El futuro de los partidos políticos: ¿reforma o desaparición?

Actualizado
  • 19/04/2023 00:00
Creado
  • 19/04/2023 00:00
Algunos autores afirman que en un futuro cercano la identificación con los partidos políticos no estará centrada en posiciones ideológicas
En una democracia pluralista los partidos políticos son necesarios para encauzar la diversidad ideológica o de opiniones.

Desde la frustración y desconfianza ciudadana ha surgido un discurso abanicado por ciertos sectores, que buscan culpar a los partidos políticos del descalabro institucional de la democracia panameña.

Las cifras son inmisericordes, tan solo uno de cada diez panameños confía en esos espacios de participación, esto a pesar de que cerca de la mitad del padrón electoral se encuentra inscrito en algún partido político.

Los partidos políticos son uno de los elementos característicos de las democracias modernas, el cauce institucional dentro del cual se canalizan las pasiones ideológicas y las ambiciones políticas, que de otro modo derivarían en conflictos permanentes y llevarían a las sociedades a un estado de permanente guerra civil.

En su definición más básica, los partidos políticos son, como lo señala Sartori (2016) «cualquier grupo político identificado por una etiqueta oficial, que se presenta a las elecciones y que es capaz de colocar mediante elecciones (libres o no) a sus candidatos para ocupar cargos públicos».

A lo largo de la historia las personas han tendido a agruparse con aquellos con quienes comparten rasgos de identidad, ya sean étnicos, económicos, ideológicos o culturales - religiosos, y aprovechar la fuerza de esa unión para influir en el rumbo de los asuntos públicos.

Maurice Duverger afirmaba que los partidos políticos, tal como los conocemos, no podrían fecharse con anterioridad a 1850.

El origen de los partidos políticos guarda estrecha relación con el surgimiento del parlamentarismo inglés, la revolución francesa y la “reform act” de Gran Bretaña en 1832 cuando se da la primera extensión del sufragio a nivel nacional en dicho país.

En sus orígenes los partidos no tenían gran cohesión más allá del sufragio y podríamos generalizar diciendo que cada Estado contaba con dos partidos, uno más progresista que el otro, ambos de corte liberal y se alternaban el poder entre ellos.

Tanto la opinión pública (que se forma desde la ciudadanía, los medios de comunicación y las redes sociales), como las ciencias políticas que se generan desde la academia establecen altos estándares a los partidos políticos, los cuales están expuestos a la crítica constante por no cumplir con sus funciones y responsabilidades en una democracia. Sin embargo, la ciencia y la opinión pública están de acuerdo, en gran medida, con que una democracia pluralista necesita de los partidos y que hasta ahora no se conoce ningún modelo que pueda prescindir de ellos.

Esto constituye un importante punto de partida: Dentro de una democracia pluralista los partidos políticos son necesarios para encauzar la diversidad ideológica o de opiniones.

Por más pesimistas que seamos, debemos reconocer que hay liderazgos (aunque pocos) dentro de los partidos políticos que han comprendido la importancia vital que tiene para sus aspiraciones emprender un camino de reforma interna, hacerse más transparentes, rendir cuentas a la sociedad y establecer una cultura ética en la formación de sus cuadros políticos jóvenes.

Sin embargo, también es cierto que las más importantes organizaciones políticas aún no tienen semejantes reformas en su radar o las tienen como parte de una estrategia de relaciones públicas y no arraigadas en su praxis política natural.

Lo cierto es que los cambios por más sinceros que sean toman años en ser percibidos por la ciudadanía común, a quienes les son ajenas las interioridades, las estructuras organizativas y las cadenas de mando interno dentro de los partidos.

Los partidos no solo se caracterizan por la capacidad de participar en la competencia electoral, sino también por la existencia de una estructura jurídica que trasciende la mera coyuntura de un proceso de elecciones, y son fiscalizados por el Tribunal Electoral en lo que se refiere al buen uso de los fondos públicos y en sus procesos de participación interna.

Finalidad de los partidos políticos

La finalidad de los partidos políticos no debe ser “alcanzar el ejercicio del poder público” aludiendo que el “fin justifica los medios”.

La sociedad ha cambiado y la ciudadanía tiene nuevas y legítimas aspiraciones, de ahí que los partidos políticos tienen también funciones ascendentes: Recopilar las demandas y necesidades ciudadanas.

Y funciones descendentes: Consolidar una cultura democrática que permita la deliberación, la participación y la rendición de cuentas, estimulando una buena gobernanza que genera confianza por medio de la transparencia y el buen uso de los recursos públicos.

El futuro de los partidos políticos

En cuanto al futuro de los partidos políticos, hay diversas interpretaciones. Según la opinión del politólogo norteamericano Russell Dalton, los partidos políticos no corren peligro de desaparecer, y para sustentarlo presentó tres premisas:

1. Su desaparición requeriría una reconstrucción demasiada dolorosa del sistema democrático tal y como lo conocemos;

2- Su monopolio en materia de movilización por el poder no ha encontrado todavía parangón, y

3- Su capacidad de adaptación es ilimitada (Müller-Rommel y Casal Bértoa). Elmer Schattschneider, autor de una obra clásica sobre la democracia y participación titulada “El pueblo soberano”, en otra de sus obras “El gobierno de los partidos” proclamaba que, sin los partidos, la democracia era impensable.

El ascenso de los partidos políticos es indudablemente una de las principales características del gobierno moderno. Los partidos, de hecho, han desempeñado un papel trascendental como constructores de gobiernos; más en concreto, han sido los constructores de los gobiernos democráticos. Los partidos políticos crearon la democracia y que la democracia moderna es impensable salvo en términos de partidos. En realidad, la situación de los partidos es la mejor evidencia posible sobre la naturaleza de cualquier régimen”.

“La diferencia más importante en la filosofía política moderna, la diferencia entre democracia y dictadura, se observa más claramente en términos de partidos políticos. No son por lo tanto un mero apéndice de los gobiernos modernos, sino que se encuentran en el centro y juegan un papel determinante y creativo en ellos”. (Schattschneider,1942).

Ante el inminente proceso de desideologización de los partidos políticos, algunos autores afirman que en un futuro cercano la identificación con los partidos políticos no estará centrada en posiciones ideológicas, sino en una cosmovisión cultural de cómo debe estar constituida la sociedad, la familia, la educación, y cuáles deben ser los valores culturales que den forma a la sociedad del futuro. Este fenómeno está ocurriendo actualmente en Europa, oriente medio y en Estados Unidos. El actual clivaje entre los partidos tradicionales no se centra únicamente en diferencias en cuanto al rol planificador del Estado, sino al desmantelamiento sistemático de toda la herencia cultural tradicionalista cristiana, incluyendo la familia tradicional o la conservación de estos valores.

Por otro lado, dentro de una sociedad que ha sido denominada como líquida (Bauman), donde el individualismo feroz y la competencia es mucho más valorado que la solidaridad, los partidos de masas se encuentran en serias dificultades de adaptarse a esta nueva modernidad, sobre todo porque se han convertido en partidos electoreros que una vez pasadas las elecciones desmontan sus estructuras organizacionales y desaparecen como medios de interlocución de los problemas sociales y canalización de demandas.

Crisis de representación política y los partidos políticos:

La crisis de la representación política tiene como eje a los partidos políticos, esto lo podemos evidenciar con datos como, por ejemplo, el incremento en el número de partidos políticos, por ende una mayor fragmentación en el Congreso. Existe también una separación de la figura de los presidentes de la República de los partidos políticos; contrario a la tradición uruguaya o chilena, en América Latina se ha roto la tradición de que los presidentes sean hombres que militan en partidos políticos. Actualmente son figuras prestadas a los partidos políticos para representarlos en elecciones, lo que evidencia la falta de programas de formación que sean relevantes en la sociedad actual.

Otra realidad es la variabilidad o cambio del voto de un partido político al otro, ya que la identificación con un partido político es más voluble.

Los partidos políticos si bien son necesarios para el funcionamiento democrático se encuentran en crisis y deben ser reformados para que puedan aspirar a representar a la ciudadanía que los ha rebasado ampliamente. Esto se hace evidente cuando los planteamientos de reforma del Estado proceden desde grupos ciudadanos, sociedad civil u oenegés, y no desde los partidos.

Tampoco se han adaptado los partidos políticos a la era digital, no en cuanto al uso de redes para promocionarse, sino a la interacción con una ciudadanía interconectada e informada, una ciudadanía que da mayor valor al dato que a la narrativa y que no puede ser fácilmente engañada.

Los partidos políticos son percibidos como escuelas de la corrupción en redes, instituciones que no sueltan la vieja forma de hacer política, con una falta de adaptación a comprender la importancia del liderazgo horizontal y del fin del liderazgo caudillista.

Temas como democracia interna, elecciones primarias, privilegios, el narcodinero, el clientelismo, la demagogia, la desideologización siguen siendo temas que fluctúan dentro de las estructuras partidistas afectando la institucionalidad de estos espacios de participación democrática.

Lo Nuevo
comments powered by Disqus