Morgan: “El país campea en un pragmatismo salvaje”

Actualizado
  • 05/11/2015 01:00
Creado
  • 05/11/2015 01:00
El escritor asegura que, tras la gesta por el Canal, Panamá se ha quedado sin metas, por lo que necesita ‘nuevos puntos de unión'

En fechas en las que es oportuna la reflexión en torno a la ‘leyenda negra' y la ‘leyenda dorada' de la emancipación de Panamá de Colombia, se levantan voces como la del abogado y escritor Juan David Morgan, inspirado en muchos de sus libros por pasajes de la historia nacional, quien defiende la voluntad pacifista y negociadora de la república que cumple ahora 112 años.

‘No hay ningún bochorno en negociar para resolver disputas. No hay nada peor que la guerra', asevera Morgan, tras concatenar diferentes episodios históricos panameños en los que destaca la capacidad de llegar a acuerdos.

‘No se derramó sangre en la independencia de España, en 1821, y tampoco hubo enfrentamientos mayores para conseguir la largamente deseada separación de Colombia, en 1903, ni en la lucha canalera que concluye con los tratados de 1977, a todas luces la batalla más internacional de los panameños', recuerda Morgan, sin desconocer gestos de heroísmo.

Para el abogado, que la semana pasada intervino en el foro ‘Viernes Cultural' del Tribunal Electoral, el heroísmo también es proteger al pueblo, evitar derramamientos de sangre innecesarios y velar por la población, que es la que pone los muertos.

País pequeño y de población reducida, en Panamá, la proximidad es inevitable, casi de vecinos, y se hacen cercanos intereses y objetivos.

Si bien la independencia de España se dio casi por muerte natural —‘en Panamá el imperio muere de ancianidad'—, Morgan no descarta que en la separación de Colombia, país con el que quedó un vínculo forzado tras la disolución del proyecto bolivariano de la Gran Colombia, se tomara en cuenta la presión de la clase oligarca istmeña, asfixiada por el abandono del gobierno de Bogotá.

La recomendación ‘el que quiera conocer Panamá que venga, porque se acaba', atribuida a un político colombiano de visita en el istmo, reseña con crudeza la situación de miseria y penuria de la entonces provincia, desatendida y lejana para los andinos.

Y si esa es la leyenda negra, que la independencia se gestó por intereses económicos más que patriotas, Morgan resalta, para los que no lo sepan, el papel de lugar de paso, de encuentro y de comercio que siempre ha desempeñado el país en el continente.

La situación geográfica de Panamá la ha condicionado y ha sido el principal patrimonio de su población. Raro sería que un pueblo no aprovechara un recurso natural y una situación geográfica privilegiada, que lo es.

Así justifica Morgan que para salir de la pobreza Panamá se aprovechara del interés que despertó en otros la construcción de una vía interoceánica.

Ni tierra de piratas ni de filibusteros. Panamá es un país de servicio y de comercio.

‘La bisagra de América', sostiene Morgan, que coloca el antecedente del Canal en la época de Carlos V y el camino de cruces y rescata el valor comercial de las ferias de Portobelo, como referencia inevitable del actual emporio mercantil nacional y su importante sistema financiero.

El carácter de nación, sostiene el abogado, ‘lo dan los intereses comunes de un pueblo, que comparte origen y tradiciones y, en el caso de Panamá, vocación de paz'.

En un resumen acertado y experto del acuerdo con Estados Unidos que Morgan reseñó en su novela ‘Con ardientes fulgores de gloria', el autor destacó la falta de interés de Colombia, enfrascada en violentas luchas partidistas, en la que era su provincia más alejada y pobre, como el acicate para que los panameños todavía colombianos decidieran su futuro separatista.

Los istmeños, algunos de nacimiento colombiano pero raíces familiares panameñas, eligieron negociar por su parte —‘la conjura'— ante la desidia de Bogotá, que dificultaba el acuerdo con Washington para construir el canal que Francia no pudo acabar, y en el que la provincia tenía cifradas sus esperanzas. No hubo tradición. Hubo conciencia de grupo.

Destaca, cómo no, la figura del francés Phillippe Bunau Varilla, ligado a la primera construcción del canal, que termina representando con argucia los intereses panameños, y los suyos, y garantizó la presencia militar en costas panameñas para retraer la previsible intervención del ejército colombiano tras la declaración de independencia.

La historia, apuntó Morgan, hay que mirarla de lejos. ‘Tienen que pasar dos y tres generaciones para entenderla en toda su dimensión', recalcó sobre las primeras interpretaciones que se dieron al papel del ingeniero francés, que se arrogó el derecho de negociar por los panameños.

Todos los protagonistas de la historia jugaron su papel, destacó el autor, que aprovechó el evento del TE para referirse a su experiencia con ‘Cicatrices inútiles', su trabajo sobre la invasión de EE.UU., hace 25 años, que no ha empezado a despertar el interés de la audiencia hasta ahora.

Según Morgan, Panamá es un pueblo joven, pero consciente, y ha demostrado que, si bien le falta cultura, es civilizado.

En este aniversario 112 como República, a Panamá le faltan ‘nuevos puntos de unión' para alcanzar nuevas y más altas metas, indica el abogado.

Superada la gesta canalera, ‘nos hemos quedado sin metas y en el país campea un pragmatismo salvaje' que pone en peligro los valores sociales más fundamentales.

En estas fechas, para Juan David Morgan una lucha civilizada por la educación, el buen gobierno y contra la corrupción, es necesaria. O el país estará perdido.

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‘El carácter de nación lo dan los intereses comunes de un pueblo que comparte origen y tradiciones'.

JUAN DAVID MORGAN

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