Mariano Arosemena y su “diario de una época turbulenta”

Actualizado
  • 29/11/2015 01:00
Creado
  • 29/11/2015 01:00
En el obra ‘Apuntamientos Históricos', el prócer describe las terribles condiciones de vida de la época colonial 

Todo tiempo pasado no fue mejor. Quienes sufran ocasionalmente de añoranza por los tiempos de antaño, especialmente los decimonónicos, necesitarían leer la obra de Mariano Arosemena para ‘curarse de espantos' y valorar un Panamá que ha podido ir liberándose, con no poco esfuerzo, de estructuras atávicas y castradoras impuestas desde la colonia.

Don Mariano Arosemena, miembro de una de las familias más distinguidas que ha tenido este Istmo —su padre fue el coronel de milicias don Pablo Arosemena, caballero de la Orden de Carlos III, y su hijo, Justo Arosemena, considerado el mayor genio que haya producido este país—, fue un lector voraz, de inteligencia aguda, con una pluma viperina que en más de una ocasión lo pondrían en conflicto con las autoridades.

Comerciante, político y escritor, fue también fundador del primer periódico del istmo, La Miscelanea , con el que intentaba despertar en la masa popular el espíritu de emancipación.

En su libro Apuntamientos Históricos , Arosemena narra algunos de los principales acontecimientos ocurridos entre los años 1801 y 1840, especialmente aquellos que condujeron a la independencia de las colonias de España. En el camino, va tejiendo el cuadro horrífico de una potencia en pleno proceso de implosión, de una colonia arruinada en lo moral y lo económico, ajena a los avances de la industrialización y a las grandes ideas que en Europa y América del Norte movían a las gentes a gestionar su propio destino a través de la educación, la ciencia y gobiernos más representativos.

En el prólogo de su edición bajo la colección de Biblioteca de la Nacionalidad, Ernesto Castillero R. califica esta obra como la "más completa y mejor redactada, (por el lenguaje, la fidelidad histórica y la sobriedad de juicio) que hemos leído sobre esta época turbulenta".

SOCIEDAD ESPAÑOLA

Desde el principio del libro, Arosemena deja claro su aborrecimiento por la estructura de gobierno colonial español que, a su criterio, descansaba "en la fuerza bruta de las bayonetas, el absolutismo gubernamental, las prácticas religiosas fanáticas y la ignorancia del saber humano".

También denuncia ‘los hábitos engendrados por ellos' (españoles), ‘como la lidia de toros, las carreras de caballos, las peleas de gallos, y el ocio perpetuo — al cual, dice, ‘se le dedicaban más de cien días festivos al año".

Habla también "del abatimiento y degradación", impuestos con la única intención de "que los hombres estuvieran sumisos a la autoridad ciegamente, y siempre entregados a frívolas diversiones, para que no se ocuparan de su infeliz suerte".

EDUCACIÓN

La situación imperante la achaca Arosemena, en gran medida, a "la falta de establecimientos de enseñanza formal, la prohibición de libros que no fueran de la creencia católica, apostólica romana, además de la falta, en fin, de trato con los extranjeros'.

"La España no sólo se abstenía de establecer escuelas y colegios en sus colonias americanas, en que se educasen los colonos, sino que tenía prohibida la introducción de obras que pudieran ilustrarnos en nuestros derechos, en el conocimiento del gobierno representativo y en la marcha de la libertad política y civil, que llevara a los pueblos no españoles a su civilización", relata el prócer.

"En estas regiones, apartadas del trato con los hombres que pudieran ilustrarnos, sólo se veían libros como Las Veladas de la Quinta, La Voz de la Naturaleza, Las Fábulas de Samaniego, La Medicina Doméstica, El Año cristiano, El Ejercicio Cotidiano, El Semanario Santo, El Ramillete de Divinas Flores y otros semejantes en el idioma español y el latín. Las cartillas, cartones y prontuarios de aritmética nos venían de los puntos americanos donde había imprentas y se ocupaban de estas impresiones. Panamá no conocía el invento de Gutemberg', cuenta.

Para educarse, ‘los jóvenes de familias acomodadas eran enviados por sus padres a los colegios de Bogotá, Lima y Quito'. Así, dice el prócer, "en los primeros años del presente siglo (XIX) salieron de Panamá para los referidos puntos, a instruirse en las matemáticas, la jurisprudencia, la teología y la medicina, respectivamente, los Urriola, los García, los Arosemena, los Icaza, los Jiménez, los Calvo, los Espinar y otros más. Ellos, después de recibir una regular educación, regresaron a prestar sus servicios a su patria, de una manera provechosa a las luces".

FANATISMO Y RELIGIÓN

A la falta de estructuras formales para la educación se añadía la Inquisicion y los fanáticos, que, según Arosemena, hacían creer a la población ‘en la existencia de brujas, de duendes, de almas en pena, de aparecidos del otro mundo, de introducciones del diablo, a veces en nuestros cuerpos, hechicerías, etc. etc. Hacíase, además consistir la bondad de la religión en prácticas exteriores y en actos ridículos y extravagantes, lejos de ejercerse el culto con la decencia y compostura requeridas por una religión toda pura y grande, cual es la del Crucificado'.

"Al extranjero que tenía la desgracia de venir accidentalmente al Istmo, lo desdeñaban los colonos llamándolo judío, enemigo del cristianismo. Por el contrario, al forastero de las otras colonias que aparecía entre nosotros, y en la iglesia se daba fuertes golpes de pecho, oía la misa toda de rodillas, confesaba y comulgaba, a ese hombre se le brindaba la estimación de todos, teniéndosele por buen cristiano, fuera cual fuese su conducta en lo demás".

Los panameños, dice don Mariano, "sabíamos lo que los españoles querían que supiéramos, y por supuesto que nos ocultaban los hechos de la revolución de Francia y los de la América británica del Norte".

Sumida así en su infortunio de la guerra (en Europa), las autoridades religiosas dominantes han atribuido estos males, cuenta el prócer, "al enojo de Dios por el olvido de la religión'. Para calmar su cólera, cuenta, ‘los misioneros del colegio de propaganda fide emprenden una misión solemne en esta ciudad de Panamá. Todos los vecinos salen con sus hijos, iniciados ya en los actos religiosos, llevando coronas de espinas en sus cabezas, cruces de gruesas maderas en sus hombros y sogas colgando del pescuezo. Los frailes misioneros dirigían la procesión rezando unas veces y cantando otras en tono melancólico y los demás les seguían. No se permitía que en el tránsito de las calles hubiera espectadores curiosos. Al volver la comitiva a la Iglesia de San Francisco, tuvieron allí lugar flagelaciones, silicios y otros actos de penitencia pública'.

OCIO Y TRABAJO

También detalla Arosemena en su libro las costumbres del ocio, la proclividad a las peleas , y ‘pasatiempos de otro género', las borracheras y ‘los reinados, o juegos de guerras', en los que combatían los colonos formando grupos, a los que daban los nombres de algunas naciones, como España, Portugal, etc. dándose con palos.

Alude igualmente, a las borracheras, a las interminables noches de tamborito.

Pero también establece que esta situación era producto, no solo de lo poco ‘adictos al trabajo personal', o a que fuera relativamente fácil ‘mantener su vida física con arroz, plátano, frijoles y pescado, que adquirían sembrando los primeros en una fanegada de tierra baldía, que cualquiera podía tomar conforme a la ley, y el último, con solo poseer un anzuelo, para pescarlo'.

También existía un marco legal y social, y hasta un sistema estricto de castas que ocasionaban la distorsión de valores y desincentivaban el esfuerzo contra la pobreza.

Había, entre otros, un monopolio comercial que impedía todo comercio que no fuera el de buques españoles, con productos españoles, en transacciones realizadas únicamente por individuos nacidos en la península.

Al emprender la Madre Patria su guerra contra Gran Bretaña, el tránsito de buques hacia las colonias llegó a grado ínfimo. En el año 1803, dice, no llegó al Istmo un solo buque comercial procedente de España.

‘En semejante estado de cosas, no quedaba a los istmeños otro expediente que abrazar, que proveer, como remedio al mal, a sus poblaciones, de géneros de contrabando. Así se hizo en consideración a que la necesidad carece de ley'.

El prócer va describiendo cómo se hacía el contrabando, a través de buques procedentes de Jamaica, que venían a nuestras costas, de vez en cuando, cargados de manufacturas inglesas. ‘Algunas veces se presentaban en la costa de Coclé, otras en la de Chágres, y los interesados en obtener las mercancías iban en embarcaciones menores hacia los buques, a bordo de los cuales se ajustaban los contratos'.

Imposible , en este corto espacio, dar más detalle de este fascinante libro, al que puede acceder a través del blog histórico de La Estrella de Panamá en www.publicandohistoria.wordpress.com

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‘'Se nos hacía creer en la existencia de brujas, de duendes, de almas en pena...'

MARIANO AROSEMENA

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