El simbolismo del Santo Sepulcro

Actualizado
  • 30/11/2019 00:00
Creado
  • 30/11/2019 00:00
El fallo dictado en el caso de El Panamá América, víctima del despojo ejecutado por los militares enmascarados y sus cofrades civiloides, fija rutas irrenunciables. No olvidar los nombres y partidos tutores del despojo y marchar siempre en pos del perfeccionamiento de la democracia para que no vuelvan los fantasmas del pasado. ¿Cómo se logra? Teniendo presente el pasado como sombra del espíritu, o actuando como aquellos cruzados que partieron a buscar y rescatar el Santo Sepulcro, como lo recuerda el historiador colombiano Rebolledo

El Centenario de la República ha incentivado a los historiadores, y en homenaje a la Patria han editado y proyectado obras fundamentales.

He sabido que Castillero Calvo prepara con un grupo de historiadores una Historia General de Panamá, próxima a publicarse.

Los historiadores Araúz, Pizzurno, Figueroa Navarro y Tello tienen en el horno de la imprenta otra historia, inspirados algunos de sus capítulos en las investigaciones que dejó inéditas Gasteazoro. A su vez, Conte Porras pronto pondrá en circulación un estudio sobre los procesos electorales habidos en el país. Incubados en el nido de la leyenda negra colombiana sobre la independencia de Panamá, Beluche y Díaz han puesto en circulación sus ideas en sendos estudios.

El catedrático Ricord, tomando distancias de las leyendas conocidas -rosada y la negra- ha publicado una historia de la independencia en varios tomos, que se afilia a una línea ecléctica; es decir, la que procura ir al encuentro de la verdad de lo ocurrido en 1903 sin dejar de ponderar la gestión de los próceres de la independencia. Es la tendencia adoptada con igual lucidez por Araúz, Pizzurno, Mendoza y otros en recientes obras.

En el campo puramente periodístico, los suplementos de La Prensa dedicados al Centenario -y en particular a recordar las figuras de Mendoza, Morales y otros- cobraron interés nacional por la calidad de los ensayos o artículos divulgados, algunos polémicos. Igualmente en los tributos a la República, la Asamblea Legislativa abrió en sus plenos un paréntesis dedicado a la meditación patriótica, y por su recinto desfilaron en estos días notables historiadores y algunos juristas y políticos quienes disertaron sobre temas de su agrado ideológico personal o de interés histórico. En total, la Asamblea Legislativa desarrolló 25 puntos de trascendencia cultural. El día 25 de noviembre en curso tuve el honor de disertar sobre “Las luchas del panameño por su identidad nacional durante el siglo XIX”. En las lecturas que he tenido desde mi adolescencia, he encontrado en el décimo nono la esencia de la nacionalidad o la savia nutriente e incorruptible que hizo posible la subsistencia de la nación durante los años duros y humillantes de la segunda República. El conocido Estado Federal de Panamá en 1855, como sólido alegato de Justo Arosemena, es el argumento que sirve no solo para constituir un Estado Federal sino una República independiente. El contenido del Convenio de Colón en 1861 en que se pacta con la Nueva Granada la neutralidad del Istmo, de modo que este permanecerá siempre neutral en las guerras civiles nacidas en el altiplano o la cláusula que determina que toda intervención militar del Gobierno central debe tener el consentimiento del gobernador de Panamá, representan pasos significativos hacia el logro de la independencia total. La muerte de Santiago de la Guardia en el campo de batalla en defensa de estas conquistas, sellan con letra de oro el perfil de la identidad nacional en el siglo XIX.

En estos obsequios a la Patria, la Corte Suprema de Justicia desarrolló a lo largo del año un programa de conferencias dictadas por juristas de la localidad. Con el fin de que tales conferencias no se perdieran en la hojarasca que dispersa el tiempo, la Corte Suprema las ha recogido en un libro titulado Perspectivas históricas sobre la justicia panameña en su primer centenario. 1903-2003. Pero, como si todo fuera poco, la Corte Suprema también ha impreso otro texto denominado Historia y biografía de la justicia panameña en sus primeros cien años. Se trata de una biografía interesante, sin precedentes, porque recoge los pronunciamientos de la Corte Suprema en numerosos casos jurídicos y políticos de trascendencia nacional, como los sucesos del 2 de enero de 1931, del 9 de octubre de 1941, del proceso seguido al Presidente Guizado en el año de 1955, del proceso político ventilado contra el Presidente Robles en 1968, el caso del despojo sufrido por El Panamá América, etc., esfuerzo intelectual de singulares méritos porque las resoluciones de la Corte explican la marcha de la historia judicial en el primer centenario de la segunda República.

Estas obras, por deferencias del presidente de la Corte, Adán Arnulfo Arjona, las presenté ante un auditorio excelente la noche del 27 de noviembre y recomendé su lectura porque registran la controvertida intimidad funcional de un órgano del Estado en sus altas y bajas.

Además, un estudio cuidadoso de todas las sentencias publicadas obliga, como gestión cívica permanente, ir al rescate de una justicia distributiva, imparcial y que llegue a ser una especie de corona de la ley. Ese estudio nos obliga también a no olvidar los atentados a la libertad de expresión y al derecho de propiedad. El fallo dictado en el caso de El Panamá América, víctima del despojo ejecutado por los militares enmascarados y sus cofrades civiloides, fija rutas irrenunciables. No olvidar los nombres y partidos tutores del despojo y marchar siempre en pos del perfeccionamiento de la democracia para que no vuelvan los fantasmas del pasado. ¿Cómo se logra? Teniendo presente el pasado como sombra del espíritu, o actuando como aquellos cruzados que partieron a buscar y rescatar el Santo Sepulcro, como lo recuerda el historiador colombiano Rebolledo. En cada ocasión en que los cruzados se distraían en frivolidades, o caían en las tentaciones diabólicas, a la hora usual de las oraciones obligatorias alguien exclamaba con voz de trueno: “! Acordaos del Santo Sepulcro!, para cerrar filas y evitar la traición al objetivo de la cruzada. En el país del Centenario solemos olvidar los objetivos fundamentales, definidores de la dignidad democrática y por eso nos olvidamos del sentido figurado o simbólico del Santo Sepulcro y tomamos el atajo que conduce al oportunismo y a la claudicación. De allí que el fallo de la Corte Suprema tan enderezador de uno de los entuertos de la dictadura, para que no se repita en perjuicio de algún medio de comunicación social, en vez de exclamar “Acordaos del Santo Sepulcro”, debe decirse a voz en cuello “Acordaos de El Panamá América”. En esa forma los cruzados de la libertad no se sentirán frustrados porque las experiencias permanecen vivas entre los que fueron moral y materialmente flagelados.

Los cruzados de la democracia aplaudirán con vigor la biografía de la justicia panameña, porque ésta servirá de cruda catarsis a la misma Corte y tendrá la virtud de provocar o sugerir, como toda obra histórica, muchas reflexiones patrióticas o de arrepentimiento. En verdad, el Centenario y sus obran han provocado una revolución del recuerdo, para bien o para mal de las víctimas o de los victimarios de todo lo ocurrido. Por tanto, en las historias que están, por escribirse les diré a sus autores: ¡Acordaos siempre del Santo Sepulcro!

La versión original de este artículo fue publicada el 29 de noviembre de 2003.

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