El asesinato de un supuesto magnicida

Actualizado
  • 08/02/2019 01:01
Creado
  • 08/02/2019 01:01
A casi medio siglo del secuestro del abogado Rubén Oscar Miró Guardia, un investigador repasa los posibles móviles de sus asesinos, su supuesta participación en el asesinato de Remón Cantera y su involucramiento en otro posible magnicidio

El pasado 1 de enero se cumplieron 49 años del secuestro del abogado Rubén Oscar Miró Guardia en Calle Tercera, San Felipe, a las 6:00 p.m. del 31 de diciembre de 1969, cuando acababa de abandonar su residencia para ir a comprar hielo en la tienda de un chino.

Posteriormente, es asesinado de un tiro, en horas de la noche, en el cuartel de la policía secreta de San Felipe. Recién había retornado a Panamá el dictador Omar Torrijos, después de ser destituido por el presidente de la Junta Provisional de Gobierno.

Los panameños, entre voces comentaban: ‘...lo mandó a asesinar el dictador Torrijos...', mientras que los seguidores de Torrijos y los diarios oficialistas señalarían: ‘...fue ajusticiado como venganza por el crimen de Remón...'.

POSIBLES MÓVILES

Tristán Solarte en su novela La Serpiente de Cristal brinda una pista de las razones del crimen: ‘Pero el 1 de enero de 1970 encontraron el cadáver de Rubén Miró en la carretera a Pacora, acribillado a balazos. Como un mes antes del crimen me topé con un viejo amigo a la salida del Teatro Central. Me dio un bote, en el camino me contó lo siguiente: ‘Yo vivo, como sabes, en un apartamento de Calle Cincuenta, Loma Alegre. Desde mi dormitorio se divisa claramente el chalet de Omar Torrijos, que queda bastante cerca. Una tarde, en los primeros días de diciembre, coincidimos en la planta baja una persona que también vive en el edificio, Rubén Miró y yo'.

‘Los tres subimos las escaleras, conversando. Supuse que Miró venía a visitar a uno de los inquilinos, pero en el segundo piso sacó la llave y abrió la puerta de uno de los apartamentos. Entonces pensé que lo había alquilado para una de sus queridas. A los diez minutos vi, desde la ventana de mi cuarto, a la tercera persona, vecina mía de muchos años, atravesando el patio que separa nuestra casa de la de Omar Torrijos, en cuyo interior desapareció. Ella misma me había dicho que no conocía personalmente al dictador. ¿A qué venía, entonces, la visita? ¿Iba a denunciarle la presencia de Miró en nuestro edificio? Aquella presencia solo podía tener un significado para Torrijos'.

Recordando este relato, comprendí por orden de quién, y por qué habían asesinado a Rubén. Mientras tanto, trascendieron al público detalles como el seguimiento y vigilancia de Rubén Miró por agentes del DENI. La persecución comenzó antes del viaje a México. Todo en este crimen, el ensañamiento, por ejemplo, apuntaba a una sola persona. Torrijos lo mató antes de que el otro lo matara a él.

Da lo mismo que Miró se propusiera ajusticiar a Torrijos o no. Bastaba que éste creyera que sí. No le encontró una explicación inocente al uso de un apartamento tan estratégicamente situado cerca de su casa.

¿Quién era la vecina del apartamento que alquiló Miró, que corrió a avisar al dictador que el abogado tenía un apartamento en el edificio contiguo a su casa?

MACABRO HALLAZGO

Su cadáver apareció en horas de la mañana del 1 de enero, al lado de una alcantarilla, debajo de un árbol frondoso de espavé, de donde caían unas hojas verdes y grandes cada primero de enero. El lugar: carretera vieja que conduce a Chepo, entrando por Cerro Azul, cerca del Asentamiento Campesino Unión Santeña. En su desesperación, los genízaros del dictador se equivocaron de fecha. Intentaban que su vil asesinato pareciera una acto para tratar de vengar el magnicidio del presidente Remón Canteras.

Residentes de los alrededores escucharon las ráfagas de metralleta en horas de la madrugada. Algunos identificaron a un tal Palanca y Orejita.

OPERACIÓN ‘CONEJO'

El seguimiento de vigilancia a Miró se realizó del 9 al 31 de diciembre de 1969, cuando se suspendió la vigilancia abierta.

Miró fue conducido a las mazmorras de la policía secreta, donde fue colgado de ambas manos y recibió un tiro. Nacido en la ciudad de Panamá, Miró era hijo del magistrado de la Corte Suprema de Justicia Gregorio Miró. Cursó la carrera de leyes entre los años 1930 y 1935, en la Universidad Católica de Washington, DC, donde se recibió de abogado. Estudió e hizo deportes: boxeo y equitación.

Richard Gallagher, compañero de estudios de la Universidad Católica, me señaló en una carta que ‘fue un estudiante sobresaliente... tenía una memoria fotográfica'.

Edmund La Font, su antiguo entrenador universitario, declaró al Washington Post que ‘Miró fue siempre tranquilo y de buen comportamiento. Le dije que hiciera todas sus peleas en el ring y lo hizo. Él era un 125 libras, un joven llamativo y delgado con un enorme valor. Él peleó tres años para mí: 1932, 1933 y 1934, y ganó tres peleas'.

Regresa a Panamá y ejerce la abogacía. Fue detenido por el crimen de Remón Cantera y juzgado junto a Rodolfo De Saint Malo, socio de José Ramón Guizado, Federico Hyams, José Edgardo Tejada, Luis Carlos Hernández, Camilo González por los delitos de homicidio y homicidio no consumado, y a Teresa Castro de Suárez por el delito de protección de malhechores, quienes fueron declarados inocentes del magnicidio.

El 4 de agosto de 1958 recibió tres heridas de bala durante un atentado. Los proyectiles fueron detenidos por unas llaves que cargaba. Miró acusó a Mingo Villarreal, capturador de la policía secreta, como uno de los tiradores.

El hecho tuvo lugar cuando salía de la casa de su hermano Ricardo Miró, en Calle Colombia.

De ahí manejó hasta la Clínica San Fernando, donde fue operado por los doctores Esteban Chu y Cuello. Arturo Recuero cuenta el incidente: ‘Me encontraba saliendo del Hospital San Fernando por la sección de emergencia, cuando llega el doctor Miró manejando y me dice: ‘doctor, estoy herido'; y le contesto: ‘yo no soy médico, pero aquí está el doctor Chu, que está entrando a laborar'. Miró respondió: ‘Si este médico chino no me salva, no me salva nadie, lanzando una carcajada”.

El 9 de abril de 1959 arriba a Miami, procedente de La Habana, donde informa que está escribiendo un libro titulado ¿Quién mató a Remón? .

Posteriormente, organiza la invasión de cubanos a Panamá en 1959. Es detenido, juzgado y deportado a Miami, por el Gobierno Revolucionario. Uno de los firmantes del Tribunal que juzgó a Miró fue Camilo Cienfuegos.

Winston Robles, exdirector de La Prensa , me narraría sus recuerdos de los últimos días de vida del abogado: ‘A Miró lo estaba siguiendo el G2, y un mediodía me asomé en el Café Coca Cola, para ver quiénes estaban, y estaba Miró en una de las mesas, solo. Me invitó un capuchino. Inmediatamente, entró una vendedora de lotería, y Miró la llamo. ‘¡Dele un pedazo de billete de lotería del mismo número a cada uno de los comensales que están en la mesa del fondo!', demandó, pagándole inmediatamente. Y me dice Miró: ‘Winston, ¿sabes quiénes son los tipos de la mesa a quienes les envié la lotería?'. Al decirle que no, me responde: ‘son agentes del G2 que me están siguiendo”.

Miró trató de abandonar el país con rumbo al Perú, donde había estudiado y su padre fue embajador. El régimen de Torrijos no lo dejó salir, bajándolo del avión. Esa noche, regresó a La Chorrera y visitó a su compadre, Miguel Loo, en la cantina Paraíso, que era de su propiedad.

Loo recuerda esa noche: ‘Se sentó en la barra en la esquina, pidió un trago y me dijo que lo estaban vigilando. Le dije: Compadre, váyase del país; yo le presto el dinero y me lo paga cuando pueda. Miró me respondió: no me dejan, iba a salir del país y me bajaron del avión. A los días supe de su asesinato'.

Sus restos reposan en el Jardín de Paz de la ciudad de Panamá.

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