Las redes sociales en las aulas de clases

Actualizado
  • 03/10/2019 07:00
Creado
  • 03/10/2019 07:00
El 11 de septiembre de 2001, sí, el mismo día en que ocurrieron los atentados terroristas en las torres gemelas, cursaba el cuarto de grado de primaria, y recuerdo muy bien aquel confuso y hasta tétrico escenario: mi maestra recibió una llamada y salió corriendo a la dirección del colegio.

El 11 de septiembre de 2001, sí, el mismo día en que ocurrieron los atentados terroristas en las torres gemelas, cursaba el cuarto de grado de primaria, y recuerdo muy bien aquel confuso y hasta tétrico escenario: mi maestra recibió una llamada y salió corriendo a la dirección del colegio. Unos minutos más tarde, regresó llorando, en un estado de desesperación que parecía incontrolable. La razón: tenía familiares viviendo en Manhattan, y no sabía si se encontraban a salvo, luego de ver las apocalípticas imágenes que pasaban por televisión.

Hago este recuento porque si en ese momento hubiésemos contado con redes sociales, de seguro la angustia, aunque entendible, habría sido más fácil de controlar. Mi maestra hubiese podido comunicarse de manera más directa con alguno de sus familiares y confirmar que estaban bien, y no tener que esperar horas hasta que ellos encontraran un teléfono con el cual reportarse.

Aunque muchos padres y docentes estén en contra de las redes sociales y la hipnosis efectiva que logran en sus hijos y/o estudiantes, no podemos negar que son ya una característica nata de la sociedad en la que vivimos.

¿Qué ocurre cuando los estudiantes pasan la mayor parte del tiempo revisando sus redes sociales, en lugar de prestar atención a la clase del docente? Esa es la interrogante que muchos se hacen, y la respuesta más rápida a esa problemática —para los docentes— es prohibirles que utilicen sus teléfonos durante la clase.

En la sociedad del conocimiento y la información, esa respuesta va en contra de cualquier teoría. Actualmente existen un sinnúmero de opciones dinámicas e interactivas, a través de las redes sociales, con las que se puede lograr que el estudiante utilice su teléfono para aprender, sin que se sienta forzado.

Ideas creativas como pedirle a los estudiantes que realicen encuestas por Twitter, sobre un tema en particular y luego analizar los resultados; charlas grabadas en la opción “live” o “en vivo” de Instagram, YouTube o Facebook; ver tutoriales en YouTube durante la clase, para resolver un problema o incluso, despejar alguna duda y poner en contexto, una época o autor que no conocimos.

Y más allá del fin educativo, las redes sociales ofrecen una inmediatez incomparable sobre las noticias que ocurren en el mundo. Por eso mi anécdota al inicio de este escrito; cualquier estudiante, o incluso el docente, puede llegar a necesitar sus redes sociales para comunicarse ante una situación de emergencia, y prohibirles su uso en el aula de clases, ya sea del colegio o de la universidad, es prohibirles su derecho a la información.

Imaginemos el caso de que un familiar cercano de un estudiante tenga un accidente y la única forma de contactarlo sea por WhatsApp, ¿tendrá que esperar las dos o tres horas que dura la clase para enterarse? No se trata de aislarlos, sino controlar su uso.

No podemos negar que la disciplina es fundamental en este tema, porque habrá alguno o algunos, que decidan nadar contra la corriente y romper las reglas. El docente está en toda la capacidad de permitir el uso de teléfonos celulares para fines académicos, sin tener que apagarlos o retenerlos en su escritorio, y el estudiante debe acatar estas normas, sin que eso represente un impedimento para aquel momento de emergencia, en el que necesite utilizarlo para otro fin.

Las universidades juegan un rol importante en este panorama; la sociedad pide a gritos, docentes con visión integral, y que no vean la tecnología como un enemigo, sino como una aliada en la formación de profesionales. Un buen docente no necesita prohibir el uso de celulares para que sus estudiantes le den su atención; su conocimiento y su desarrollo en el aula, bastarán para que ninguno de sus alumnos se distraiga.

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