El impulso de los independientes y la hegemonía de los partidos políticos

Las candidaturas independientes son de interés en un sector de la población. Pero el camino para lograrla es un tanto agobiante y estresante. El trabajo es arduo en la búsqueda de quedar, según las normas del Tribunal Electoral, en una posible candidatura o que el colectivo logre posicionarse. Esta situación de las candidaturas independientes surge cuando en los partidos políticos, tan necesarios en la democracia de un país, sus dueños son los que toman decisiones que la mayoría de las veces no son las mejores. El egocentrismo político parece imperar. No se puede negar el andamiaje que tienen. Y con un subsidio que los respalda. Por tanto, llevan la delantera aunque cueste aceptarlo.

Los cinco han logrado algo, pero no ha sido suficiente. La realidad es que te unes o vivirás en la soledad. Pareciera ser el mensaje para los independientes. Para ser independiente debes poseer la habilidad mental, emocional, y una actitud positiva de luchar por lo que consideras de beneficio para la población. Sin dejar por fuera la valentía. Otras reglas del juego para lograr un escaño en la Asamblea Nacional es la publicidad y el mercadeo político. La imagen cuenta muchísimo. Desafortunadamente la imagen está por encima de la capacidad intelectual, compromiso social, preparación académica, liderazgo, transparencia, y que cuando asuman el poder no se venda a la corrupción.

Buena pregunta. Todo depende de qué esté hecha la persona que ocupe un escaño en la Asamblea Nacional como independiente. Si tiene liderazgo con valores y principios, honestidad y transparencia en su trayectoria personal, profesional y política, puede hacer el cambio; sin olvidar que fue elegido para hacer el bien común.

En los partidos políticos te encuentras de todo. Son seres humanos con distintos caracteres y reunidos para pertenecer a un colectivo. La formación ideológica o lineamiento es fundamental. Sin embargo, los partidos políticos tambien cuentan con gente que solo está para obtener un beneficio propio, sin importarle como lo consigue. Este tipo de corruptela es lo que le hace daño a la débil democracia que tenemos.

Las alianzas. Como veo las cosas están obligados a unirse. Y como país ya debemos empezar a considerar la segunda vuelta para asegurarnos de que verdaderamente ese candidato elegido es el que debe ser.

La iniciativa política de “Vamos” no se pude entender en un análisis de sociología política o de ciencia política, si este se reduce al ámbito de las subjetividades y voluntades políticas de un grupo de ciudadanos. En alguna medida, la mayoría de las decisiones en política panameña están condicionadas por el sistema político. No puede ser de otra manera, el sistema político responde a un andamiaje normativo (Código Electoral), y a una institucionalidad que lo realiza, que condiciona las acciones políticas. Cuando se adelanta en el análisis, que la forma de gobierno posinvasión es una relación perversa entre “presidencialismo–partidocracia–clientelismo”, estamos caracterizando una modalidad dominante de hacer política. “Vamos” es una iniciativa que responde de manera antagónica a este sistema, con el propósito “metafísico” de cambiarlo. Cosa difícil, porque es un sistema blindado.

El espacio ganado electoralmente para las candidaturas independientes –que abrió el recurso de inconstitucionalidad propuesto ante la CSJ por el profesor Jované–, canaliza sin dudas las frustraciones que genera en el país un sistema político fundado en la relación, presidencialismo–partidocracia–clientelismo. Esta iniciativa que es también voluntad y acción política le permite cerrar filas a un sector de la ciudadanía en torno a candidaturas “no partidarias”. Es acción política válida y en aumento de ciudadanos que reaccionan hacia un sistema político, lubricado por la corrupción; y ahora con la presencia cada vez más preocupante del narcotráfico. A través del “Informe de análisis criminal” de la DIJ, se registra, por lo menos, la campaña de un diputado en ejercicio que fue financiada por el narcotráfico y que lo vincula al grupo delictivo HP.

Es un escenario utópico. Todo el sistema político está diseñado bajo la centralidad del partido político. El artículo 44 del Código Electoral comienza con este enunciado: “Los partidos políticos son organismos funcionales de la nación”. Esto da una idea de cómo se ha diseñado la arquitectónica política del país. Un enunciado que arrastra además un problema teórico, porque si los partidos políticos son funcionales a algo, es al Estado y no a la nación.

Según N. Bobbio, científico político y filósofo italiano, los partidos políticos tienen un pie en la sociedad civil y el otro en el Estado. Significa que son interlocutores y organizadores políticos de diversos sectores de la sociedad civil, en su relación con el poder del Estado. Ingredientes fundamentales de la democracia, los partidos políticos en la dimensión práctica de la teoría deberían contribuir al funcionamiento de la institucionalidad participativa de los ciudadanos. Sin embargo, el partido político y el sistema que lo articula al poder del Estado a través del régimen político presidencialista panameño, son espacios en descomposición de la política panameña. Son instituciones políticas degradadas, porque están reducidas a meros aparatos o máquinas electorales de una burocracia política que vive y se enriquece del espacio público en conexión con sectores económicos dominantes.

Ocho partidos para un sistema político que procesa demandas de 4,5 millones de habitantes es lo que en primera imagen sería, según el politólogo italiano G. Sartori, un sistema multipartidista. No obstante, la real articulación en el sistema de partidos se ha hecho a partir de dos grandes organizaciones y sus alianzas satelitales: el PRD, y el Partido Panameñista. De manera reciente se ha incorporado CD. Pero lo realmente importante es que es un sistema de partidos, sin alternancia político-ideológica. Todo el espectro es de centro derecha-derecha, cuyo contenido programático lo dan las políticas neoliberales en lo interno; y en lo externo, una ausencia total de concepciones en políticas comerciales y en relaciones internacionales. Además de su profunda vocación de poder y de vigencia política a través del clientelismo y de la corrupción.