligrosas nosotras en ese momento. Así que en esas tres horas, mientras esperábamos la dichosa orden de allanamiento, hubo agresiones verbales con nosotras, y físicas con el abogado Raúl Ossa, hasta que uno de ellos, el teniente Moreno, que minutos antes me había dicho que no estaba entrenado para oír sino para matar, se dio cuenta que teníamos una cámara de seguridad.

-Evidencias...

-Exactamente. Fue tan inconsciente, que tuvo el coraje de decirnos que nos disculpáramos con los agentes que irrumpieron abruptamente en Expressate y ‘aquí no ha pasado nada’.

-¿Ellos se disculparon?

-Por supuesto que no.

-¿Ustedes lo hicieron?

-Tampoco.

-¿Y por qué? Hubiera sido el fin del abuso, ¿no?

-Hubiera sido nuestro descanso y no habríamos recibido más vejaciones, pero la dignidad quedaría igual, rota. Y no tenemos por qué disculparnos cuando lo único que hicimos desde el principio fue exigir nuestros derechos como propietarias y civiles, mientras ellos desde el principio los pisotearon. ¿No lo crees?

-Pero entonces, ¿qué sucedió ante la negativa?

-Primero, lloré. Lloré de indignación. No creía lo que estaba oyendo. Me dio tanta rabia que no aguanté más el llanto. Y lloré. Después, llegó la orden de allanamiento y como te contamos, no allanaron. En cambio decidieron llevarnos a la estación. Intentaron esposarnos pero finalmente no lo lograron. El episodio de la estación ya lo conoces. Fue indignante, y la historia no termina allí.

NOTAS Y SANCIONES: VÍA ESTACIÓN - CORREGIDURÍA

-¿Cómo siguió la historia?

-Nos dijeron que para salir de la estación debíamos firmar una nota en donde constaba que no habíamos sido víctimas de agresión sicológica.

-¿Y ustedes firmaron?

-No. Escribí que sí me sentía agredida, que me habían obligado a desnudarme y acuclillarme frente a una desconocida.

-¿Y qué hicieron ellos?

- Se acercó uno de los tres policías que propiciaron el allanamiento ilegal y un teniente Valencia, diciendo que estábamos negándonos a cooperar, que yo no podía rayar el documento porque era para uso oficial y que si no firmábamos la nota nos quedaríamos 24 horas más encerradas.

-Y entonces...

- Rompieron la nota que evidenciaba mi indignación y nos pasaron un nuevo papel donde pusimos los nombres, pero no firmamos.

-Al fin, ‘‘cooperaron’’.

- Sí. ‘Cooperamos’.

-¿Por qué no esperaron al abogado?

-Para no seguir esta lucha absurda que iba abriendo heridas más y más profundas ¿Te imaginas otras 24 horas en manos de esa gente? Noooo... yo no, no quería más de eso, necesitaba salir de allí, acababa de ser vulnerada en lo más íntimo y las fuerzas se debilitaban. La presión sicológica hizo efecto.

-¿Entonces salieron?

- Sí. Pero antes de eso nos esposaron como si fuéramos delincuentes y nos llevaron a la corregiduría. Tan fuerte fue el acto que al llegar el corregidor de turno, Elvis Samudio, les dijo que cómo se les ocurría esposarnos, que no era necesario. Nos soltaron y empezó la declaración. Relatos de acá y de allá. La policía no nos dejaba hablar mucho, el corregidor los hizo silenciar para oír nuestro testimonio, pero fue en vano.

-¿Por qué?

-Nos amonestaron verbalmente. Como no imaginamos que fuera tan importante, y a esas alturas de la noche lo único que deseábamos era irnos a casa, aceptamos pensando que todo había acabado.

-¿Y no?

-No. A la salida uno de los policías me dijo que sabía quién era yo y al día siguiente me estaban esperando a la entrada de la universidad. Al llamar al ex comisionado Agüero, compañero de clases, para que mediara, ellos le respondieron que yo había sido sancionada.

-¿Y eso amerita que te persigan en la calle?

- No. Claro que no. Pero más allá de eso, su frase me sirvió para percatarme de la gravedad de la sanción. ¿Qué pasaría después? ¿Seguirían amedrentándonos y entrando a Expressate cuando se les diera la gana porque fuimos sancionadas? Eso no lo podíamos permitir. Nosotras fuimos violentadas y ellos andan diciendo que estamos sancionadas.

-Entonces...

-Interpusimos una apelación ese mismo día y empezamos a recurrir a todas las instancias que nos permitan evidenciar el abuso al que fuimos expuestas.

-Comienzan las acciones legales ¿Qué sentido tiene esta nueva lucha?

- No permitiremos que el abuso quede impune y así queremos evidenciar públicamente que es necesario hacer algo para evitar este tipo de situaciones tan recurrentes -dice Marlin.

- Queremos dejar claro que las víctimas merecemos protección, no sanción. No más re-victimización. No más silencio cómplice, -culmina Damaris.

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