Saboga, la perla del Pacífico sumergida en el olvido, en medio de la ruta del narco

Actualizado
  • 15/11/2021 00:00
Creado
  • 15/11/2021 00:00
La isla situada en el archipiélago de Las Perlas tiene un gran potencial turístico, pero está hundida en el abandono de los gobernantes. Su posición estratégica en la ruta del narco expone a la población, se sabe que parte de ella vive de la coca. Recientemente apareció una nave con gran capacidad para transportar droga
El LPV apareció sin droga, máquinas o equipo de navegación, se encuentra encallado en la playa El Encanto.

En la isla de Saboga, ubicada entre las aguas cristalinas del paradisíaco archipiélago de Las Perlas, golfo de Panamá, se halla una población prácticamente condenada a la miseria, expuesta al crimen organizado y abandonada por el Estado. Saboga, además de las 200 islas e islotes que componen el conjunto, está situada justo en la franja del Pacífico del corredor marítimo por el que atraviesan los narcotraficantes en lanchas rápidas, o naves de fabricación colombiana cargadas de cocaína, hacia Estados Unidos.

A principios de octubre pasado, en la playa El Encanto, situada en la cara posterior de la isla, apareció una de estas naves. Siendo Colombia el principal exportador de cocaína en el mundo, el 90% de la carga se lanza vía marítima. Suelen emerger de la selva del Chocó. La hallada en Saboga por un turista que caminaba por la playa, es muy similar a otras naves decomisadas por la Armada de ese país en los años recientes.

Enseguida se alertó a los agentes del Servicio Nacional Aeronaval (Senan) -que mantienen una base permanente en la isla- y a los moradores del pueblo que, algunos curiosos se acercaron para conocer el hallazgo. Era un cascarón vacío, sin droga, timón o motores. No obstante, en la punta, la nave guardaba aproximadamente 200 galones de combustible que extrajeron los lugareños. No es un secreto que parte de la población de esta isla ha visto en la coca un medio de autosuficiencia, de oportunidad de ingreso.

Como resultado de la ausencia del Estado que prima en el sitio, sin importar el gobierno de turno, los lugareños han impuesto sus propias normas que con frecuencia superan las órdenes de los agentes del Senan comandados por un teniente a cargo de siete integrantes.

Saboga, la perla del Pacífico sumergida en el olvido, en medio de la ruta del narco

Los agentes permanecieron unos días al acecho de la nave por si alguien la reclamaba. Pero no fue así. El aparato continúa encallado en la arena, donde fue arrastrado por los saboganos, aunque ahora está mucho más deteriorado por el constante azote con las rocas al subir la marea.

Las labores cotidianas del Senan se centran básicamente en patrullar el pueblo e inspeccionar los bolsos o maletas de los visitantes que arriban en el ferri, la única vía para llegar a la isla. Para ello caminan aproximadamente 20 minutos desde la base hasta el muelle, no cuentan con un auto para moverse dentro de la isla.

Algunos moradores contaron a La Estrella de Panamá que cada cierto tiempo –tres o cuatro meses– observan la presencia de foráneos (que tampoco lucen como turistas) entremezclados con los lugareños. Generalmente ocurre en las noches, cuando se escucha la música a todo volumen en el pueblo, como si se tratara de aquellas fiestas con fuegos artificiales en las que se celebra “la entrega de la carga, de la blanca”, describió un vecino consultado por este diario.

“Ellos mismos los traen, los protegen”, alegó un miembro del Senan apostado en la isla con el que conversó este diario. “Cuando uno hace la verificación, ellos ya no están ahí”. Es en ese momento cuando instalar el orden oficial es un verdadero desafío, se ve rebasado por la complicidad, ya sea forzada por quienes temen hablar, o voluntaria de quienes apadrinan este tipo de actos.

Escotilla delantera, supuestamente para la carga.

La situación genera preocupación entre los habitantes que desconocen a qué vienen o quiénes son estas personas supuestamente protegidas por un cabecilla que “maneja a otros adolescentes”, denunció un vecino.

El personal de Senan reconoció a este medio que hay una “cantidad considerable” de jóvenes que cooperan o trabajan con el narco, sin precisar un número por considerarlo un tema “sensitivo”.

El contexto en el que ocurre lo anterior se enmarca en una Saboga que se siente aislada del mundo y doblemente golpeada por la pandemia de la covid-19, que paralizó el turismo en el archipiélago. Se siente apartada de la isla más cercana, a solo minutos en lancha, Contadora, donde el desarrollo turístico ha florecido. Es la fuente de trabajo temporal para muchos saboganos que intentan ganarse la vida: los varones en labores temporales de construcción o transporte marítimo, y las mujeres como mucamas en hoteles o como domésticas en las casas de lujo que se pueden apreciar desde las costas de Saboga, de donde parten las lanchas artesanales.

Precaria educación

Contar con un ingreso fijo es sumamente raro. Algo que está íntimamente relacionado con la falta de preparación, educación y oportunidades de los isleños.

Cabina de mando, no tenía timón o equipo.

La única escuela que hay en Saboga tiene tres salones multigrado que atienden tres docentes, pero solo llega hasta sexto grado. A Yoguira Argüelles, presidenta de las madres de familia, se le escucha frustrada. Gran parte del día lo dedica a intentar mantener la escuela en condiciones, como un esfuerzo solitario para brindar un futuro para las presentes y próximas generaciones. “La escuela está súper abandonada”, dijo. Describió que en un salón de clases hay un criadero de murciélagos, en otro se cuela la lluvia, las lámparas están descompuestas, la nevera del comedor está dañada. Quejas que este medio transmitió a la ministra de Educación, Maruja Gorday de Villalobos, quien se comprometió a atender las necesidades.

Hace un par de años, Argüelles estudiaba en la escuela nocturna, ahora descontinuada, junto a otros padres de familia y adolescentes que no lograron continuar sus estudios. “Espero que el Meduca vuelva a abrir la nocturna”, expuso esperanzada Argüelles como una oportunidad para salir adelante.

A esto se suma que los dormitorios para los maestros aún no están terminados. Aunque se ha intentado, pedir ayuda al representante de corregimiento Ismael Argüelles (Partido Revolucionario Democrático), es inútil, pues el presupuesto anual que maneja de la Alcaldía no da para eso.

El representante explicó que recibe un total de $110 mil anuales y a la fecha que visitamos la isla, 8 de noviembre, ya había agotado casi todo el dinero. “Con el presupuesto de este año puedo tirar otros 90 metros de camino y me salen por $14,400”, subrayó el funcionario.

Las ventanas del LPV resisten la presión del agua.

Argüelles destina $34 mil para pagar la planilla, con el resto logró pavimentar 200 metros de camino por donde pasan los carritos de golf y algunos autos para llegar al pueblo. No obstante, el resto de los arreglos de infraestructura deben efectuarlos los ministerios correspondientes.

Para los isleños culminar el primer ciclo de secundaria es tarea difícil, casi nadie termina. En el conjunto de islas hay 11 habitadas, y en ninguna se imparte educación media.

Los interesados deben trasladarse en bote a San Miguel, isla del Rey, donde pueden seguir hasta tercer año, o migrar a la capital panameña (generalmente piden cupos en San Miguelito, Panamá centro y norte) y alojarse en casa de algún familiar.

Un bachillerato es mucho pedir. Necesitan becas o un trabajo para sostenerse mientras estudian. La falta de educación los orilla a realizar trabajos de subsistencia, o trabajos con bajos ingresos. Por lo que resistirse a ofertas jugosas del crimen organizado llega a ser una tentación debatible.

Basura sin tratamiento, ubicada en el camino hacia el pueblo.

Los saboganos no solo se sienten defraudados por los candidatos que cada cinco años visitan la isla y prometen un mejor porvenir. Están completamente olvidados, sin importar qué partido o presidente esté al mando. Decir que algún político se ha preocupado por ellos es un chiste de mal gusto. Los gobernantes “no miran más allá de Contadora”, repetían.

El centro de salud está vacío, nadie lo atiende. Los consultados refirieron que antes de la pandemia había dos médicos, pero desde entonces no pueden acudir ni siquiera a un auxiliar de medicina. No hay nadie. Si alguien sufre un accidente, es impactado por una bala o se enferma, tiene que recibir atención médica en Contadora o en San Miguel, y dependiendo de la situación estos últimos los remiten a la capital.

La representación gubernamental más alta que existe en la isla se autodenomina inspector (corregidor) de la Alcaldía, Toribio Olivardía, a quien le cuesta definir su labor. “Yo miro el pueblo, las casas”, expuso. “La autoridad soy yo, porque yo administro las leyes de la Policía”, indicó al preguntarle a quién se dirige la población en caso de conflicto. La sede de la Alcaldía está en San Miguel, isla del Rey, a una o dos horas en lancha, según la potencia del motor.

La constante es el alcohol, la venta de lotería y las apuestas de gallos. En el camino del muelle al pueblo, el carro de golf tuvo que esquivar baches profundos, caballos, y meter doble tracción para vencer pendientes enlodadas. Se observaban montones de latas de cerveza y basura tirada por todas partes, chatarras abandonadas. “Ahora está limpio”, mencionó el guía que nos trasladó.

Vista del pueblo de Saboga, aún falta pavimento en la mayor parte de los caminos.

“Usted hubiera visto en estos días de fiestas patrias cómo estaba esto, lleno de latas”. “No bebieron el 2 de noviembre porque estaba prohibido, pero desde el 3 hasta la mañana de hoy no han parado”, exclamó un agente del Senan.

En Saboga viven 475 votantes, más los niños, contabilizó el representante. La población de jóvenes entre 14 a 17 años es de 25 a 30 personas “que se la pasan rondando toda la isla”, indicó la fuente del Senan. No trabajan ni estudian, pero ven a sus padres con la lata de cerveza en la mano.

No existe un programa de rescate o académico sostenido que les sirva posteriormente como vía de sustento. Esto los hace supremamente vulnerables a caer en actividades ilícitas cuyas ganancias pueden mezclarse con facilidad con el dinero lícito, porque en la isla todo se maneja en efectivo. No conocen las facturas, menos aquello de pagar impuestos.

Puesto del Senan. Laboran turnos de siete unidades.
Potencial turístico

Es palpable la declinación que se observa en la isla en la que han creído inversionistas extranjeros que intentan desarrollar el turismo, pero se las ven difíciles por la cultura de la población y la poca atención del Estado, lo que genera un círculo vicioso.

A pesar del abrupto trayecto hacia el pueblo, el camino está rodeado de una vegetación exuberante y pintoresca que anuncia el potencial turístico si hubiese una planificación y ejecución de un plan de turismo ordenado.

Por un lado, el país llama a la inversión extranjera directa, pero del otro lado de la moneda, los propietarios se enfrentan a servicios públicos ineficientes, como la recolección de basura, y falta de mano de obra calificada que hace tortuoso sacar un negocio adelante. Debido a la escasa preparación de los habitantes, a los inversionistas se les hace difícil crear una sinergia con los empleados.

Población joven, escasa de oportunidades para sostener un ingreso fijo.

Los pocos turistas que llegan a la isla responden a una escasa promoción publicitaria dentro y fuera de Panamá.

“Lastimosamente el panameño prefiere salir al extranjero y conocer menos su país a pesar de las bellezas que hay en Panamá, que no tiene nada que envidiar a Costa Rica o Colombia”. “Debería estar la playa llena de huéspedes”, manifestó Jean Lucca, un empresario italiano que desde su restaurante en Playa Grande contemplaba la costa totalmente desierta.

Saboga es un potencial atractivo turístico que podría generar fuentes de trabajo permanentes y capacitar a su población con carreras técnicas relacionadas con el entorno, que den oportunidad a los jóvenes, y así cambiar el desolado panorama que enfrenta su población.

Ismael Argüelles, representante de corregimiento.
Nave podría transportar aproximadamente una tonelada
Lancha de bajo perfil

El pasado 2 de octubre el personal del Servicio Nacional Aeronaval (Senan) fue alertado por los habitantes de la isla de Saboga, ubicada en la parte Norte del archipiélago de Las Perlas, sobre una embarcación con gran capacidad para transportar cocaína hacia Estados Unidos. La vía hacia el Norte pasa por Panamá, un punto estratégico en el Pacífico.

Una señora mayor aborda una lancha hacia el ferri para recibir atención médica en la capital.

La nave es de fabricación colombiana que, según reportes internacionales, inicia su travesía en el litoral colombiano del Chocó, con ruta hacia Centroamérica.

Este tipo de embarcaciones, que pueden transportar una, dos o más toneladas de cocaína, según su dimensión, son conocidas por los estamentos de seguridad como lanchas de bajo perfil, o LPV, por sus siglas en inglés Low Profile Vessel. A diferencia de los sumergibles, que pueden mantenerse casi por completo bajo el agua, los LPV suelen navegar con tres cuartas partes de su cuerpo sumergido, mientras que asoman la cabina de mando a ras del agua.

Es la sexta nave con estas características que aseguran las autoridades en aguas del Pacífico panameño desde julio de 2019, además del sumergible decomisado en 2020 en Bocas del Toro de 45 pies con propulsión de máquina de centro, tripulada por cuatro hombres de nacionalidad colombiana.

Camino sin pavimentar que dificulta el traslado.

A pesar de tratarse de una nave de construcción artesanal, el aparato color gris opaco que se camuflajea con el mar, de entre 35 y 40 pies de largo y 2 metros de ancho, requiere de ingeniería naval, equipo de GPS para navegar y motores potentes. Se presume que la misma contaba con tres motores fuera de borda, cada uno de 300 caballos de fuerza. Para su elaboración se empleó fibra de vidrio reforzado con láminas de madera y consta de dos compartimentos unidos por una parte más estrecha que simula una especie de túnel. Actualmente la marea y las rocas la han deteriorado considerablemente.

En cuanto a su estructura, en la parte superior muestra dos escotillas: una cerca de la proa, la parte delantera que se usa para cargar la mercancía, y la otra para la tripulación, que puede consistir en dos o tres personas. En la cabina de mando se aprecian dos ventanas blindadas en forma rectangular en la parte frontal, y otra en cada lateral reforzada para soportar la presión del agua.

La recolección de la basura, un problema eterno.

La parte superior tiene unas perforaciones circulares que sirven presuntamente como ventilación de la nave. La parte delantera, la proa, se destina para el sistema de tanques de gasolina que alimentan los motores ubicados en el otro extremo a través de un tubo. Cuando fue encontrada, los isleños extrajeron aproximadamente 200 galones de combustible.

Una vez que la tripulación entrega la carga a los mexicanos en algún punto de alta mar, se transfiere a barcos mercantes o lanchas rápidas. “Es entonces cuando el LPV se convierte en un problema para los traficantes, así que lo abandonan”, señaló a este medio una fuente del Ministerio de Seguridad.

Escuela multigrado hasta primaria, salones requieren reparación.

Estas estructuras pueden transportar toneladas de cocaína al principal mercado consumidor de la región: Estados Unidos. En ese país, cada kilo de cocaína se cotiza entre $30 mil y $50 mil. Suponiendo que la nave transportó 1,5 toneladas, el cargamento estaría valorado en $75 millones y constituiría parte del 75% al 80% del producto que las autoridades no lograron detener.

Cuando se avistó por primera vez, la estructura se encontraba flotando a la orilla del mar. Luego, los lugareños la jalaron a la playa, cerca de una zona rocosa con la que golpea la parte posterior de la nave al subir la marea. Hasta el momento ninguna autoridad se ha encargado de removerla. En la visita que este medio realizó a Saboga el 8 de noviembre pasado, un agente del Senan manifestó que hasta ese día no habían recibido orden alguna de custodia o de remover la lancha de la playa, porque la labor escapaba de su competencia. En cambio, lo atribuyen a la Autoridad de Ambiente o la Autoridad Marítima de Panamá.

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