De cómo Panamá se convirtió en una ‘tacita de oro'

Actualizado
  • 05/02/2017 01:00
Creado
  • 05/02/2017 01:00
A mediados de 1905, los esfuerzos del doctor Gorgas para sanear las ciudades de Panamá parecían ser un fracaso

En noviembre de 1903, Panamá iniciaba una nueva época como país independiente y soberano. Los ciudadanos de la nueva república se organizaban para decidir cuestiones básicas de gobernabilidad, moneda e instituciones.

Pero había mucho más pendiente. El país nacía atado a la construcción de un canal y a los términos del tratado Hay-Bunau Varilla, que imponía para la construcción de esta gran obra de ingeniería no solo la implantación de una colonia extranjera en el corazón de su territorio, sino la llegada de decenas de miles de trabajadores de todas partes del mundo y la imposición de nuevas costumbres y hábitos dirigidos a la mayor campaña de profilaxis jamás conocida hasta entonces en la historia de la humanidad.

Panamá, que por años había tenido la fama de ser uno de los sitios más insalubres del planeta, debía convertirse en un lugar sano para acoger a los más de 40 mil trabajadores que se esperaban para las obras.

Con ello, los estadounidenses esperaban evitar un fracaso como el que había afectado a los franceses, que en su intento de construir la vía acuática habían perdido unas 20 mil vidas humanas.

GORGAS

El mismo presidente estadounidense Theodoro Roosevelt seleccionó como jefe del programa de saneamiento al coronel William Gorgas, un médico militar conocido como una de las mayores autoridades del mundo en enfermedades tropicales y que había comprobado en La Habana la entonces revolucionaria teoría de que los mosquitos eran la causa de enfermedades como la fiebre amarilla y la malaria, que diezmaban a los extranjeros que se acercaban a las tierras tropicales.

Gorgas se instaló en Panamá en junio de 1904, pocos meses después de la separación del país de Colombia. Un mes después, tenía en sus manos el Decreto No. 25, firmado por el recién electo presidente, su colega el doctor Amador Guerrero, que lo facultaba a ‘tomar las medidas convenientes para el saneamiento de las ciudades de Panamá, Colón y el área del canal'.

Una de las primeras acciones de Gorgas fue emitir una serie de ordenanzas que alteraban las costumbres antiquísimas de los panameños y que, de acuerdo con el médico, favorecían la crianza de los mosquitos y la propagación de las enfermedades: acumular el agua de la lluvia o de riachuelos en tinajas o barriles destapados, arrojar la basura en los patios traseras de las casas y permitir que el agua de lluvia se acumulara en las calles no pavimentadas de la ciudad.

La ordenanza seis de Gorgas, por ejemplo, prohibía ‘taxativamente las larvas de mosquitos (gusarapos) dentro de los límites de la ciudad de Panamá' y establecía que todo dueño o inquilino de una casa sería responsable de esa violación ‘bajo pena de una multa de cinco pesos oro'.

Otras órdenes incluían la obligatoriedad de la vacunación, la reglamentación de la recolección de basura, de los mataderos y mercados públicos y exhumación de los cadáveres.

Panamá estaba bajo ley sanitaria y las órdenes de Gorgas tenían todo el respaldo de los alcaldes y la policía de las ciudades de Panamá y Colón.

REVOLUCIÓN SANITARIA

Las zonas urbanas de Panamá y Colón bullían de actividad. Mientras los obreros excavaban las principales calles de la ciudad para construir el primer acueducto del país, ‘el ejército de Gorgas', como le llamaban los panameños, integrado por decenas de trabajadores, circulaban desde las primeras horas de la mañana, cargando escaleras, cubos, rollos de papel manila y viejos periódicos, tapando ventanas, revisando acumulaciones de agua.

Como recordó Gorgas en su libro ‘Sanitation in Panama', las brigadas de fumigadores contratados por la Comisión del Canal Interocéanico recorrían a diario las dos ciudades fumigando casa por casa, vertiendo aceite en los charcos de agua, colocando telas de alambre sobre barriles y depósitos de agua, inspeccionando lecherías, panaderías, barberías, caballerizas y los productos de consumo como la carne. Se buscaba a los enfermos para trasladarlos a los hospitales.

‘Tal es la fiebre de verter aceite que en alguna casa este ha sido derramado en aguas para beber y en aguas acabadas de comprar a los aguadores para un baño', se quejaba en enero de 1905 La Estrella de Panamá.

A pesar de los esfuerzos de Gorgas, estos no eran suficientes. Consciente de que necesitaba más recursos, y más gente, acudía con regularidad a sus superiores en Panamá, pero estos no creían importante sus labores. George Wallace, la máxima autoridad de la Comisión en Panamá, no creía en esa ‘teoría de los mosquitos' y se molestaba con los constantes pedidos del médico.

En junio de 1905, cuando ya habían llegado al país centenares de trabajadores, ocurrió lo que el jefe de sanidad temía: estallaron las epidemias.

Entre el primero de mayo y el 31 de agosto de 1905, 47 empleados del Canal murieron de fiebre amarilla; el doble falleció de malaria; 49 de neumonía; 57 de diarrea y 46 de disentería.

Los trabajadores negros de las islas caribeñas fallecían de neumonía. Un caso de peste bubónica se detectó en La Boca.

En un momento entre estos meses, el 50% de los obreros recién llegados estaba hospitalizado.

Los trabajadores entraron en pánico. Los periódicos estadounidenses anunciaban el fracaso de la empresa del canal.

Gorgas necesitaba redoblar esfuerzos, pero Wallace se negaba a dar apoyo. Además, los panameños se aferraban a las viejas costumbres de mantener los barriles de agua y pozos sin tapa; los enfermos se escondían para evitar ser traslados a los hospitales, a los que temían.

En agosto 13 de 1905, la Estrella de Panamá se quejaba: ‘Gastos, gastos y más gastos y nada. los procedimientos que aquí se emplean para acabar con los roedores e insectos nunca permitirán llegar al deseado fin... Mejores resultados podrían obtenerse con cualquier clase de leña, según el procedimiento de nuestros campesinos contra los mismos mosquitos'.

El mismo artículo anunciaba que había llegado al país un verdadero experto en combatir los mosquitos y se ofrecía a pasar a Gorgas el dato para ‘ayudarlo'.

Cuando el coronel Gorgas ordenó que el agua bendita de la Iglesia de la Catedral en la ciudad de Panamá se cambiara a diario, los panameños interpretaron la medida como un insulto.

RENUNCIA Y REORGANIZACIÓN

Mientras tanto, en Washington, el secretario de Guerra de Estados Unidos William Taf, azuzado por los miembros de la Comisión del Canal, quienes no terminaban de creer en lo que despectivamente se conocía como ‘la teoría de los mosquitos', hacia esfuerzos por ‘tumbarle la cabeza' a Gorgas.

Roosevelt se enfrentaba a una de las grandes decisiones de su carrera. Apoyar a Gorgas y sus solicitudes de mayor presupuesto para acabar con los criaderos, o reemplazarlo por alguien que se dedicaría principalmente a ‘la limpieza'.

Tras consultarlo con varios expertos, tomó su decisión.

El gobernador de la Zona del Canal, George D. Davis, fue reemplazado por Charles A. Magoon; el ingeniero en jefe del proyecto, George Wallace, renunció y fue sustituido por el ingeniero John Stevens.

De todos los que habían sido nombrados en posiciones de importancia en el año 1904, el único que quedó en su puesto fue Gorgas, a quien se le atribuyó más poder. Su oficina fue colocada en el organigrama justo debajo de Stevens, quien, como reconociera años más tarde, ‘puso todo el peso de su jefatura al servicio del médico'.

A diferencia de sus antecesores, bajo el liderazgo de Stevens al trabajo de Gorgas se le asignó la máxima prioridad.

Se puso a su disposición unos 1,200 hombres y se le aumentó el presupuesto anual de $50 mil a millones de dólares - se calcula que el presupuesto de Gorgas constituyó el 5% de los gastos totales de construcción del Canal-.

Ahora sí había dinero. Se contrató a un arquitecto para diseñar las barracas de los trabajadores, los edificios de la Comisión y la vivienda de los oficiales de acuerdo con las necesidades: ventilación, cobertura total con mallas contra los mosquitos y una sola puerta de entrada, de manera que fuera más fácil controlar el ingreso de los insectos.

Se construyeron miles de millas de zanjas de cemento para drenar los pantanos y aguas estancadas; se cortaban los montes y herbazales de la ruta del canal a menos de 200 pies de todo asentamiento humano.

Según el relato del mismo Gorgas, el trabajo más fuerte de profilaxis se hizo entre los meses de septiembre y diciembre del año 1905.

En diciembre de 1905, se dio el último caso de fiebre amarilla en el Istmo.

Para diciembre de 1906, tanto en la Zona del Canal como en las ciudades de Panamá y Colón, la endémica malaria, que afectaba a miles de personas a lo largo de la ruta canalera se había reducido a menos de un 5% de incidencia.

Ya para entonces había sido inaugurado el acueducto que, por primera vez en la historia del país, proveía agua potable a las comunidades de Colón, Panamá, Cristóbal, Ancón, La Boca, Culebra y Emperador. Los hospitales, equipados con instrumentos y profesionales de primera, brindaban servicio gratuito a panameños y extranjeros.

El final de la historia es conocido. Los estadounidenses lograron construir el Canal y Panamá adquirió su fama de ‘tacita de oro'.

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