Estados Unidos a Panamá: olvidemos la diplomacia, hablemos de negocios
Diez de los últimos 17 embajadores que ha tenido Estados Unidos en Panamá han salido de las filas de la carrera diplomática. Bethel, en contraste, se sumaría a la minoría apuntada como nombramiento político y con casi nula trayectoria en el servicio público
La Casa Blanca anunció esta semana la nominación de Erik Bethel –un banquero de inversiones de Florida– para el cargo de embajador plenipotenciario de ese país en Panamá. Es la apuesta del presidente estadounidense Donald Trump para cubrir un puesto diplomático que está vacante desde hace dos años, tras la polémica renuncia a inicios de 2018 del último embajador estadounidense en funciones, John D. Feeley. La nominación tiene que pasar por la lupa del Senado estadounidense antes de materializarse.

El perfil de Bethel se traduce en un mensaje claro. Estados Unidos –o por lo menos Trump– quiere hacer más negocios con Panamá. Toda la trayectoria de Bethel se condensa en ámbitos privados de inversiones internacionales. Sin duda una hoja de vida envidiable para cualquier banquero: 25 años de experiencia en el mercado de capitales y banca de inversión; ha estado en firmas como J.P. Morgan, Franklin Templeton Investments, Sinolatin Capital y ChinaVest, trabajando en Nueva York, México, Colombia Brasil y China. Lo más reciente y más cercano al servicio público en su haber es la representación de Estados Unidos en la junta directiva del Banco Mundial, cargo para el que Trump lo designó y el Senado lo ratificó en 2018.
Si bien la prerrogativa de nombrar el embajador es enteramente del presidente de ese país y el cargo no tiene como requisito ser de carrera diplomática, la nominación de un banquero como embajador de EEUU en Panamá se aleja de la tendencia histórica en la que 10 de los 17 –o el 58.8%– de los embajadores que ha tenido ese país desde 1960 tenían pasado diplomático, según datos del servicio exterior de ese país.
Incluso las agendas más intensas a nivel diplomático entre ambos países, han sido las de seguridad, migración y cooperación regional. En ese contexto, por la antigua sede de la avenida Balboa y ahora en la de Clayton han desfilado desde estrategas militares hasta internacionalistas.
Pero con la llegada de Trump a la presidencia en 2017, la diplomacia de ese país tiene una mirada más centrada en los negocios. Prueba de ello es el discurso de Trump en el Foro Económico de Davos, en 2018. “América está abierto a los negocios”, refiriéndose a Estados Unidos. Esa posición aún es criticada por algunos medios estadounidenses, que cuestionan el supuesto provecho empresarial personal de la familia Trump como producto de sus acercamientos políticos.
Influencia regional
Panamá es un punto estratégico en la región. Lo reconocen y lo han sabido aprovechar –quizá mejor que nosotros– todas las potencias por muchos años.
Pero más allá de las inversiones que quiera hacer Estados Unidos en Panamá, para las cuales ya tiene una hoja de ruta con acuerdos de energía y seguridad firmados en los albores de la actual administración, el foco de Estados Unidos está puesto en el potencial de toda la región.
GILMA CAMARGO
ABOGADA INTERNACIONALISTA
Como lo planteó el mismo Bethel en una serie de artículos de su autoría publicados en el sitio Seekingalpha en 2010, el litio –un mineral que se usa para hacer las baterías de computadoras personales, teléfonos inteligentes y autos eléctricos– es crucial en estos tiempos en que el petróleo se desploma y crece la conciencia por el daño ambiental. El litio tiene una mayor capacidad de carga y menor peso en comparación con las baterías de níquel.
En su escrito, Bethel proyectaba un crecimiento de la demanda de litio en 100%, y subrayando que las mayores reservas de litio del mundo están en Bolivia, junto con Argentina y Chile. “Países con importantes reservas de litio serán muy importantes desde una perspectiva geo-económica”, planteaba el banquero hace 10 años.
Pero hasta el expresidente boliviano Evo Morales estaba consciente del apetito internacional por el mineral, cuando en una entrevista posterior a su renuncia confesó que “el litio tuvo mucho que ver en lo que pasó”, refiriéndose a su salida del poder en noviembre de 2019.
Para la abogada internacionalista Gilma Camargo, Trump quiere usar a Panamá como sede para controlar la región. Designando a una persona que no es política de carrera, demuestra que viene con planes específicos tanto económicos como de política regional, explica la jurista al tiempo que espera cuestionamientos a su perfil antes de su ratificación.
La experiencia en finanzas del designado pretende hacer a la región más dependiente económicamente de capitales estadounidenses, para espantar a China y otros países que quieren invertir en la región, sostiene la jurista. Aun así, considera que lo más importante no es a quién designen como embajador, sino la política que adopte Panamá, que no sea “reaccionaria” ni “elitista”.
La polémica renuncia de John D. Feeley

Contexto
Los últimos cuatro embajadores de Estados Unidos en Panamá fueron de carrera diplomática. Barbara Stephenson, Phylis Powers, Jonathan Farrar y John Feeley. Este último renunció a finales de 2017, apenas en su segundo año de haber sido nombrado como embajador tras una larga carrera diplomática. La carta de renuncia, según el mismo Feeley, fue filtrada por Washington, obligándolo a hablar públicamente sobre los motivos de su partida.
En una columna que publicó en el Washington Post, Feeley criticó abiertamente la administración de Trump diciendo que los principios de la política exterior habían sido traicionados, su negativa de condenar un ataque de grupos supremacistas blancos, su actitud acosadora y su retórica antimigratoria. “Por eso no puedo seguir sirviendo al presidente”, tituló Feeley en su reveladora columna de opinión del 9 de marzo de 2018.
Tras ese episodio y con la sede siendo manejada por jefes de misión diplomática, Trump nomina –a meses de las elecciones y en plena pandemia– a Bethel para el puesto.
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