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Médicos extranjeros: entre las necesidades de los pacientes y el debate político
- 21/08/2020 00:00
- 21/08/2020 00:00
No puede haber ningún impedimento normativo, institucional, político o social, si lo que tenemos en el país es un problema de inopia, escasez o déficit de personal sanitario. Está de más agregar que se deben agotar los procedimientos o protocolos exigidos por las normativas imperantes y darle prioridad al personal sanitario local o residente en el país. La crisis sanitaria por la que atraviesa el país debe estar preparada para recurrir a contingencias extremas, que en períodos de normalidad obviamente no serían consideradas.
Es el aspecto totalizante o sistémico de la pandemia lo que hace confuso y difícil discernir las verdaderas razones de una decisión, que es local e institucional, pero está incidida también por temas de geopolítica o ideología. Con todo, no parece fácil dejar de lado las declaraciones de un alto representante de la comitiva estadounidense que nos visitó en la semana, sobre la inconveniencia de traer médicos cubanos al país. Declaraciones que enturbiaron el aspecto técnico, administrativo y estratégico de la medida. Declaraciones que desconocen, no solo nuestra condición de Estado nacional; también, la experiencia internacional en el tratamiento de contagiados. En el caso particular de los médicos cubanos, estamos frente a un reconocimiento internacional por el aporte de médicos, enfermeros y enfermeras en el norte de Italia (Turín), en un momento donde el nivel de contagios y defunciones era realmente de proporciones alarmantes. Bueno, esta “brigada” de médicos, enfermeros y enfermeras cubanos fueron despedidos en medio de una celebración ciudadana, por implementar “un modelo nuevo, multidisciplinar e internacional”.
El ámbito cotidiano está lleno de estereotipos. Ideas absolutamente inútiles, que solo funcionan para legitimar concepciones o comportamientos de naturaleza irracional. Con los cubanos sucede algo de esto. Se reiteran tanto los valores negativos, que llegan a ocupar un lugar en la subjetividad de ciertos individuos, actuando de forma consciente o inconsciente. Por supuesto que hay estrategias mediáticas que se aprovechan de estos estereotipos para afirmar valores de naturaleza político-ideológica. Sin embargo, el debate es siempre entre lo racional y lo irracional. La sensatez frente al prejuicio.
En sociología se definen acciones como funcionales, porque satisfacen una necesidad. La política de llenar plazas locales de naturaleza institucional para la contención de la pandemia entra en esta categoría. Sin embargo, estas pueden tener consecuencias no deseadas o no esperadas. Es muy complicado entrar a valorar el contenido ético o moral de una decisión individual o colectiva en tiempos de crisis, donde los referentes culturales o normativos están desdibujados. Claro que esto puede producir decepción y molestia. Pero cuando un colectivo se comporta con cierta homogeneidad, el problema escapa a la consideración individual y nos remite a un nivel institucional o estructural. En un contexto como el que tenemos, es siempre el conflicto o la contraposición entre lo sustantivo (los valores), y lo instrumental (lo utilitario). Pareciera que la entrega, el compromiso, el juramento poco tienen que ver en esta decisión colectiva. Operar en términos del riesgo mínimo pareciera la lógica del comportamiento. Sin duda, es un comportamiento que puede ser cuestionado desde ciertos parámetros, pero válido frente a otros. Los riesgos del desempeño médico son innumerables, y se han puesto en evidencia. Los déficits en el soporte institucional, infraestructura o instalaciones, equipo sanitario, insumos médicos y un largo etcétera; pareciera que han sido considerados como factores de riesgo por este colectivo de médicos.
Debemos diferenciar entre los procesos propios de una medicina preventiva y una medicina curativa. Esto conlleva respuestas institucionales distintas y procesos de aprendizaje diferentes. En este país se desmanteló la medicina preventiva y se impuso la curativa a través de una política económica que hizo de la salud una mercancía. En este contexto de múltiples crisis, el cambio institucional material ha sido lento. Y lo ha sido, porque uno de los grandes obstáculos es la inercia institucional de seguir haciendo lo mismo, y esto tiene consecuencias en la protección del personal de salud. Un elemento en evidencia es la incapacidad de la cultura organizativa para anticipar y para resolver. Es importante volver sobre nuestros pasos y aprender de nuestros errores. Sin una población saludable no puede haber economía y productividad. Hay que volver a la vigilancia y prevención epidemiológica. Esto va a encontrar resistencia en el empresariado médico que lucra con las enfermedades de una población y de una salud pública disminuida. Hoy estamos pagando las consecuencias de ponerle precio a todo, incluso a la salud.
Debe estar sustentada en que no existan profesionales de la medicina panameños para suplir esa necesidad.
Ante el rechazo de los médicos panameños a la medida de contratar a médicos extranjeros, es mejor posponer cualquier contratación, porque si los traen sin cumplir con los requisitos de los gremios, los médicos de afuera no podrán desempeñar un buen trabajo.
La polémica siempre se da si van a contratar a profesionales de la salud del extranjero, sean del país que sea.
Los pacientes requieren médicos en estado de alerta, pero sabemos que necesitan descansar. Si no hay médicos locales deben contratar de otros países, la vida de los pacientes debe primar.
Estas son medidas que tenían justificación en el pasado, pero a medida que la población crece y las necesidades de salud aumentan, hay que revisar si estamos teniendo la cantidad precisa de profesionales preparados para atender a los pacientes como se merecen.