• 22/02/2009 01:00

Privatización de la salud

Quienes estén aupando en nuestros candidatos presidenciales proyectos privatizadores de salud para el sector público están desconociendo...

Quienes estén aupando en nuestros candidatos presidenciales proyectos privatizadores de salud para el sector público están desconociendo lo que ocurre en los sistemas de salud. Hay escasas experiencias internacionales en que este tipo de solución a los problemas de atención a la salud hayan logrado éxitos parciales. La tendencia es a mantener la atención de la salud bajo la esfera gubernamental.

La privatización de los sistemas de salud como ha sido la tónica en Estados Unidos los ha conducido a lo que sus críticos denominan desastre, un sistema con grandes inequidades. De allí que se constituyó en tema importante del debate pre y postelecciones y un reto para el presidente Obama. Influyen en esa debacle algunos factores como el encarecimiento de nuevos fármacos y tecnologías que han invadido la atención de la enfermedad, pero también una débil regulación que ha permitido abusos dentro del sistema. Se asemeja un tanto a la ausencia de una regulación racional en las finanzas que lleva hoy al mundo a un escenario empobrecedor y angustiante. Ya en EEUU en un mes se ha perdido más de medio millón de empleos. Seres humanos como nosotros que pasan a ser desprovistos, entre otras cosas, de atenciones a su salud. Al rescate de este desastre financiero sale el dinero de las arcas públicas, para mitigar las consecuencias del ejercicio de un capital “deshumanizado”, hijo absoluto del neoliberalismo.

En Panamá, el Hospital de San Miguelito, ejemplo de tales ensayos, donde el gobierno aporta los fondos a un patronato para que compre servicios a entes proveedores privados, ha llevado al resultado equivocado. Donde una burocracia y auditoría limitada de quienes aportaban los fondos no permitía visualizar el fin de lo que hoy se cosecha. Pero el proyecto privatizador en salud pública se mantiene subyacente. Recordar que al IRHE e INTEL se les llevó a prestar servicios que ocasionaban malestar a los usuarios, limitando sus presupuestos, no cónsonos con las inversiones y gastos que cada una de estas instituciones requería con el paso de los años, para justificar su privatización y darle a los panameños soluciones que hoy lamentamos.

Las subvenciones a estas empresas salen de nuestro impuestos. Terminamos pagando, directa e indirectamente.

En Panamá, deben observarse con cuidado estas estrategias, pues es claro que nuestros presupuestos en salud, inclúyase Caja de Seguro Social, crecen en forma absoluta, pero no en forma cónsona con las demandas de usuarios, en materia de atención, entiéndase: citas, medicamentos, laboratorios, estudios de imágenes, reconocimientos salariales etc. Y mucho menos programas fortalecidos financieramente de prevención y promoción.

-El autor es médico. earv31@hotmail.com

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