'Los hechos del 9 de enero motivaron a los panameños a retomar la lucha por la soberanía y la recuperación del Canal'

Actualizado
  • 09/01/2020 00:00
Creado
  • 09/01/2020 00:00
Eduardo Tejada Olarte, administrador de empresa, reconstruye los sucesos del 9 de enero de 1964, cuando recibió tres impactos de bala

Eduardo Tejada Olarte es descendiente de héroes de la nación panameña. Sus abuelos —Tejada y Olarte— eran miembros del Batallón de Infantería Colombia, que respaldó la separación de Panamá en 1903. Ambos fueron condecorados en el cincuentenario de la República, recuerda orgulloso.

'Los hechos del 9 de enero motivaron a los panameños a retomar la lucha por la soberanía y la recuperación del Canal'

Pero Tejada Olarte tiene una historia propia que contar como sobreviviente de la gesta histórica que marcó el inicio de la lucha por la soberanía del país y la recuperación de la Zona del Canal.

Han pasado 56 años desde aquel 9 de enero de 1964, cuando un grupo de estudiantes del Instituto Nacional de Panamá se propuso izar el pabellón patrio en la Escuela Superior de Balboa (Balboa High School), en la entonces Zona del Canal. Pero en medio de un confuso incidente entre estudiantes zoneítas e institutores, la bandera panameña quedó desgarrada. El pueblo panameño, henchido de patriotismo, se volcó a las calles para reclamar su soberanía y respeto a la tricolor. En varias oportunidades, los manifestantes rompieron la cerca que limitaba la Zona del Canal e incendiaron autos gringos . En aquel incidente, 21 panameños perdieron la vida.

A sus 73 años, Tejada Olarte recuerda “perfectamente” ese día. Él era entonces un muchacho de 21 años, curioso, inquieto, que había realizado sus estudios en la Escuela Normal de Santiago. Acostumbrado a los movimientos estudiantiles y como descendiente de guerreros, quiso estar en primera fila para que nadie le contara lo que estaba pasando. Se acercó a los predios del Instituto Nacional, donde medio país estaba concentrado. Posteriormente se trasladó al edificio de la Asamblea Nacional, donde recibió tres impactos de bala.

Tejada Olarte cuenta una y otra vez la historia a sus nietos, a sus hijos, para que la repitan de generación en generación. Hoy, 9 de enero de 2020, quiso compartir sus recuerdos con los lectores de La Estrella de Panamá.

¿Dónde estaba el 9 de enero de 1964?

Estaba trabajando como almacenista en una empresa metalúrgica en la vía Tocumen.

¿Cómo se enteró de lo que estaba pasando en el país?

En horas de la tarde, las emisoras anunciaban un violento choque entre institutores y estudiantes “zoneítas”, quienes apoyados por sus padres se habían opuesto, desafiantes, a que los institutores izaran la bandera panameña.

Si estaba trabajando, ¿cómo fue que quedó en medio de las manifestaciones?

Cuando salí del trabajo, a las cinco de la tarde, abordé apresuradamente un bus de Juan Díaz-Pedregal, que entonces costaba 5 centavos. Y venía escuchando la radio: el locutor repetía que habían herido a Ñato González, un personaje conocido en ese entonces que, si mal no recuerdo, era corregidor del barrio de Calidonia. Decidí bajarme en La Cuchilla de Calidonia, frente a la Casa Miller. Entonces, corrí y corrí, con la lonchera, hasta el lugar de los enfrentamientos. Me uní a la muchedumbre que se encontraba cerca del Instituto Nacional.

Desde ese escenario, ¿qué observó?

A medida que caía la noche, la situación se tornaba cada vez más violenta y peligrosa. La juventud enardecida quemaba vehículos con placa “Canal Zone”. De pronto aparecieron las tropas gringas con fuertes arreos de combates. La gente decía: “¡La cosa se va poner fea!”. Los 'gringos' llegaron por el Hotel Tívoli y el Hospital Gorgas para enfrentar a los panameños, cuyas únicas armas eran piedras y rudimentarias 'molotov' que aventaban a los autos con placas zoneítas, estacionados en esa avenida.

¿Cuánto tiempo permaneció en ese sitio?

Fui avanzando hacia el Palacio Legislativo, donde se reunirían los legisladores. Pero ellos tuvieron que retirarse de la Asamblea. Salieron corriendo para tomar sus vehículos. La situación era lo más parecido a una guerra, muy desigual, por supuesto. A las once de la noche intenté salir del edificio de la Asamblea, pero era imposible. Los continuos disparos con artillería de grueso calibre que procedían de la zona de Ancón y el Hotel Tívoli me impedían hacerlo. La situación empeoró a medida que avanzaba la madrugada y comenzaron a caer los heridos. Permanecí en la Asamblea junto a un grupo de 30 personas.

Entre las 9 y 10 de la mañana del 10 de enero corrí con la intención de refugiarme en un reservorio de agua que rodeaba el edificio de la Asamblea.

¿Aún no habían cesado los disparos?

No. Mientras corría desesperadamente, escuchaba las balas chocar contra el piso de concreto. De pronto, caí al suelo. La gente me gritaba “¡No levantes la cabeza, pelao, quédate acostado en el piso, que nosotros te avisamos cuando puedes salir del hueco!”. Permanecí inmóvil quince minutos y, entonces escuché: “¡Ahora corre, pelao!”.

¿En ese momento recibió los impactos de bala?

Pude llegar a la parte de atrás del edificio donde me esperaban gran cantidad de personas. “¿Estás herido, muchacho?”, me preguntaban. Estaba muy nervioso. Pero sentí algo caliente que me corría en el costado izquierdo: me palpé con la mano derecha. Y cuando saqué la mano, los cinco dedos estaban ensangrentados. Me aterroricé. Era muy joven, nunca había visto una balacera tan peligrosa. Lo extraño era que no sentía dolor alguno, quizás por el susto o el nerviosismo. Un paramédico se me acercó, me revisó el costado y me dijo: “¡Muchacho, naciste otra vez!”. La bala solo me había rozado.

¿Y cuándo se dio cuenta de que tenía dos heridas más?

Las emisoras de radio se pasaban anunciando los nombres de los muertos y heridos. Entonces, temí que mi nombre saliera en alguna emisora y mi familia en Santiago quedara preocupada. Caminé entre la multitud, camino a casa en calle Primera, Avenida A. De repente sentí una molestia en la pierna derecha. Me detuve en una banca en Santa Ana. Me subí el pantalón y noté que la media blanca del pie derecho estaba roja. Tenía algo que brillaba incrustado del tobillo: una esquirla de plomo. En la misma pierna sentía correr sangre de la rodilla, Pero, como no podía subirme el pantalón hasta la rodilla, en medio del parque, continúe caminando hasta llegar a casa.

¿ Y las heridas?

La dueña de la casa donde me hospedaba me ayudó bondadosamente a curarme las heridas, hasta que regresé al trabajo.

Cuando se acerca el 9 de enero, ¿qué siente?

Me siento emocionado, es un tema sentimental. Yo participo de todos los actos del 9 de enero. Y me encuentro con personas con las que compartimos experiencias.

¿Le ha contado esta historia a sus hijos y nietos?

Varias veces. Y aunque no hablan mucho español porque son suizos, la repito cada vez que puedo.

¿Cree que los panameños le damos la relevancia que merece el 9 de enero?

No es suficiente. Lo que pasa es que la cultura del panameño es que cuando te dan un día libre es para irse a la playa. Actualmente, son los mismos grupos los que se reúnen año tras año para conmemorar la fecha. El año pasado yo estaba donde está el monumento a los estudiantes, donde se reunieron los sobrevivientes. Yo pienso que se debe dar más relevancia a la fecha. Esa acción motivó a los panameños a retomar la lucha por la soberanía y la recuperación del Canal.

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