• 11/09/2008 02:00

Los tiempos idos

Con el transcurrir de los años aprendemos el deleite de mirar al pasado. Eso no quiere decir que crea que todos los años idos fueron mej...

Con el transcurrir de los años aprendemos el deleite de mirar al pasado. Eso no quiere decir que crea que todos los años idos fueron mejores; pero lo cierto es que hay un gozo ilimitado en recrear en el pensamiento los recuerdos de la adolescencia.

Especialmente aquellos tiempos de la escuela, que al contemplarlos harán que siempre me sienta joven. Eran épocas en las que el acceso a la educación era un privilegio, y no una obligación familiar, cumplida a regañadientes por los adolescentes. En la escuela rural a la que asistí en Darién faltaba de todo, pues para comenzar, ni siquiera había una escuela. Aquellos viejos caserones de madera y paja que conocí alojaron generaciones ansiosas por devorar los conocimientos de nuestros maestros.

Bajo su atenta conducción, recorrimos por mundos inhóspitos, viajamos por el tiempo, conversamos con los sabios, caminamos entre las estrellas, contactamos el mundo microscópico, todo eso sin necesidad de salir del pueblo.Llegó el día en que algunas comodidades por fin llegaron a las mayorías, y se pensó que la sociedad le sacaría el provecho a los nuevos cambios.

Junto con la adolescencia, llegó la época de la secundaria. Formamos parte del selecto y exclusivo grupo de los “aguiluchos”, y el orgullo no me cabía en el pecho. Eran momentos en los que descubrimos el valor de la libertad y del patriotismo, y asumimos el deber de combatir toda forma de injusticia. Finalmente, a la universidad, y le dimos rienda suelta a nuestra rebeldía, pero sin perder la meta: ser un profesional, con clara conciencia social.

Y ¿qué veo en el presente? Generaciones condenadas al fracaso, ocupan sólidas edificaciones escolares, para los que la fibra de vidrio no es su verdadero problema, sino la falta de maestros, que les preparen para enfrentar los retos. Una escuela que poco transmite a la comunidad, pero que recibe de ésta todo lo pernicioso. Cada estudiante parece que transita en un laberinto. ¿De qué vale luchar por una sociedad de oportunidades, si nuestros jóvenes no son capaces de visualizar las oportunidades cuando pasan a su lado? Se puede tener ojos, pero es en la escuela donde aprendes a ver lo que conviene, y a conocer y eludir todo lo perjudica.

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