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La guerra de las Malvinas fue una irresponsabilidad del Gobierno argentino, dice veterano
- 06/10/2017 02:05
El 8 de junio de 1982 fue el día en que el teniente Héctor Tessey sintió más miedo que en toda su vida. De él dependían setenta hombres que esperaban sus instrucciones en un terreno de aproximadamente 200 metros por 100 metros, en el que se concentraba el fuego directo del enemigo de 18 cañones. El ruido, las vibraciones, el estruendo, era como si se acabara el mundo.
Argentina sufría en las Malvinas una de las peores descargas de la artillería británica. Tessey tenía todas las probabilidades de morir, al igual que sus hombres, que buscaron refugio siguiendo las instrucciones que les dio antes del violento momento.
‘Tenía esposa y tres hijos. En ese momento, venía a mi mente -como cuando relatan que estás cerca de morir- yo no sé si era una película, pero eran imágenes, mi mujer, mis hijos, mi mamá', recuerda el militar con tristeza y decepción durante un encuentro con La Estrella de Panamá , tras participar en la Conferencia ‘La Guerra de 1982 por las islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur', en la Universidad Alta Dirección (UAD), a propósito del 35 aniversario del conflicto .
El batallón empezó a recibir fuego directo alrededor del 3 o 4 junio. Pero el momento cumbre fue del 8 al 11. Esos dos días, la posición donde estaba su batería recibió los cañonazos de donde estaba la artillería británica. ‘Yo nunca había sufrido un fuego directo de una artillería en una posición. Es muy violento', relata con su particular acento. Tuvieron la suerte de que en esos dos ataques no se registraran muertes. Heridos sí, y material afectado, pero ninguna munición de artillería cayó en un pozo o lo tocó cerca. Eso habla de las acertadas medidas de prevención y resguardo que tomó antes de ver venir lo peor.
Todos sus hombres, menos ‘‘Ramos”, quien murió en otro combate, quedaron vivos porque Dios quiso. Por un milagro. Las condiciones que les rodeaban eran adversas en todo sentido; el terreno fangoso en el que esperaban a los ingleses, el material de artillería con un alcance menor al de los británicos. ‘Era como una pelea de un boxeador de brazo corto y otro de brazo largo', describe Tessey.
El teniente, que estaba activo en esos momentos, se enteró por la radio el 2 de abril -al igual que el resto de la ciudadanía- del inesperado conflicto militar desatado con Gran Bretaña. Él tenía 28 años, era instructor en el Colegio Militar de la Nación de Cadetes del último año. Pero no tenía la más mínima idea de lo que estaba pasando, o de lo que viviría en los próximos meses.
Cinco días después del distorsionador mensaje del presidente Leopoldo Fortunato Galtieri, en calidad de comandante en jefe de las fuerzas armadas de su país, en el que anunciaba el conflicto con Inglaterra, se decidió que los cadetes de cuarto año fueran promovidos a subtenientes. Así que el 8 de abril, Tessey se quedó sin alumnos. Había sido movilizado a la otra punta de Argentina, lo que le hizo pensar que estaría aún más lejos de las Malvinas. Pero a los ocho días estaba en las islas.
La decisión de la guerra fue tan improvisada, en el peor sentido del término, que sorprendió a todos. Había un objetivo político establecido por la Junta Militar que no era generar un enfrentamiento con Inglaterra. Así figura en el Informe Rattenbach -que calificó la acción como una ‘‘aventura militar”- que fue confeccionado posterior al conflicto con la intención de evaluar responsabilidades en el análisis de los hechos.
El propósito manifiesto de la junta militar consistía en: ‘‘ocupar para negociar”, no para enfrentar. ‘El 3 de abril tuvo que haber quedado en las islas el gobernador y cien policías, nada más. Todo lo que sucedió después fue una sorpresa para todos', narra el también profesor .
Su batallón arribó el 13 de abril al aeropuerto de Malvinas donde ya se concentraba una brigada de 5,000 hombres. Una muestra de las nulas o escasas capacidades que tenía su país para enfrentar la movilidad en el terreno.
Lo que sucedió de ahí en adelante fue pura improvisación. Se volvió un caos. Llegaban aviones con 200 o 300 soldados y todos se amontonaban en el aeropuerto. Los argentinos no tenían la infraestructura para transportar a nadie dentro de la isla. Con un solo tractor, como los que se usan en la agricultura, y en un solo viaje, Tessey logró trasladar las pertenencias de 78 soldados, seis cañones, y todo el equipo. Lo hizo armando un tren, enganchó los obuses uno tras otro. Los hombres caminaron detrás del improvisado transporte de guerra.
El terreno de las islas es de turba, sumamente húmedo que penetra todo hasta llegar a los huesos. ‘Vivir con el calzado húmedo es contrario a la vida óptima de un soldado', explica.
El batallón logró aprovisionarse de tambores vacíos con capacidad de 200 litros que cortaban y enterraban. Esto permitía a los soldados estar enterrados en el tambor y no en el pozo mojado lleno de agua, una medida clave para no tener ningún muerto en ese ataque.
El terreno que ocuparon estaba entre dos valles, en medio de la nada. Los ingleses estaban navegando. El 25 de mayo llegaron al canal San Carlos. La diferencia entre ellos y los argentinos es que a pesar de que ambos debían sufrir las mismas inclemencias del tiempo, los británicos tenían un equipo superior en tecnología y cantidad.
En su mente, lo único que pensó Tessey al llegar el 13 de abril fue una alegría inmensa de haber recuperado el territorio que había sido usurpado por tanto tiempo. Pero esa era una reacción sentimental, para nada racional.
Había que aplomarse y contrarrestar también el pensamiento que transmitieron los mandos superiores de que ahí no iba a haber guerra. Solo, en medio de la nada, Tessey se hizo cargo de la mentalidad de sus hombres y los preparó para la guerra. Comían una vez por día porque las provisiones estaban a tres horas a pie. No había forma de enviarlas por vía aérea, los helicópteros estaban ocupados en cosas más importantes. En 70 días, si acaso, se bañaron cinco veces.
Los combates empezaron los primeros días de junio. Los ingleses desembarcaron el 25 de mayo, día emblemático para los argentinos. Montaron una operación sobre una guarnición cercana el día que se celebra al ejército argentino. ‘Parece que hubiera sido planificado psicológicamente por una mente macabra', reflexiona Tessey.
Aquel 8 de junio, cuando Tessey recibió el ataque de la artillería británica, había ideado un plan con sus hombres. ‘Yo tocaba un silbato muy penetrante, y el código era: cuando escuchen el silbato, salgan de donde estén, vayan a su obús y esperen indicaciones. Cuando cesó el ataque, yo toqué el silbato y salieron todos a su posición'. Se puso a prueba la valentía de estar en un pozo y enfrentar la artillería con todo lo que esto conlleva.
El 11 de junio en la noche, cuando los británicos lanzaron fuego contra puerto argentino, la batería quedó muy próxima, a 3,000 metros de las líneas británicas. En esa oportunidad hubo que replegarse.
El jefe inmediato le envió tres camiones y tuvieron que evacuar el personal. Así se puso fin a esa batalla.
Después del conflicto, surgió un sector en Argentina que manifestó una posición muy contraria a la decisión de ocupar con las fuerzas armadas el enfrentamiento que dejó 649 bajas. Era de rechazo y condena.
Tessey, junto a un grupo de diputados, presionó al Ejecutivo de Cristina Kirchner para que se desclasificara el polémico informe Rattenbach. Un documento que permaneció oculto en manos de la Junta Militar que había ordenado su confección.
El hoy capitán conoce muy bien la diferencia entre salir victorioso y ser exitoso en su tarea.
Cada 28 abril se reúne con sus hombres en Paso de los Libres, sin recriminaciones. Se abrazan, lloran, comen un típico asado argentino y se despiden hasta el año entrante.
El tiempo cura. Reconoce que lo que más dolió de aquel conflicto fue la muerte de Ramos, pero con el tiempo lo ha superado gracias al equipo que logró conformar a pesar de las precarias condiciones con las que fue enviado a defender la bandera de su país.
‘No fue en vano', dice. Pero mirando los hechos a la distancia cree que la forma de defender las Malvinas es mediante la utilización del instrumento militar en apoyo a la diplomacia. Explica que en la medida en que Argentina cuente con una Marina apropiada, una fuerza aérea que pueda cumplir su misión, entonces el país podría organizar ejercicios militares en Tierra del Fuego y cerca de las Malvinas. Esto, con el objetivo principal de ejercer los derechos soberanos sin interferir con la ocupación británica, pero agregando un elemento de tensión. Esta presencia indirecta, el foco de tensión, alejará de las islas el capital de inversión por la potencial zona de conflicto. Aunado a esto, propone que América entienda que las islas Malvinas no son argentinas, sino que pueden ser de dominio de todos. Esto logrará una cohesión en la región y superará algunos estereotipos anticuados.
EL INFORME RATTENBACH IMPLICABA LA PENA MÁXIMA
El polémico informe Rattenbach confeccionado por la Junta Militar, recomendó penas graves para los responsables, que implicaba la pena máxima para algunos de ellos. Sin embargo, desde el punto de vista histórico, sepultó cualquier intento de los dirigentes militares y políticos por encubrir a sus responsables.
Medios argentinos reportaron que el documento se adulteró para proteger a los jefes militares de la época. Las hojas adulteradas se referían a la actuación del teniente de Navío Alfredo Astíz.
En 2007, los diputados Federico Storani y Pedro Azcoiti presentaron un proyecto de ley para proceder públicamente al informe. Luego, en 2012, la presidenta Cristina Kirchner anunció la conformación de una comisión para la reapertura y conocimiento público del informe. En marzo de ese año, se oficializó la entrega del documento a las autoridades.
El informe está dividido en cuatro partes. En uno de sus párrafos describe que la Fuerza a cargo del jefe del Ejército no contaba con los medios adecuados ni sus tripulantes estaban adiestrados para sostener adecuadamente un conflicto bélico de naturaleza aeronaval. Sin embargo, una vez desencadenadas las hostilidades en este ámbito, el Comandante decidió no sustraer a sus medios a la batalla, y aceptó las desventajas y los riesgos inherentes a la guerra.
Es decir, que había un reconocimiento de la Junta Militar sobre las deficiencias estratégicas que acompañaban a los batallones.
El texto también da crédito a la labor realizada por las Fuerzas Armadas y Fuerzas de Seguridad en el campo. Y valora que en las condiciones mencionadas supieron infringir daños fuera de toda proporción a la Fuerza de Tareas Conjunta del Reino Unido, al punto que se vio obligado a despegar la mayor parte de sus Fuerzas anfibias, por tanto, considera que los grupos argentinos cumplieron airosamente con el deber.