• 20/09/2008 02:00

Vacas, flatulencias y calentamiento...

Las recientes declaraciones de Rajendra Pachauri, presidente del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, revivieron una viej...

Las recientes declaraciones de Rajendra Pachauri, presidente del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, revivieron una vieja puja y repuja entre carnívoros y vegetarianos, hasta cierto punto desapercibida por la mayoría de nosotros. Y es que este científico y economista ambiental trajo nuevamente a colación el hecho de que la ganadería es, per se, un importante generador de gases de efecto invernadero.

Dado que soy abogado, prefiero hablar con pruebas. Según la Organización Mundial para la Agricultura y Alimentación —FAO—, en su estudio “La larga sombra del ganado”, esta actividad llega a generar hasta el 18% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Y es que una vaca emite, en un solo día, lo mismo que un carro luego de recorrer unos 50 ó 60 kilómetros. Ello es así porque las flatulencias del ganado vienen cargadas de un poderoso “coctel” de metano y óxido nitroso, gases mucho más dañinos que el CO2. Para que tengan una idea, cada gramo de óxido nitroso hace tanto daño como 296 gramos de CO2. En otras palabras, tal como leí por allí, los de los carros ya no son los únicos tubos de escape que amenazan al planeta. Por este motivo es que, a finales de 2007, el Fondo Mundial para la Naturaleza —WWF— solicitó, en Alemania, la introducción de un impuesto “ecológico” a la ganadería.

Se preguntarán entonces cómo es que si durante millones de años las vacas han estado aquí, recién en las últimas décadas se transformaron en un problema. La respuesta es, como siempre, la acción del hombre: 6000 millones de humanos utilizando vacas para obtener leche, carne, calzado, y sólo Dios sabe cuántas cosas más, han trastocado evidentemente la capacidad de la naturaleza de absorber estos gases intestinales.

No obstante, la alimentación del ganado y una apropiada gestión del estiércol son factores importantes que no podemos soslayar. Por ejemplo, científicos del Instituto de Investigaciones Medioambientales de Aberystwyth, en el Reino Unido, proponen utilizar leguminosas, con mayor cantidad de azúcar, como alimento para el ganado, para limitar, en gran parte, la emisión de estos gases; en tanto que científicos de la Universidad de Agricultura de Obihiro, en Japón, proponen la utilización de una píldora diaria que solucionaría el problema, sin afectar la calidad de los productos derivados de la vaca.

Soy realista y sé que estas medidas están aún muy lejos de ser una realidad en nuestras latitudes, pero ligeros cambios en nuestra dieta harán la diferencia. Honestamente, rezo porque el día que decidamos dejar de comernos un bistec encebollado sea por cualquier motivo, más no porque la carne haya salido completamente de nuestro alcance para convertirse en otro artículo de lujo.

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