• 01/06/2009 02:00

A quince metros de la tragedia

El reloj de mi celular marcaba la 1:48 p.m. de aquel 29 de mayo de 2008. Ondas de calor se apoderaron de mi estructura humana. La primer...

El reloj de mi celular marcaba la 1:48 p.m. de aquel 29 de mayo de 2008. Ondas de calor se apoderaron de mi estructura humana. La primera reacción, de los que estábamos cerca del sitio, fue la de correr con desesperación. Un ruido estruendoso se oyó; pensé que un meteorito había caído o que una bomba había explotado. Luego de segundos de estupor, de asombro, me dirigí al lugar de donde provino el ruido y el calor.

Observé parte de la cabina de un helicóptero y oí la voz desesperada de alguien que preguntaba ¿cómo estaban los demás? A cinco metros yacían tirados varios cuerpos que no mostraban signos de vida. El escenario era dantesco; mostraba los pasajes de esa Divina Comedia infernal. Colgado a mi hombro derecho pendía una mariconera en cuyo interior había una grabadora digital y una cámara.

Mi conciencia comenzó a luchar; una parte de ella apostaba por el ejercicio de la profesión y la otra me recordaba la solidaridad en acontecimientos como éste. Gracias a Dios, pudo más la nobleza, la moral, la ética. Hice remembranzas sobre los consejos que les doy a los futuros periodistas de la Universidad de Panamá. Inició la labor de apoyo; con vida fueron rescatados el piloto y el copiloto. Al sitio comenzaron a llegar patrullas de la Policía Nacional, del cuerpo de bomberos y del Sistema Nacional de Protección Civil.

Lo narrado, con anterioridad, pasó en casi diez minutos. Siendo la 1:58 p.m. llamé a la cabina de RPC Radio. La conductora de la Tarde Espectacular, Didia Gallardo, contestó. Le expresé, con una voz muy desesperada, que un accidente había ocurrido. Ella, sin saber de la magnitud, me mantuvo en línea; se acercaba el cambio de las dos y la estación tenía que cumplir con los compromisos comerciales y el micronoticiario de la hora.

Mientras pasaba el tiempo pensé cerrar y llamar a otra emisora. Es posible que la lealtad a un medio, donde trabajé por más de diez años, me hiciera esperar con paciencia. RPC fue el primer medio en difundir los sucesos; después del despacho noticioso llegaron camarógrafos, fotógrafos y decenas de periodistas. Sé que si Gallardo hubiese conocido la magnitud del problema habría roto la programación regular.

Hoy, las autoridades dicen que el accidente se debió a un error humano. Habrá que escuchar al único sobreviviente para que certifique eso. Ernaldo Carrasco se salvó y dejo constancia de que lo primero que le escuché fue preguntar por la seguridad de los demás pasajeros del San-100. A la subcomisionada María de Celis, fallecida en el accidente, la conocí en 1981, cuando ella trabajaba en la Dirección de Asuntos Estudiantiles del Ministerio de Educación. Me dolió mucho ver cómo quedó, al igual que la situación de los demás. Fue una amarga experiencia que lamentaremos por siempre.

*Ex sec. de prensa de la Presidencia de la Rep.rehernandez19@gmail.com

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