Ben y ‘Nellie’: Desde California hasta Río por la Panamericana

Actualizado
  • 12/04/2014 20:22
Creado
  • 12/04/2014 20:22
Bernardo salió un día de  su casa en su  Ford de 1955 con el único anhelo de llegar Brasil a tiempo para el Mundial.

Ben– un maestro de educación especial nacido en la ciudad de Twente (Holanda) radicado en San Francisco, California (Estados Unidos)– y Nellie, su camioneta Ford de 1955, llevan un par de semanas varados en Panamá.

El holandés y su carro se han estrellado con el Tapón del Darién, que no les permite llegar a Colombia y, de ahí, seguir con su ruta para cumplir la tan anhelada meta que Ben se ha planteado: Estar en Brasil durante la celebración del Mundial de Fútbol.

“Le comentaba a Wes, un amigo que me está dando alojamiento acá en Panamá mientras resuelvo mi situación, que es gracioso que no pueda cruzar a Suramérica a causa del Tapón de El Darién, el cual mide algo así como 30 millas. Entiendo la razón de ser del Tapón y lo respeto; sin embargo no comprendo como he llegado desde San Francisco hasta acá y no hay forma de poder subirme en un bote y llegar a Colombia. Ahora tengo que pagar 2 mil dólares y cumplir con un montón de papeleo para poder cruzar de un país al otro”.

Cuando preparaba su travesía, Bernardo, su nombre real, se encontró en internet que en Darién había un “ferrie” entre los dos países. Al llegar al istmo, se enteró que se medio de transporte había dejado de funcionar hace más de 20 años y, tras dos meses y medio en la carretera (Ben salió de su hogar en San Francisco, California, el 15 de enero de este año), tendría que hacer la primera parada obligatoria hasta hallar una forma de poder transportar a su compañera de viaje.

–Por mi trabajo, estoy relacionado a temas de aduanas y cargas– explica Wes, el amigo de Ben–. Estoy tratando de colocar a Nellie, la camioneta, en un contenedor que la deje en Guayana para que Bernardo llegué más rápido a Brasil; sino, tendrá que desembarcar en Cartagena, Colombia, bajar hasta Perú, pasando por Ecuador, entrar a Bolivia y de ahí llegar a Brasil.

Nellie, más que un carro

–Nosotros (los holandeses) nunca ganamos, así que decidí que me iba a ir, manejando, desde San Francisco, California, hasta Río de Janeiro en Brasil– comenta Bernardo–. Este va a ser el amuleto de la suerte, ahora sí vamos a ganar la copa del Mundo– dice el maestro en educación especial mientras señala, ilusionado, la camioneta.

Nellie, no es un carro cualquiera. Esta camioneta Ford de 1955, la cual adquirió en Utah, Arizona, hace ya 15 años, ha sido decorada y arreglada para el viaje. Por donde se le vea hay detalles alusivos al fútbol. En las puertas del carro, la bandera de Brasil; en el guardafangos, escrito con pintura negra, dice: “La naranja mecánica”. Sobre la capota hay unos suecos de madera adaptados para jugar fútbol. A un costado de la cabina del conductor, una prótesis simulando una chilena. Y donde debería ir el vagón, hay una cúpula naranja que simula un balón de fútbol.

Ese supuesto balón anaranjado es también el techo de su habitación. Ben adaptó el vagón de la camioneta para que fuera su cuarto durante el viaje y así no tener que buscar hospedaje en el camino. Además de abovedarla , el holandés extendió la parte trasera de la camioneta para poder meter una cama donde él y toda su humanidad de 2 metros cupieran sin inconvenientes. Al asomarse dentro del “cuarto”, a pesar de todos los enseres, también se respira fútbol: afiches de Holanda y del Ajax F.C., peluches de leones naranjas (el león es parte del escudo del Reino de los Países Bajos).

Cuando se le pregunta que por qué tiene memorabilia del Ajax, si es de Twente y en la parte exterior del carro tiene varias estampas con el escudo de este otro equipo, comenta Ben: “Si no tengo algo del Twente en el carro, me matan en mi casa, porque ahí es donde nací y de donde proviene mi familia; sin embargo mi equipo es el Ajax”, comenta entre risas Bernardo.

Lo único de lo que Bernardo se queja de su camioneta es que consume mucha gasolina: “ El combustible no es nada barato y esta niña, Nellie, al ser un carro de 1955, bebe mucho ”, comenta entre risas.

Muchas otras razones

Pero no solo el fútbol motiva a Bernardo. Cuando se observa bien la decoración de su carro, hay más elementos a parte de los que están relacionados con el balompié. En toda la carrocería hay manos de niños pintadas y mensajes de paz de gente que ha conocido en el camino y que, de esa forma, le quieren brindar apoyo en su periplo.

“Inicialmente, mi idea durante este recorrido por Latinoamérica, era conseguir contactos en escuelas de educación especial a las cual, luego de regresar a San Francisco, les enviaré tacos, zapatos para jugar fútbol”, explica Ben. “Ya he visitado centros de atención para niños discapacitados en México, Nicaragua, El Salvador, y también en Panamá. Aquí iré a la escuela para sordos Hellen Keller”.

Ya he visitado centros de atención para niños discapacitados en México, Nicaragua, El Salvador, y también en Panamá

Los niños con habilidades especiales fueron el motivo por el cual Bernardo llegó hasta América. Hace ya casi 25 años se enteró de una vacante en una escuela de educación especial y decidió cruzar el océano para aprovecharla.

En casa, comenta Ben, ha dejado a Sean, Garth y Monique, tres niños con capacidades especiales que lo están esperando. Justamente son las manos de sus tres niños, Sean, Garth y Monique, las que decoran el vehículo.

El viaje, comenta Ben, lo ha financiado con sus ahorros de toda la vida. Dice que, aunque no despilfarra, no le importa cuánto le esté saliendo esta odisea. “No lo hago por el dinero, este es un proyecto que hace mucho quería llevar a cabo. Es algo que hago por mí. En mi trabajo pedí las vacaciones que había acumulado en siete años. Mi jefe fue comprensivo y me dijo: ‘¿Quieres ir a Río? Está bien, pero en cuanto termine la final te regresas inmediato para acá, porque vas a tener mucho trabajo”.

Sentido de hermandad

–He tenido muy pocos problemas con Nellie durante el trayecto– explica Bernardo cuando se le pregunta si un camión tan viejo está a la altura de las circunstancias–. La mayoría de los percances han sido cosas menores, que si los frenos, que si los tapones del radiador. Definitivamente que esta muchacha tiene el espíritu– entonces, levanta la tapa del carro–. Todas las piezas de Nellie son originales– resalta Bernardo.

–Las pocas veces que me he quedado varado en el camino, la gente se me acerca, no importa el país que sea– aclara el holandés– y me preguntan qué me pasa. Cuando yo les explico, inmediatamente me piden que les deje revisar la maquinaria y tras un rato me dicen: “Listo, amigo, puede seguir su viaje”.

Lo único que recrimina de todo este recorrido, menciona ven, es la hora de cruzar las fronteras. En su básico castellano indica que ha sido su “grande problema”.

–No sabes la cantidad de dinero que tuve que darle a los policías fronterizos para poder cruzar de México a Guatemala– recuerda Bernardo–. Allá hay mucha ilegalidad: Carteles de droga, las ratas, como le llaman ellos. Fue algo muy extraño e incómodo para mí.

Un personaje curioso

Con un nombre particular


–¿Cuál es su nombre completo?
–Bernardo Roberto María Oude Kamphuis– responde el entrevistado–
–¿Tiene familia de origen hispanoamericano?
–No, mis padres son holandeses, pero era católicos practicantes, muy creyentes. Todos sus hijos, mis hermanos y yo, tenemos tres nombres, siempres de origen latino.

Empero, esto no opaca la estima que siente el holandés por los latinoamericanos: “En California hay muchos mexicanos y he aprendido sobre su cultura. Además, no es la primera vez que visito América Latina. Ya antes había viajado a Costa Rica, a Ecuador. Conocía un poco de la región; pero ahora he aprendido en grande, he conocido a la gente, compartido con ellos. Lo mejor de todo ha sido el convivir con las personas.

Los eternos segundos

“El fútbol es más que la vida”, comenta el fanático del Ajax. “Tan solo hay que ver cómo una victoria o una derrota pueden animar o hundir a un pueblo. Y para muestra un botón: el mundial del 2009. Cuando España ganó todos allá– desde los más pobres hasta los más ricos– brincaban en un pie. Mientras que nosotros, Países Bajos, estábamos muy tristes, nuestro espíritu decayó”.

A pesar de la tristeza que les ocasionó perder la final, Bernardo dice: “Debo admitir que en la final de Sudáfrica, España merecía la victoria. En la final no jugamos nada bien. En todo el resto del torneo sí, pero en la final España fue superior”. Para el educador, el miedo venció a sus compatriotas. Sin embargo, esto no le hace perder las esperanzas en que serán ganadores:

–A pesar de que siempre perdemos el último partido, en Holanda todos nos sentimos orgullosos– comenta Bernardo–. ¿Cuántos países se pueden jactar de haber llegado a la final? No sentimos ninguna vergüenza de lo que ha pasado, al contrario, estamos orgullosos de nuestro equipo, de nuestros jugadores y de nuestro país.

–En algún lugar, en algún momento, llegará nuestra oportunidad– expresa Bernardo–. Los expertos lo dicen: Holanda es el mejor equipo que nunca ha ganado el mundial. Espero que pase en esta ocasión, aunque no niego que será difícil, nos llevemos la copa– dice Bernardo mientras saca una réplica de la Copa de la Fifa que lleva dentro de Nellie.

La experiencia es lo que vale

–La gente me pregunta si tengo boletos para ver algún juego– comenta el holandés–. Y les digo que no, a mí lo que me interesa es estar es en Brasil durante el mundial, porque Brasil es fútbol, ¿qué país es más grande que Brasil en cuanto a fútbol se refiere? Ninguno– se responde inmediatamente Ben–. Para mí, la meta es estar en Rio y disfrutar. Lo importante es el viaje, el conocer los países, el encontrarme con la gente de Guatemala, de México, de Panamá.

Para el nativo de Twente, lo mejor ha sido alegrarle, aunque sea por un par de minutos, el día a los demás “He conocido mucha gente, muchos niños, quienes se me acercan y sin preguntarme saben que se trata de fútbol. ¡Anda! No me puedes negar que al ver a Nellie no te nace una sonrisa inmediatamente”.

–¿Y si Nellie no logra cruzar a Cartagena?– se le cuestiona

–No importa– asegura Ben–. Si alguien me dice: “Bernardo, es hora de ir a casa”, no me importa, yo regresaría a San Francisco y diría: “Me fue súper bien”.

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