El encuentro con los gunas, una cultura en peligro

Actualizado
  • 29/05/2020 00:00
Creado
  • 29/05/2020 00:00
Segunda parte de la reseña del libro 'White Indians of Darien', escrito por el estadounidense Richard O. Marsh

Después de varios meses abriéndose paso a través de las selvas darienitas, la expedición del estadounidense Richard Marsh (1924) había alcanzado importantes logros (ver entrega anterior “La leyenda de los indios blancos de Darién”, 22 de mayo de 2020).

El encuentro con los gunas, una cultura en peligro

En el testimonio proporcionado en el libro White Indians of Darien, March enumera los éxitos alcanzados: “habían penetrado territorio inexplorado y establecido contacto con grupos indígenas desconocidos”; “habían elaborado el primer mapa del Chucunaque al norte de Yavisa”... “recolectado gran cantidad de material antropológico” y especímenes, incluso habían descubierto una nueva especie de rana blanca, un hallazgo científico “de primera importancia”.

Lo que no habían logrado Marsh y su grupo de exploradores y científicos era concretar el principal objetivo del viaje: encontrar y documentar la existencia de la mítica raza de “indios blancos”.

La historia de las aventuras de R.O. Marsh en las selvas panameñas está recogida en el mencionado libro (publicado por GP Putnam Brothers en 1934 y cuya versión en formato pdf se puede descargar gratuitamente en www.archive.org).

A pesar de los intentos de Marsh por ofrecer en esta obra su “mejor cara”, quedan de manifiesto en ella sus prejuicios eurocéntricos sobre la pureza racial, su mentalidad imperialista, desprecio por los latinos, negros y mestizos, y sus propios delirios de grandeza (“narcisismo maligno”, opina un lector que nos escribió tras la publicación de la entrega anterior). Aunque presenta una visión subjetiva, la lectura del libro resulta un fascinante relato de aventuras sobre un encuentro de culturas y una visión sobre los dilemas que experimentaban los grupos aborígenes en el interior de Darién, los mismos que se pondrían en evidencia en el mundo exterior con la llamada Revolución Tule de 1925.

La leyenda de los indios blancos de Darién

A principios del siglo XX era común escuchar en toda América Latina relatos sobre los “indios blancos”. El mismo Marsh la había escuchado varias veces en sus viajes por el continente, considerándolos solo leyendas. Cambió de opinión tras un encuentro fortuito con dos muchachas indias de cabellos dorados y piel blanca en las cercanías de Yavisa, y desde ese momento se obsesionó con probar su existencia al mundo.

Un año después de aquel encuentro, y tras seis meses del inicio de su segunda expedición, no había podido reunir las pruebas.

Vez tras vez, al preguntar a sus nuevos amigos indígenas, estos se mostraban esquivos. Los supuestos “indios blancos”, le decían, eran los “Magic Wallas, una raza de hombres fuertes de cabello amarillo y poderes mágicos”, que vivían en un lugar recóndito del valle del Chucunaque, en un territorio prohibido para quienes no fueran “wallas”.

Los gunas, una cultura en peligro

Sin saberlo, Marsh se encontró más cerca de sus indios blancos al convivir, en las costas de San Blas, con los gunas, una nación que llegó a admirar profundamente.

“Me había sentido encantado desde el inicio con los chocós, a quienes veía como a niños simpáticos. No fue sino hasta que pasé algún tiempo en las costas de San Blas que me di cuenta de cuán infinitamente superiores eran los gunas... Dignos, amistosos, hospitalarios, alegres... Su organización social era estable y altamente desarrollada... Su cultura, preservada desde tiempos inmemoriales, era algo demasiado precioso para abandonarla a los intereses comerciales estadounidenses o a los negros de Panamá”, sostenía el explorador.

Como rápidamente observó Marsh, los gunas enfrentaban un eminente peligro. El lo había visto en sus viajes en muchas partes del mundo: la civilización penetraba las selvas y arrinconaba a las gentes autóctonas, privándolas de su libertad y de su cultura.

En Panamá, el gobierno del presidente Porras había intentado “civilizar a los salvajes” darienitas y sanblasinos, llevándoles escuelas, catecismo, medicinas; aprobando concesiones para la exploración minera; la creación de plantaciones; instalando en el corazón de su territorio cuerpos policiales cuyos oficiales los maltrataban y se divertían con las mujeres.

Marsh dudaba de las buenas intenciones del Gobierno panameño, en especial de Rodolfo Chiari, cuya “Campaña de cristianización y civilización de Darién” suponía “un intento por tomar control de las tierras indígenas, donde había más riquezas para saquear que en ninguna otra porción de la república de Panamá”.

El primer hombre blanco en el Congreso Tule

Con su carisma y la fama cultivada entre los chocós y los gunas de la montaña, Marsh ganó la amistad de los jefes gunas de San Blas (Ina Pagina, Nele Kantule y Simral Colman), logrando ingresar a un recinto que ningún hombre blanco había penetrado antes: el Congreso guna, reunión de los jefes comunitarios para discutir problemas y tomar decisiones.

“Fue una reunión impresionante. La solemnidad, tragedia y dignidad de los viejos jefes era fascinante. Ellos sabían que su nación estaba en crisis y escucharon atentamente mi visión de la realidad a través de un intérprete”.

En su intervención ante los jefes, Marsh les explicaría que tras la construcción del Canal, el mundo se había acercado demasiado, y el aislamiento que habían elegido vivir no era sostenible. Su hogar estaba ahora a pocas millas de distancia de una de las más importantes rutas de comercio del mundo. Sus tierras eran buenas y gran parte de ellas no estaban siendo utilizadas. No tenían derechos legales sobre ellas.

La única manera como podían evitar ser aplastados por la civilización blanca y sus aliados negros era aprender por ellos mismos los secretos de esa civilización, les advirtió.

Los gunas debían adoptar sus métodos sanitarios y médicos para evitar enfermedades como la viruela y la tuberculosis. Tendrían que enviar a sus hijos a la escuela. “Tendrían que aprender los trucos del hombre blanco o ellos terminarían por acabarlos”.

Para Marsh, lo que los gunas necesitaban era un vocero que presentara sus intereses ante el Gobierno estadounidense. Y para eso estaba él allí: “Les expliqué lo que me había llevado a Darién, el primer encuentro con las indias blancas de Yavisa y el ferviente deseo de los científicos de Estados Unidos por saber más acerca de ellos. Todavía esperaba encontrarlos, a pesar de que los hombres que me acompañaban estaban demasiado enfermos para penetrar las selvas donde supuestamente vivían”.

“Les expliqué que nada levantaría más la simpatía de los poderosos americanos que el saber que algunos de los darienitas tenían la piel blanca como ellos”.

“Finalmente les expliqué cuánto deseaba llevar algunos de los indios blancos conmigo a Estados Unidos. Ellos ayudarían a establecer mejores relaciones entre los indios y el hombre blanco”.

“Yo pediría que su territorio fuera separado como una reserva inviolable donde ningún panameño o corporación estadounidense pudiera explotarlo”.

“Había sido un gran discurso y tomó tiempo traducirlo al lenguaje indígena. Los jefes asentían gravemente y se reservaron su opinión. Finalmente, Ina Pagina me agradeció y me dijo que hablarían de mi propuesta entre ellos y me darían su respuesta pronto”.

'El encuentro'

“Y ahora tan pronto me gané la confianza de los indios y les convencí de que les conseguiría un trato justo en Panamá y Washington, los tules me ofrecieron lo que yo buscaba como si fuera lo más ordinario del mundo”.

“Llegué a Portogandí a las 2:00 de la tarde. De inmediato me di cuenta de que era el más interesante poblado indígena que había visto. Tenía tal vez unos 650 habitantes y al menos 300 casas levantadas en una isla a media milla de tierra firme. La apariencia era pintoresca. Mientras nos acercábamos, un gran número de canoas con hombres y mujeres nos salieron al paso y nos rodearon”.

“Un muchacho de 14 años fue llevado a nuestro bote. Su presencia era extraña entre la de sus compatriotas de piel oscura. Su cabello era dorado. Su piel era tan blanca como la de un sueco. Sus ojos eran marrones, no azules o grises. Sus facciones eran decididamente diferentes a la del resto de los indios, más parecidas a los hombres nórdicos”.

Una explicación

“En los días siguientes, decenas de indios blancos bajaron de las montañas, navegaron los ríos y salieron de las islas más pequeñas de la costa para acudir al llamado del Nele”.

Había muchos interrogantes, sostiene Marsh. ¿Por qué se habían mantenido ocultos? ¿Cuál era su origen?.

“En Alligandí conocí una extraordinaria historia y explicación que una parte del mundo científico ha dudado, pero que yo en lo personal tengo razones para creer verdadera. La escuché de los labios de los mismos indios”.

“Antes de la llegada de los españoles había muchos indios blancos en la región (como anotaron los españoles en sus reportes). Pero después de que los españoles trataran tan mal a los indígenas y de que estos lograran sacarlos de tu territorio, los indígenas se volcaron contra la gente de su propio pueblo que tenía la piel blanca. Mataron a muchos de ellos y obligaron al resto a refugiarse en las montañas y las selvas. Estaban determinados a erradicar las caras blancas de su territorio”.

“Pero los niños blancos continuaron naciendo entre los indios de piel más oscura. La fuerza blanca estaba profundamente incrustada en la sangre india. Los padres amorosos escondieron a sus hijos en las montañas y selvas para protegerlos. Se pasaron leyes que les prohibían casarse, pero con matrimonio o sin matrimonio, los bebés blancos continuaron naciendo de madres de piel marrón. Las leyes de la naturaleza eran más fuertes que las leyes del hombre”.

“Esta era la situación cuando yo llegué a la costa de San Blas. Los indios de piel blanca eran despreciados y aislados. Eran forzados a vivir en lugares apartados donde ningún comerciante del mundo exterior pudiera verlos. Pero mi llegada y mi convicción de que al llevarlos a Washington se levantarían simpatías por la gente de San Blas, lo había cambiado todo”.

“Con alegría, supe que el jefe Nele, el poder supremo de su grupo, había anunciado que la segregación de los indios blancos había terminado. Ya no se les prohibiría casarse. Se les restaurarían todos los privilegios de la ciudadanía”.

“Y esta era la razón por la que habían llegado por montones a verme. Habían pasado de ser objetos de lástima y desgracia a ser vindicados y exaltados. Ellos eran el medio de interesar a la gran nación del norte en sus problemas y en su gente”.

“Gradualmente, empecé a darme cuenta de que había dado con uno de los descubrimientos etnológicos más extraordinarios de todos los tiempos. La magnitud de mi descubrimiento me hizo sentir abrumado. Pero no había otra realidad: aquí, en un lugar oscuro del mundo había encontrado una raza en proceso de mutación, un fenómeno nunca antes observado”, señalaba Marsh, esbozando la teoría que presentaría posteriormente en Washington y que los científicos demostrarían completamente falsa.

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