El diálogo como triunfo de la democracia

Actualizado
  • 06/06/2020 00:00
Creado
  • 06/06/2020 00:00
La experiencia provechosa del diálogo nacional ha tenido muchos antecedentes. Podría matizar el vocablo diálogo y diría que equivale a la idea de unidad nacional ante la adversidad colectiva. En el pasado, en cada ocasión en que existió la desunión entre los panameños, el país recibió zarpazos que lo humillaron. Si se examina la historia de casi todas las leyes totalitarias o tratados leoninos impuestos, tal imposición ocurrió en momentos de controversia o de división nacional.

El diálogo nacional tan reiteradamente sugerido por numerosos compatriotas ha rendido sus primeros frutos. Ha sido un triunfo de la sociedad civil en su conjunto, del Gobierno nacional y de las fuerzas políticas. El Fondo Fiduciario, alimento apetecido por algunos bancos extranjeros, ahora será usado para impulsar el desarrollo de la Nación. Es obvio que técnicamente era positivo usar parte de esos fondos en el pago de la deuda externa. Pero la crisis económica y de impaciencia que padece el pueblo panameño exigía la solución acordada en el diálogo. El acuerdo ha sido inteligente, sensato y patriótico.

Un Gobierno sin mayoría parlamentaria no podía recurrir al liderazgo impositivo, como ocurría constantemente durante la dictadura militar. Es bueno recordarlo o precisarlo, porque algunos nostálgicos o fanáticos del militarismo acusan a la presidenta Moscoso de carecer de liderazgo del látigo. Luego de la experiencia de diciembre de 2001, al cerrarse el año fiscal sin nuevo presupuesto por decisión política del pacto META, lo inteligente y sensato fue retomar y profundizar el diálogo sugerido en la convención arnulfista por el legislador Héctor Alemán. La proyección patriótica del diálogo se garantizó al integrar al debate a la sociedad civil. Esa presencia conjuró toda posibilidad de convertir el Fondo Fiduciario en una piñata de los partidos.

Generalmente, las buenas soluciones políticas responden a un consenso previo, sazonado en la conciencia social. Nuestro pueblo no podía aceptar como alternativa ideal mantener un Fondo Fiduciario para provecho de bancos extranjeros en mengua de su vida llena de privaciones. Si se obtiene la garantía del buen manejo y de la buena distribución de ese capital cautivo, como en efecto se obtuvo, la sociedad no ocultaría su respaldo y satisfacción.

Existe un pasaje semejante en la vida nacional que se refiere a la fundación de la Universidad de Panamá. Lo contó el Dr. Harmodio Arias al celebrar la Universidad su vigésimo aniversario. Al hacer referencia a los impulsadores de la idea –Octavio Méndez Pereira, José Dolores Moscote, Catalino Arrocha Grael, José Pezet y el propio Harmodio Arias–, el presidente fundador dijo que la idea de la Universidad nació con nuestra independencia. Agregó: “Debo explicar de una vez que ninguno de nosotros fue autor de esa idea salvadora. Lo único que hicimos fue recoger del ambiente, por así decirlo, una aspiración noble y generosa, larga e intensamente sentida por el pueblo panameño, que siempre, en momentos de aguda crisis tiene una clara intuición de lo que es imprescindible para su desenvolvimiento integral”. Recuerda Harmodio Arias que la Ley 52 de 1904 y la Ley 22 de 1907 ordenaron la construcción de edificios para la Universidad.

Esa clara intuición del pueblo en los momentos de crisis fue el aval del diálogo nacional que acaba de terminar exitosamente. Era del todo insensato tener más de mil millones de dólares generando exclusivamente intereses, si los mismos podían servir de modo más efectivo para remediar los males de nuestro pueblo. Aquella figura de Humboldt que traza un mendigo sentado en un sillón de oro, es hoy la estampa nacional.

La experiencia provechosa del diálogo nacional ha tenido muchos antecedentes. Podría matizar el vocablo diálogo y diría que equivale a la idea de unidad nacional ante la adversidad colectiva. En el pasado, en cada ocasión en que existió la desunión entre los panameños, el país recibió zarpazos que lo humillaron. Si se examina la historia de casi todas las leyes totalitarias o tratados leoninos impuestos, tal imposición ocurrió en momentos de controversia o de división nacional. Es la lección de la historia, reciente o remota, de todas las latitudes. La conquista del Perú se logra gracias a la disputa suicida de los emperadores del incario.

En el gobierno de Endara se dieron los primeros ensayos del diálogo constructivo. La Universidad de Panamá, la Católica y las Naciones Unidas convocaron en Bambito al Gobierno, a todos los partidos y a la sociedad civil a un gran debate sobre los problemas de Estado que interesaban a los panameños por igual, como panameños. Era la primera vez que se reunían viejos y nuevos adversarios, llenos de cicatrices después de mil batallas verbales y de otros tantos garrotes. Los dirigentes cuando se encontraban no ocultaban sus fieras miradas. Algún día contaré la larga y agria disputa que en mi presencia –y prácticamente como árbitro–, mantuvieron en Bambito, Ricardo Arias Calderón y Ernesto Pérez Balladares.

Nunca antes, al menos durante la dictadura, se habían visto ni habían hablado entre ellos sobre los episodios dolorosos del régimen militar. A lo mejor en aquel intercambio de reproches se dieron las primeras puntadas de sus futuras relaciones políticas. Pero el diálogo de Bambito fue trascendente por lo que hubo en él de fecundo y positivo.

La carencia de diálogos fue en el pasado una actitud política. Pocos años antes de su fallecimiento, David Samudio y Arnulfo Arias mantuvieron una larga conversación. Estos dos protagonistas tan importantes de la política nacional llevaban 30 o 40 años sin cruzar palabra.

Aquella iniciativa de Bambito se repitió dos o más veces y ahora acaba de terminar otro diálogo que constituye una inequívoca prueba de madurez y de renunciación de la pequeñez humana.

Intuyo la necesidad de dos nuevos diálogos. Uno, relativo a la Constituyente, idea salvadora que no tiene autoría. Subyace, como la vieja idea de la Universidad, en el hondón de la conciencia colectiva. La Constituyente puede ser el producto de un acuerdo nacional en paz o el efecto de un desgarramiento interior. ¿Se espera el desgarramiento? El otro diálogo debe estar dirigido a la búsqueda de fórmulas que mitiguen los efectos devastadores de la globalización en la economía de los productores y en la economía de los consumidores.

Durante la dictadura, el liderazgo respondía a la dura pedagogía del látigo, la que como decía en sus mocedades el recordado poeta Eduardo Ritter Aislán, es la “pegajodía” del mal. En la democracia, el liderazgo emerge del diálogo, la sociedad civil se encuentra presente, como los otros interlocutores, en defensa de los intereses colectivos. En este caso, el sistema democrático se refuerza porque lo representativo le abre paso a lo participativo. Por lo expuesto, sostengo que el diálogo y el acuerdo nacional constituyen un triunfo de la democracia.

Artículo publicado originalmente el 6 abril de 2002.

El diálogo como triunfo de la democracia
FICHA
Un vencedor en el campo de los ideales de libertad:
Nombre completo: Carlos Iván Zúñiga Guardia
Nacimiento: 1 de enero de 1926 Penonomé, Coclé
Fallecimiento: 14 de noviembre de 2008, ciudad de Panamá
Ocupación: Abogado, periodista, docente y político
Creencias religiosas: Católico
Viuda: Sydia Candanedo de Zúñiga
Resumen de su carrera: En 1947 inició su vida política como un líder estudiantil que rechazó el acuerdo de bases Filós-Hines. Ocupó los cargos de ministro, diputado, presidente del Partido Acción Popular en 1981 y dirigente de la Cruzada Civilista Nacional. Fue reconocido por sus múltiples defensas penales y por su excelente oratoria. De 1991 a 1994 fue rector de la Universidad de Panamá. Ha recibido la Orden Manuel Amador Guerrero, la Justo Arosemena y la Orden del Sol de Perú.
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