• 29/11/2008 01:00

Educación y cultura

La palabra educación posee un claro sentido antropológico; tiene que ver con lo que es el hombre y sus posibilidades de desarrollo. El a...

La palabra educación posee un claro sentido antropológico; tiene que ver con lo que es el hombre y sus posibilidades de desarrollo. El acto educativo es un proceso que nace y muere con el hombre; es, además, un hecho complejo como la misma vida humana. El hombre se va formando, educando, durante su existencia toda: no solo vive bajo presiones externas; hace su vida, ante todo, gracias a que tiene conciencia de su ser, de sus actos.

Por otra parte, la cultura es obra del hombre: su creación inconfundible, peculiar. Así como la vida orgánica en sus variables manifestaciones es ser y devenir del protoplasma, la cultura en sus varias modalidades es ser y devenir del hombre. Se llaman productos culturales, en efecto, a las creaciones humanas, tan heterogéneas y múltiples.

La palabra cultura como conjunto de creaciones humanas comprende los usos materiales: manera de trabajar la tierra; de beneficiar los cereales; formas de construir habitaciones; de fabricar armas y utensilios; las instituciones de la convivencia social; normas de derecho; ritos y ceremonias religiosas; costumbres; prácticas morales... Además, todo un orbe de creaciones de carácter más independiente de las cosas tangibles: lenguaje, mitos y creencias religiosas; obras de arte; teorías científicas, etc.

La cultura es el círculo propio de la vida humana. Hay más: la cultura es humanización. El hombre es hombre por su existencia cultural. En tanto el hombre como sujeto se cultiva, su existencia adquiere nueva tónica: al entrar en posesión de conocimientos científicos, cada vez en mayor provisión; al refinar sus sentimientos artísticos, más depurado en su desarrollo; al adaptarse a costumbres de todo género, de manera creciente, el hombre incrementa su cultura personal.

Pero todo ello es posible merced a que los bienes culturales se ofrecen con una existencia objetiva, independiente de quien aspira a poseerlos.

Los principios científicos, descubiertos alguna vez, están ahí expresados en un lenguaje técnico en los libros. Cualquier hombre (o mujer), con capacidad y preparación suficientes, puede disponer de ellos.

Una obra de arte, antigua o moderna, es susceptible de suscitar en todo tiempo un brote fecundo de ideas y emociones. En cada época, cada pueblo tiene un patrimonio cultural cuyos bienes configuran su vida colectiva y encaminan su inmediato desarrollo. Suele llamarse a este patrimonio, por cuanto constituye un conjunto de bienes de acceso colectivo, cultura objetiva.

Otro carácter de la cultura, decisivo, asimismo, en la tarea educadora, es la garantía de seguridad que aquélla ofrece en la existencia cambiante del hombre.

La vida humana, en efecto, es algo en continuo proceso: un irse haciendo a sí misma. En cada momento de la vida que se presenta, incierto e inseguro, el hombre imagina, bosqueja, un proyecto.

Mas con la intención de formular una respuesta, el hombre vuelve su mirada hacia sus propias creaciones. La ciencia, por rudimentaria que sea, le alecciona acerca de la realidad; la moral le suministra normas de acción; el arte le conduce a experiencias de plenitud emotiva, y la religión ofrece a los más un asidero inconmovible en las peripecias del futuro incierto.

-El autor es pedagogo, escritor y diplomático.socratessiete@gmail.com

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