• 03/09/2008 02:00

Lo que no dijo...

El presidente Martín Torrijos cumplió el lunes pasado su obligación semestral de rendir un informe de gestión ante la Asamblea Nacional ...

El presidente Martín Torrijos cumplió el lunes pasado su obligación semestral de rendir un informe de gestión ante la Asamblea Nacional de Diputados. Siendo un aprovechado discípulo de prácticas PRD, su mensaje resultó predecible como de costumbre e insatisfactorio como siempre.

En un rosario de acciones ya conocidas —por ser cacareadas hasta el aburrimiento por la incesante propaganda estatal— llama la atención lo que el presidente no dijo. Resulta curioso lo que prefirió callar cuando sólo le quedan diez meses de gobierno; en ese tiempo, a pesar de asegurar que trabajará hasta el último día, lo cierto es que su capacidad de mando se irá menguando a medida que surja un candidato oficial de su partido con su particular interés político, arrecie la campaña electoral y finalmente, transcurridos ocho meses, tengamos un presidente electo, listo para asumir el poder el primero de julio próximo.

No habló sobre el problema de la inseguridad ciudadana que atormenta a la población, ni sobre las medidas efectivas que pondrá en ejecución en los diez meses que le quedan. Se limitó a reseñar lo que todos conocemos: que aprobó unos decretos-leyes que, salvo otorgar patente de corso para intervenir teléfonos y posibilitar el retorno al militarismo, no añaden un ápice a las facultades necesarias, que ya existen, para luchar contra la delincuencia.

No habló sobre la lucha contra la corrupción ni sobre medidas concretas que piensa implementar para asegurar la transparencia de todas las obras pendientes de gobierno, sobre todo cuando los próximos meses constituyen el período final que está rodeado de la gran suspicacia que en Méjico identifican con el mote de “Año de Hidalgo”.

No habló sobre una inquebrantable neutralidad suya que también exigirá a todos sus funcionarios, de cara al próximo proceso electoral. Nadie podrá negar la natural inclinación de funcionarios, inscritos o simpatizantes del gobernante PRD, por darle su ayudita a candidatos afines, ya sea abiertamente o de manera disfrazada. Las múltiples formas de hacerlo son tan variadas como imperceptibles al ojo desprevenido. Un ejemplo nos lo ofreció el propio presidente cuando dedicó una buena parte de su discurso a la comparación de los supuestos logros de su gobierno con muchas fallas y carencias del “gobierno anterior”, poniendo de manifiesto en forma velada una crítica dirigida precisamente a una oposición que competirá con su partido en los siguientes meses. Otro ejemplo lo constituye el exceso de propaganda gubernamental que, lejos de estar limitada a brindar información útil a usuarios o contribuyentes para que cumplan alguna obligación ciudadana, no es más que vulgar publicidad que ningún propósito inocente tiene. Programas como el PARVIS, PRODEC, Red de Oportunidades y becas del IFARHU se pueden prestar para estos excesos y a nada de ese peligro se refirió el presidente.

Incumbe al jefe del Ejecutivo establecer las rígidas reglas del juego y con su ejemplo no dejar lugar a dudas. En la toma de posesión hace cuatro años adquirió ese compromiso cuando aseguró que “un presidente debe andar con la verdad y la verdad no es sólo no decir mentiras, sino, sobre todo, no engañar ocultando la verdad.”

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