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El imperio contraataca: Populismo e imprevisibilidad hacia el quinquenio 2024-2029
- 24/05/2023 00:00

El populismo es un término polisémico que se manifiesta de diversas formas, es decir, puede variar de acuerdo con las realidades sociales y políticas del espacio geográfico donde produzca su efecto.
Es importante entonces mencionar ciertas características generales del populismo para su comprensión. La primera es que el líder populista centra su liderazgo en su carisma, no en principios, por ende, los líderes populistas carismáticos pueden ejercer una gran influencia sobre las personas, pero nada garantiza que esta influencia vaya a llevarnos a puerto seguro o a mejores días.
En cuanto al recurso discursivo es notorio el uso de la polarización como herramienta de manipulación de masas. El discurso político polarizado fomentado por los líderes populistas tiende a dividir a la sociedad en grupos antagónicos, generando un clima de confrontación y división. Esto puede conducir a crear un ambiente político y social de fragmentación social, donde los ciudadanos se identifican exclusivamente con su grupo político y se vuelven menos propensos a buscar puntos en común o a colaborar con aquellos que tienen opiniones diferentes. La polarización como recurso en el discurso político populista impide el diálogo y la deliberación racional, como consecuencia, en lugar de buscar soluciones basadas en evidencia y argumentos sólidos, se prioriza la retórica emocional y simplista.
El populismo latinoamericano del siglo pasado, particularmente en las décadas de 1930 a 1981 tuvo aspectos positivos en términos de desarrollo económico, inclusión social y política. En Panamá, una minoría tilda al gobierno de Omar Torrijos como un gobierno de corte populista; de ser así, el populismo del siglo pasado fue importante para evitar una guerra civil, para fortalecer a la clase media, humilde, y sectores excluidos hasta 1968, y para unificar al país en torno a la eliminación de la quinta frontera y alcanzar por fin la calidad de Estado libre, enfatizando la identidad nacional y la soberanía. En términos económicos el torrijismo, sin embargo, es el único movimiento político panameño que planificó y elaboró una visión a largo plazo de la economía en la década de 1970.
Esto fue en el siglo pasado, Torrijos murió en 1981 y con él su proyecto fue enterrado. Lo cierto es que los resultados de su gestión afectan positivamente la vida de los panameños, incluyendo la de quienes le critican, hablando solo en términos económicos, el Canal, ahora panameño, aporta casi el 7% del PIB anual producto de los tratados Torrijos-Carter. Que estos recursos no sean utilizados debidamente es responsabilidad de los gobiernos subsecuentes.
El nuevo mileno en términos de la relación Estado-ciudadanía es muy distinto al siglo anterior. Esto debido a que la ciudadanía ha cambiado y tiene nuevas demandas y nuevos recursos para exigirlas.
Hoy toda buena gestión gubernamental es aquella que valora la institucionalidad democrática y el estado de derecho como medio para alcanzar el desarrollo social e individual del ser humano.
Ya bien entrados en el nuevo milenio, los retos que tenemos como nación son distintos. Si a finales del siglo pasado la lucha por la democracia se centraba en lograr el derecho al sufragio y la alternancia del poder, hoy la lucha es por la profundización de esa democracia minimalista, con la idea de transformarla en una democracia amplia y participativa donde se genere desde las comunidades un ambiente de deliberación de los problemas sociales y políticos, y se incluya la riqueza del capital social ciudadano en la toma de decisiones.
Vivimos en una época cambiante, y tenemos gobernantes y políticos formados en las décadas de 1970 y 1980 con poca capacidad de adaptabilidad a las realidades y demandas de una ciudadanía que se transforma y reinventa con cada avance tecnológico.
El presidencialismo casi monárquico latinoamericano y panameño es ofensivo a los principios de la democracia; nuestra democracia está centrada en los partidos políticos, pero para fundar y organizar un partido político debes tener dinero del narco; y si eres empresario, debes hacer una enorme inversión que luego buscarás recuperar por medio de contratos y nombramientos y así perpetuar el Estado patrimonialista empleador o Estado piñata que tenemos hoy.
Una nueva generación de nativos digitales está poco a poco alcanzando un rol determinante dentro del padrón electoral y pocos son los políticos que tienen un discurso cónsono con las nuevas realidades, si es que hay alguno.
Unos insisten en priorizar el análisis economicista de acuerdo con las realidades de un mundo inmerso en una guerra fría e ideológica, apostando al fin del capitalismo para devolverle el favor a Fukuyama, dejando a un lado los problemas de gestión y políticas públicas; pero mientras las condiciones no cambien, el populismo se ha convertido en la mayor amenaza hacia las elecciones de 2024; ni siquiera un populismo de matices ideológicos, sino el peor de los populismos posibles; ese es el que se avecina.
La despolitización de la ciudadanía y sobre todo de la juventud, o el “lumpenato” generalizado, como quieras llamarlo de acuerdo a los lentes que adquiriste en el siglo pasado, es completa responsabilidad del Estado que construyeron los edificadores. Y dentro del paquete entra el PRD, el panameñismo y el statu quo económico, quienes han dejado las puertas abiertas para que el imperio contraataque en mayo de 24, al remover la ya obsoleta educación cívica de los colegios públicos, no priorizar la enseñanza de valores democráticos dentro del sistema educativo, al ser tacaños y poco eficientes en la inversión social, y al hacer promesas que no cumplieron, pero les sirvieron para ganar los espacios desde donde hoy prometen no pecar más.
No supieron atender debidamente las demandas sociales, por ejemplo, el tema del agua potable que afecta, según estadísticas del Inec a cerca del 8% de panameños, la mayoría niños, y ahora proyectan que el tema pase del Idaan a la administración del Canal, mientras proponen leyes de transparencia para que las cumpla el siguiente gobierno. Hay una tendencia de disminución en los aportes del sector agrícola (silvicultura, caza y pesca), sector que representaba en 1990 el 9,6% del PIB y tan solo el 2,3% en el año 2017.
Según datos de Unicef, el 33% de niños y adolescentes en Panamá (453 mil) vive en situación de pobreza multidimensional, y 25% de ellos está en la comarca Ngäbe Buglé.
El corazón de la democracia está en el sistema educativo. Un poco más de apoyo de la empresa privada en la educación popular podría significar sembrar hacia el futuro y cosechar una democracia racional, participativa y deliberativa, sin embargo, ocho de cada diez niños en comarcas no logran los niveles básicos de lectura versus cuatro de cada diez en áreas urbanas. Además, aproximadamente 40% de los niños entre 4 y 5 años no recibe educación preescolar, a pesar de que es obligatoria.
El tema generacional es fundamental en estos análisis, la apuesta debe ser a futuro; el presente, al menos hacia 2024, se ve caótico. Y ni hablar de las reformas paramétricas a la Caja de Seguro Social, que si las imponen podría ponerse en peligro la paz social. La única salida sería una constituyente que permita enmendar los problemas sobre los cuáles hay consensos.
El dilema que debemos resolver es cómo construir una nueva gobernanza pública. Un Estado que crece como el nuestro no merece tanta desigualdad. La tarea pendiente es la de construir un sistema democrático institucional deliberativo, amplio, incluyente, y una nueva gestión pública que priorice los resultados con integridad, ética y transparencia, y que oriente los recursos que tenemos hacía el desarrollo integral del país como parte de un gran acuerdo nacional, que impida que a futuro nos veamos amenazados nuevamente por el populismo, como lo estamos hoy.
Me preguntaba un historiador peruano mi opinión acerca del futuro de cara al quinquenio 2024-2029. El problema que existe, le contesté, es que el populismo es imprevisible y poco institucional, tiende a fomentar incertidumbre y volatilidad en la toma de decisiones políticas. Mientras que un gobierno racional, institucional y participativo buscaría la estabilidad institucional y la predictibilidad para generar confianza en la ciudadanía, esto último, aunque tiendo a ser optimista por decisión, me parece muy tarde para construirlo de cara a 2024, veamos si para 2029.