La invasión desde la óptica de quienes no la vivieron

Actualizado
  • 23/12/2016 01:01
Creado
  • 23/12/2016 01:01
Una mirada de tres jóvenes panameños que nacieron después de la última intervención militar de Estados Unidos a Panamá en 1989

Cuando comenzaron las ‘marchas negras' en Panamá, el 20 de marzo de 1990, Deyra Caballero no había llegado a este mundo. Nació en 1994, cuando Ernesto Pérez Balladares asumía como presidente del país y habían pasado no más de cinco años de la intervención militar de Estados Unidos en Panamá en 1989.

Pasados 27 años de ‘la noche más negra de los panameños', Deyra participó, no por primera vez, en la Marcha Negra del pasado martes 20 de diciembre.

A pesar de no haber vivido los hechos, defiende la idea de que pedir día de duelo nacional para la fecha es una forma de hacer patria.

No era un tema que se tocaba habitualmente en su familia, pero Deyra recuerda que de niña escuchó a un tío veragüense contar cómo estuvo atrapado en la ciudad de Panamá con un cargamento de arroz, del que más tarde los estadounidenses se apropiaron ante la escasez de alimentos.

Y como el asunto no era parte, ni lo es, de la currícula escolar panameña, tuvo que esperar a ingresar a la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad de Panamá para profundizar las vivencias y análisis de profesores que ‘narraban la invasión por lo que fue', dice, ‘una agravada crisis política que resultó en una nefasta infracción del derecho internacional por parte de Estados Unidos'.

Durante la concentración del pasado 20 de diciembre, la estudiante universitaria escuchó anécdotas y balances sociales y políticos de lo sucedido.

Deyra no solo exige un día de duelo nacional, sino también un debate de altura de toda la sociedad panameña en torno al hecho y cómo influyó en el presente del país.

La invasión representa una ruptura del tejido social panameño, ‘se demostró el cisma que había dentro de la opinión pública en la época, sea, por una parte, consecuencia de la manipulación del supuesto patriotismo panameño, y por otra, la subordinación a una mentalidad de colonizados que aclamaba con ansias la intervención, sin avistar las consecuencias', advierte la joven panameña, que divide su tiempo entre sus estudios de relaciones internacionales y una pasantía en un organismo internacional.

EN BUSCA DE RESPUESTAS

A diferencia de unos contados líderes de opinión, que piden ‘pasar la página de la historia', la generación de Deyra Caballero, con ansias de conocimientos y lejos de la dicotomías que marcaron aquellos años, buscan exhumar la historia a través de preguntas incómodas.

Su generación vivió, gracias al silencio de los partidos políticos y la omisión del debate y el análisis desde la educación, la versión feliz que todos los panameños llamaron la invasión.

Aunque un pequeño sector así lo hizo, Deyra encuentra una explicación a este punto álgido de la inconsciencia nacional.

‘Había un sentido de impotencia por parte de una gran facción de la población panameña que quería una transición de la dictadura militar, y que vieron la invasión como la única alternativa', analiza.

Para Deyra y sus luminosos 22 años, quienes pidieron la invasión se equivocaron y descartaron el juego geopolítico de la época, ‘la captura de Manuel Antonio Noriega era para los norteamericanos una excusa para afianzar su influencia en la región, que en ese momento, no podían descuidar'.

DE ESTO SÍ SE HABLA

Víctor Pierre se define como ‘generación post-invasión'. Nació en 1991 y en su familia sí se habló de la agresión armada.

El tema provocaba lágrimas, disgustos y hasta orgullo por quiénes sí se alzaron en armas contra el invasor. Por eso, Pierre se siente afortunado porque tuvo una aproximación casi inmediata de lo sucedido.

Además, el tema era inevitable. ‘Tuve un tío arrestado por cinco años, sospechoso de haber matado a un militar estadounidense durante el período cercano a la invasión', cuenta mientras reorganiza papeles en su escritorio y libros sobre historia y geopolítica.

Quizás fue la búsqueda de respuestas sobre la última intervención militar de Estados Unidos en Panamá lo que lo llevó a estudiar Relaciones Internacionales.

Como joven investigador del Instituto de Estudios Nacionales (IDEN), considera que uno de los objetivos de la invasión fue dividir a la sociedad panameña y retrasar la cohesión social, promoviendo un discurso de colonialismo cultural que puede percibirse hoy en la incapacidad de encontrar soluciones colectivamente para la salud, la educación y la vivienda.

Argumenta que para comenzar a sanar, se debe declarar la fecha como de duelo nacional.

Las causas para él fueron varias y una de estas fue el mandato unilateral de EE.UU. ante el mundo: ‘había que controlar geoestratégicamente Panamá, y para eso era necesario destruir las Fuerzas de Defensa', apuntó Víctor.

Pero además de los debates en el seno familiar, Pierre también vivió los silencios desde las aulas escolares y los aplausos de quienes todavía en los años 90 condenaban a quienes participaban en la Marcha Negra.

Sin embargo, pone sobre la mesa el elemento de la ingenuidad en la sociedad panameña, ‘los que celebraron la invasión, creyeron en el discurso de restablecer la democracia para retirar la dictadura en la que vivíamos. Una ilusión, si vemos la realidad actual de Panamá' , dice el investigador.

‘No existe hipótesis científica seria que respalde una invasión por aire, tierra y mar para capturar a un solo hombre', agrega.

Como parte de una nueva generación, Víctor asume responsabilidades para reconstruir aquel tejido social ‘despedazado' por el hecho y los líderes de la época que la pidieron.

Pierre planea hacer ese aporte a la historia panameña con sus tareas investigativas.

INVASIÓN 1989

Estados Unidos interviene militarmente el istmo

7 intervenciones armadas ha realizado Estados Unidos en Panamá desde 1856 hasta 1989.

26 mil soldados utilizó Estados Unidos en 1989 para lo que el Gobierno de George Bush padre llamó ‘Causa Justa'. El ataque fue durante la noche y la ocupación en las calles y ministerios se extendió durante dos años.

NACER EN EL CAOS

Juan Alberto Cajar nació el 18 de agosto de 1989. Panamá estaba bloqueada económicamente y faltaban dos meses para que el mayor Moisés Giroldi, junto con otros soldados, perpetraran el golpe fallido al general Manuel Antonio Noriega.

Los bombardeos fueron los primeros ruidos que escuchó, pero todo lo que sabe de la invasión ‘me lo contó mi papá o lo leí', cuenta.

Juan es licenciado en Relaciones Internacionales y periodista, nunca vio un discurso ni de Noriega y menos una marcha de la Cruzada Civilista.

A sus 27 años, analiza que entre los elementos que se manifiestan políticamente después del 20 de diciembre de 1989 y la ocupación en calles e instituciones públicas, fue la imposición definitiva de un régimen político de partidos.

‘Un sistema que solo permite acceder a la participación política a través del dinero y personas influyentes', advierte.

Sobre la nacionalidad panameña, señala que la invasión de 1989 ‘ayudó a desligitimar la acumulación histórica de la lucha antiimperialista de los panameños junto con su identidad'.

Pero lo más grave, advierte Cajar, es el retroceso institucional de la construcción del Estado. ‘Para tener un Estado nacional, hay que tener un ejército', subraya, y advierte que uno de los objetivos de la invasión era destruir las Fuerzas de Defensa porque ‘el modelo de militares que proponía Noriega no era el que Panamá necesitaba'

Sin embargo, ‘Panamá necesita un ejército. Los problemas de seguridad actuales están ligados a la falta de uno', enuncia Cajar.

LA MEMORIA ‘EN COMBATE'

La invasión de EE.UU. a Panamá en 1989 por aire tierra y mar con 26 mil soldados y artillería pesada de última generación de la época significó no solo la caída de un régimen, sino una etapa de destrucción de la memoria histórica, al menos así lo pone en balance la ‘generación postinvasión'.

Juan agrega que a partir de 1964 hubo un periodo de intensificación de las luchas populares panameñas: por territorio, identidad, justicia y derechos sociales; ‘pero la invasión llegó para frenar esas acumulaciones'.

En Panamá, ‘se impuso un modelo neoliberal a la fuerza', que se abría paso en el mundo y que al país llegaron tímidamente de la mano de los presidentes Erick Del Valle y Nicolás Ardito Barletta', analiza Cajar.

Añade que la agresión militar también provocó que hoy los jóvenes no se vean referenciados en el 9 de enero de 1964 y las luchas posteriores.

‘Fue una ruptura del cordón umbilical de los panameños con su historia y sus verdaderos referentes de lucha', sostiene Cajar.

Deyra Caballero, Víctor Pierre y Juan Cajar proponen desde sus ideas que desde aquel 20 de diciembre de 1989 hasta hoy, el combate nunca cesó, solo se transformó, por eso depende de la voluntad de los panameños quién vence en esta nueva etapa de disputas.

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